La teoría monetaria moderna, que tiene sus orígenes tanto en el chartalismo como en la doctrina de las «finanzas funcionales» de los años cuarenta, es la más reciente táctica progresista de la izquierda para justificar un aumento radical del gasto federal. Son las finanzas funcionales, promovidas por el economista postkeynesiano Abba Lerner, a las que Mises se refiere en este pasaje de los años cincuenta de la nueva edición de La teoría del dinero y el crédito. Mises también cita a Beardsley Ruml, el presidente de la Reserva Federal de Nueva York que en 1945 dio una charla ante el Colegio de Abogados de EEUU titulada «Los impuestos para los ingresos son obsoletos». Esta charla, más tarde publicada en American Affairs, hace el protoargumento para la TMM: los gobiernos nacionales soberanos, con un control total sobre sus tesoros y bancos centrales, pueden emitir dinero a voluntad para financiar los gastos del gobierno. Sin necesidad de impuestos, la justificación para su continua imposición se convierte en social y económica, no fiscal.
Todo lo viejo es nuevo otra vez. Mises podría estar describiendo los pensamientos de un MMTer hoy en día:
Para la mente ingenua hay algo milagroso en la emisión de dinero fiduciario. Una palabra mágica pronunciada por el gobierno crea de la nada una cosa que puede ser intercambiada por cualquier mercancía que un hombre quiera obtener. ¡Cuán pálido es el arte de los hechiceros, brujos y conjuradores cuando se compara con el del Departamento del Tesoro del gobierno! El gobierno, nos dicen los profesores, «puede recaudar todo el dinero que necesite imprimiéndolo». Los impuestos por ingresos, anunció un presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, son «obsoletos». ¡Qué maravilla! Y qué maliciosos y misántropos son esos tercos partidarios de la ortodoxia económica anticuada que piden a los gobiernos que equilibren sus presupuestos cubriendo todos los gastos con los ingresos fiscales!