La ciudad de Nueva York celebró sus primarias demócratas para la alcaldía la semana pasada, y los resultados iniciales favorecieron al presidente del distrito de Brooklyn, Eric Adams, por un margen considerable.
Pero ahora los funcionarios dicen que esos resultados no son en absoluto fiables y que la Junta Electoral hizo una chapuza en el proceso de recuento de votos.
Como informa ahora el Washington Post:
Resulta que los resultados publicados por la ciudad también incluían una serie de papeletas falsas, utilizadas para probar el sistema, papeletas que no deberían haberse incluido en el recuento inicial....
Todavía pasarán algunas semanas antes de que sepamos quién ganó las primarias, dado que hay que contar los votos de los ausentes (que probablemente ayuden a García).
Se trata de unas elecciones primarias en una sola ciudad y, sin embargo, a tenor del nivel de competencia aportado a la operación, uno podría pensar que se trata de un asunto increíblemente complejo, desconocido en los anales de las operaciones gubernamentales.
(También recuerda a la chapuza de las elecciones primarias de Iowa en febrero de 2020, cuando el Partido Demócrata tuvo más problemas para contar un pequeño número de votos en uno de los estados más pequeños de Estados Unidos).
A raíz del fiasco de Nueva York, no es de extrañar que algunos americanos empezaran a señalar que si Nueva York contó mal sus votos en una elección de alcalde, ¿por qué deberíamos confiar en que las elecciones presidenciales de 2020 en Nueva York fueran «seguras»?
Tal vez conscientes de que las elecciones de la semana pasada no tienen buena pinta para la idea de la integridad electoral, los medios de comunicación corporativos entraron en acción con un plan: culpar de todo a la junta electoral de Nueva York (BOE). Nos dicen que este es un problema de Nueva York solamente. Las elecciones en todos los demás lugares de Estados Unidos están en plena forma y son dirigidas por las personas más competentes y de mayor calidad.
Para mantener esta narrativa, el Washington Post publicó hoy un artículo con el título «La elección del alcalde de Nueva York es un desastre. Esto no demuestra de alguna manera que Donald Trump tenga razón».
Ahora bien, no sé si Donald Trump perdió debido al fraude electoral, pero la idea de que las elecciones y los funcionarios electorales no son precisamente parangones de eficiencia y virtud es, como mínimo, plausible. Sin embargo, el artículo del Post deja claro que el BOE va a ser arrojado bajo el autobús para insistir en que los sistemas electorales en todas partes están en gran forma:
A ningún observador de la política de la ciudad de Nueva York le sorprendió saber que la Junta Electoral había metido la pata. Es sabido que la junta es, en el mejor de los casos, inepta, como documentó un informe del periódico local de la ciudad a finales de octubre. La política de la ciudad es, en general, bizantina y deshonesta, y a menudo se basa en un sistema de patrocinio que los que están en el poder —generalmente los beneficiarios del sistema- se resisten a desafiar. Se trata de una situación embarazosa, pero que normalmente se produce fuera de los focos de la atención nacional.
Del mismo modo, la CNN ha publicado hoy un artículo en el que declara que el BOE de Nueva York es «corrupto e incompetente», y el personaje de la CNN John Avlon insiste en términos inequívocos en que el BOE no vale nada.
No hace falta decir que rara vez se oye una condena tan estruendosa de las instituciones controladas por los demócratas en el WaPo o en la CNN, sin embargo, hoy en día no tiene límites en los principales medios de comunicación. Pero todo es necesario para asegurar al público que Nueva York es el único lugar de Estados Unidos donde los sistemas electorales son «corruptos e incompetentes».
Los gobiernos siguen chapurreando sus funciones básicas
Pero incluso si dejamos a Donald Trump y a las elecciones de 2020 fuera de esto, el asunto de Nueva York debería ser considerado como el último recordatorio de que las instituciones gubernamentales cada vez más no parecen ser capaces de llevar a cabo lo que nos dicen que son sus funciones más básicas.
Se nos dice que los gobiernos deben estar a cargo de las elecciones; que los gobiernos «nos mantendrán seguros» atrapando a los criminales y previniendo el crimen; que los gobiernos deben estar a cargo del sistema de justicia; que los gobiernos deben estar a cargo de las escuelas.
Sin embargo, en todos estos casos, la competencia y el éxito con el que las agencias gubernamentales llevan a cabo estos «deberes fundamentales» es, en el mejor de los casos, cuestionable.
El sistema judicial es lento, está sobrecargado y conlleva largos tiempos de espera. Los tiempos de espera de varios años necesarios para conseguir una audiencia para los presuntos inmigrantes ilegales es sólo el último ejemplo. El derecho a un «juicio rápido» no es, aparentemente, un gran derecho.
Mientras tanto, la tasa de homicidios sigue subiendo hasta alcanzar la cifra más alta de varias décadas. Millones de americanos están comprando armas porque no confían en que los funcionarios del gobierno «nos mantengan seguros». Esto es cierto tanto a nivel micro como macro. En muchas ciudades, la policía casi no dedica recursos a investigar los homicidios. Y luego, por supuesto, está la «comunidad» de inteligencia americana (es decir, el FBI y la CIA), que permitió que el 11-S ocurriera delante de sus narices. Y no hay que olvidar el hecho de que EEUU acaba de perder dos guerras más.
Las escuelas públicas son casi tan poco impresionantes. Estados Unidos ocupa el cuadragésimo octavo lugar en educación matemática y científica. Estados Unidos sólo está en la mitad en cuanto a ciencias y lectura. El noventa por ciento de los escolares americanos asisten a escuelas públicas.
Sin embargo, mientras los gobiernos de Estados Unidos parecen no poder llevar a cabo estas tareas más ordinarias, parecen tener mucho tiempo y recursos para investigar a las mujeres de mediana edad que «asaltaron» el Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero. El domingo pasado, el gobierno de Estados Unidos bombardeó Siria e Irán, por razones que obviamente no tienen nada que ver con la defensa de las fronteras de la nación o los derechos de los ciudadanos americanos. Los gobiernos de Estados Unidos tienen un montón de recursos para verter en rescates para los banqueros ricos y otros amigos corporativos.
¿Pero el crimen? ¿Las elecciones? ¿Las escuelas? Bueno, todo eso es demasiado complicado y los gobiernos insisten en que no debemos esperar demasiado de ellos. Después de todo, aseguran, los tacaños contribuyentes no estamos dispuestos a soltar todo el dinero que deberíamos. Los datos dicen lo contrario.
Así que cuando Nueva York anuncie que aún no ha conseguido dominar todo esto de las «elecciones», sólo hay que atribuirlo a otro ejemplo de cómo los gobiernos están inundados de dinero, pero nunca parecen ser capaces de entregar los bienes prometidos.