Descentralización y secesión

«sSe desprende necesariamente del principio de los derechos del hombre». Y es la razón por la que Rothbard apoyó la secesión y el gobierno local hasta el nivel más local posible.

Centralizar el poder político en manos del gobierno estatal sólo prepara el terreno para los abusos cuando una nueva administración toma el relevo.

Las agencias gubernamentales estadounidenses, como el FBI, siguen siendo incapaces de llevar ante la justicia a los estafadores online extranjeros. Afortunadamente, en su lugar, los «vigilantes» de Internet han respondido a la llamada a la acción.

Afortunadamente para la derecha americana, existe otra alternativa al neoconservadurismo de William Buckley, al neoliberalismo de Milton Friedman y al paleoprogresismo de Teddy Roosevelt: el populismo libertario de Murray Rothbard.

Adoptar el monasticismo ante el fascismo internacional al que nos enfrentamos hoy en día equivaldría no sólo a separarse, sino también a ceder a los monstruos todo lo que vale la pena salvar.

El problema de la Unión Europea no es que pretenda integrar las economías europeas. El problema viene de los intentos de integrar también la política.

Las fronteras de un Estado deben cambiar con el tiempo para reflejar las realidades demográficas e ideológicas. Al negar esto, los líderes políticos están diciendo efectivamente que los derechos de las poblaciones minoritarias no importan.

Estas enmiendas no sólo reducirán el abuso de las declaraciones de emergencia, sino que también ayudarán a descentralizar el poder dentro de Pensilvania. Mientras que el covid ha permitido que el poder ejecutivo se desborde, Pensilvania está en realidad estructurada de una manera que facilita la descentralización del poder.

El enfrentamiento de esta semana sobre los intentos federales de controlar los derechos de perforación de las tribus pone de manifiesto la importancia de la soberanía tribal para limitar el poder federal.

Esperen que los oponentes a la secesión y la descentralización empiecen a afirmar que ninguna de las dos opciones es aceptable porque cualquier gran cambio en el statu quo podría poner en peligro la «fortaleza» de Estados Unidos en materia de política exterior. No los escuchen.