Los libertarios generalmente citan Internet como un ejemplo a favor del argumento de que la libertad es la madre de la innovación. Los oponentes rápidamente responden diciendo que Internet fue un programa del gobierno, demostrando otra vez que los mercados necesitan ser guiados por la mano firme del Estado. En cierto sentido, los críticos están en lo cierto, aunque no de la manera que ellos creen.
Internet realmente comenzó como un típico programa del gobierno (ARPANET) desarrollado para compartir poder computacional de mainframe y establecer una red segura para comunicaciones militares. Obviamente, no podrían haber previsto en lo que el Internet (comercial) se convertiría. Sin embargo, esa realidad tiene importantes implicaciones sobre cómo funciona Internet —y explica por qué hay tantos obstáculos en el desarrollo continuo de las tecnologías online. Es solo gracias a los participantes del mercado que Internet se convirtió en algo más que un típico programa del gobierno caracterizado por la ineficiencia, supercapitalización e irrelevancia.
De hecho, el papel del gobierno en la creación de Internet es frecuentemente subestimado. Internet debe su propia existencia al Estado y a la financiación estatal. La historia comienza con el ARPA creada en 1957 como una respuesta al lanzamiento del Sputnik por los soviéticos y establecida con el propósito de investigar la utilización eficiente de los ordenadores para aplicaciones civiles y militares.
Durante los años 1960, la RAND Corporation comenzó a desenvolver una red de comunicaciones militares que sería invulnerable a un ataque nuclear. Paul Baran, investigador de la RAND cuyo trabajo era financiado por la Fuerza Aérea, produjo un informe confidencial en 1964, proponiendo una solución radical para ese problema de comunicación. Baran imaginó una red descentralizada de diferentes tipos de ordenadores «host» (anfitriones), sin un panel de mando céntrico, diseñada para operar incluso si ciertas partes de ella fueran destruidas. La red consistiría en diversos «nodes», todos con la misma autoridad, siendo cada uno capaz de enviar y recibir fragmentos de datos. Cada fragmento de datos podría, entonces, viajar por una de muchas rutas hasta su destino, de modo que ninguna parte de la red sería completamente dependiente de la existencia de otra parte. Una red experimental de ese tipo, fundada por el ARPA y por tanto conocida como ARPANET, fue establecida en cuatro universidades en 1969. Investigadores en cualquiera de los cuatro «nodes» podrían compartir informaciones y operar cualquiera de las otras maquinas remotamente, a través de la nueva red. En realidad, el exjefe ARPA, Charles Herzfeld, dijo que el objetivo original de la ARPANET era distribuir poder computacional a través de una red, en vez de crear un sistema militar seguro de mando y control, aunque este sea un punto de vista minoritario.
Alrededor de 1972, el número de ordenadores anfitriones conectados a la ARPANET había aumentado hasta 37. Debido a su practicidad para el envío y recuperación de datos, en pocos años la ARPANET comenzó a dejar de ser una red para computación compartida y empezó a hacerse lo que se llamó «correo electrónico de alta velocidad subsidiado por el gobierno». El tráfico principal de la ARPANET no consistía en computación a la larga distancia, sino en noticias y mensajes personales.
Como las partes de la ARPANET no eran confidenciales, redes comerciales comenzaron a conectarse a ella. Cualquier tipo de ordenador utilizando un patrón de comunicación particular, o «protocolo», podría enviar y recibir informaciones a lo largo de la red. Universidades privadas tales como Standford y la Universidad de Londres fueron contratadas para el desarrollo de esos protocolos, con financiación de una variedad de agencias federales. Las vías principales o «líneas tronco», continuaron siendo financiadas por el Departamento de Defensa. Alrededor de comienzos de los años 1980, el uso privado del protocolo de comunicaciones del ARPA (o que hoy es llamado de «TCP/IP») rebasó en mucho su uso militar. En 1984, la National Science Foundation (Fundación Nacional de la Ciencia) asumió la responsabilidad de construir y mantener las líneas tronco o «backbones» (la ARPANET expiró formalmente en 1989; en aquella época, casi nadie lo percibió). La agencia para Computación Avanzada, de la Fundación Nacional de la Ciencia, financió la infraestructura de Internet de 1984 hasta 1994, cuando los backbones fueron privatizados.
En resumen, tanto el proyecto como la implementación de Internet se basaron casi exclusivamente en dólares del gobierno. El hecho de sus responsables imaginasen una red conmutada por paquetes tiene serias implicaciones para la manera en como Internet funciona actualmente. Por ejemplo, la conmutación de paquetes es una tecnología excelente para la transferencia de archivos, correo electrónico y navegación en la web, pero no es necesariamente la mejor para aplicaciones en tiempo real, tales como feeds de audio y vídeo y, en menor escala, para aplicaciones basadas en servidores.
Más aún, sin cualquier mecanismo de precalificar paquetes individuales, la red es utilizada en exceso, así como ocurre con cualquier otro bien público. Cada paquete recibe una prioridad idéntica. Un paquete con un diagnóstico de un cirujano para un procedimiento médico de emergencia tiene las mismas oportunidades de pasar que un paquete conteniendo partes del single más reciente de una estrella pop o la instrucción de un jugador online para herir a su adversario. Como el coste marginal del remitente para cada transmisión es efectivamente cero, la red es utilizada en exceso, lo que la deja frecuentemente congestionada. Como cualquier recurso esencial que no posee un dueño, una red ilimitada de conmutación de paquetes sufre de lo que Garret Hardin notoriamente llamó de «tragedia de los comunes».
No podemos decir, en ningún sentido, que la conmutación de paquetes es la tecnología «correcta». Una de mis fuentes predilectas sobre este asunto es «Netizens: On the History and Impact of Usenet and the Internet», de Michael Hauben y Ronda Hauben:
La actual red global de ordenadores fue desarrollada por científicos, investigadores y usuarios que se encontraban libres de las fuerzas del mercado. Debido a la supervisión y subsidio del gobierno para el desarrollo de la red, esos pioneros no estaban bajo la presión del tiempo o restricciones de resultado que dominan los emprendimientos comerciales. Por lo tanto, podían contribuir con el tiempo y el trabajo necesarios para asegurarse de que los problemas estaban resueltos. Y la mayoría estaba haciendo eso para contribuir a la comunidad de red.
En otras palabras, los que proyectaron Internet estaban «libres» de la restricción de necesitar satisfacer los deseos de los consumidores.
Debemos ser cuidadosos para no describir Internet como una tecnología «privada», un orden espontáneo o un ejemplo brillante de la ingeniosidad del capitalismo. No es nada de eso. Obviamente, casi todas las aplicaciones actuales de Internet (no previstas por sus proyectistas originales) han sido desarrolladas en el sector privado (infelizmente, la web original y el navegador no están entre ellas, pues fueron desarrollados por la Organización Europea para la Investigación Nuclear CERN y el Centro Nacional de Aplicaciones de Supercomputación NCSA de la universidad de Illinois) y el Internet de hoy sería imposible sin los esfuerzos heroicos de la Fotocopia PARC (Centro de Investigación de la Fotocopia en Palo Alto) y de Apple para desarrollar una GUI (interfaz gráfica del usuario) intuitiva, un ratón ligero y durable, y el protocolo Ethernet. Sin embargo, nada de eso habría sido viable sin la enorme inversión de dólares públicos que trajeron la red a la existencia en primer lugar.
Ahora, es fácil admirar la tecnología de Internet. Quedo maravillado con ella todos los días. Pero el valor tecnológico no es la misma cosa que el valor económico. Este último puede ser determinado solamente por la libre elección de los consumidores para comprar o no comprar. La ARPANET puede muy bien haber sido tecnológicamente superior a cualquier red comercial que existía en la época, así como el Betamax puede haber sido tecnológicamente superior al VHS, el MacOs al MS-DOS y el Dvorak al QWERTY (en la realidad, el Dvorak no lo era). Pero los productos y las características valorados por los ingenieros no son siempre los mismos que los consumidores valoran. El mercado selecciona por la superioridad económica y no por la superioridad tecnológica incluso en la presencia de los «nefastos efectos de red», así como fue demostrado de forma convincente por Liebowitz y Margolis.
Los libertarios entusiastas de Internet tienden a olvidarse de la «falacia de la ventana rota». Vemos Internet. Vemos sus usos. Vemos los beneficios que trae. Navegamos en la web, checamos nuestro correo electrónico, bajamos nuestra música. Sin embargo, nunca veremos las tecnologías que no fueron desarrolladas porque los recursos que habrían sido utilizados para desarrollarlas fueron confiscados por el Departamento de Defensa y suministrados a los ingenieros de Stanford. De la misma manera, puedo admirar la majestad y grandeza de una pirámide egipcia, un encoro TVA o un cohete Saturno V, pero de ahí no se sigue que yo piense que deberían haber sido creados, mucho menos a costa de los contribuyentes.
¿Qué tipo de red global de ordenadores habría seleccionado? Podemos solo intentar adivinarlo. Tal vez hubiera sido parecida con las redes en línea comerciales, tales como la Comcast o la MSN, o como los bulletin boards privados (BBS) de los años 1980. Muy probablemente, utilizaría algún tipo de tabla de precios, a través de la cual diferentes precios serían conferidos para tipos diferentes de transmisiones.
Infelizmente, toda la idea de preclasificación de Internet como un recurso escaso (aunque no nos dimos cuenta de eso, el ancho de banda, dada la tecnología actual, es escasa) es ignorada en la mayor parte de las propuestas para legislar sobre la neutralidad de la red, una forma de «socialismo de la red» que puede solamente trabar el crecimiento y desarrollo continuo de Internet. El debate sobre la neutralidad de la red ocurre a la sombra de la intervención gubernamental. Así, también ocurre con el debate sobre la división del espectro para transmisión inalámbrica. Cualquier recurso controlado por el gobierno será alocado en consonancia con prioridades políticas.
En conclusión: sí, el gobierno fue el fundador de Internet. Como resultado, quedamos con una panoplia de ineficiencias remanecientes, asignaciones inadecuadas, abusos y favoritismo político. En otras palabras, la implicación del gobierno es la responsable de los problemas persistentes de Internet, mientras que es el mercado el que debe recibir el crédito por sus glorias.