Previamente, yo, Walter Block, publiqué un artículo sobre el uso de la palabra «capitalismo». Defendía el empleo de esta nomenclatura en la promoción del libertarismo, criticando la formación de un grupo, liderado por mi viejo y buen amigo, Sheldon Richman, llamado Libertarios contra el Capitalismo. Ahora soy coautor de esta réplica a Sheldon con Jackson, que me escribió una carta que respalda mucho mi postura en este debate; he editado esta carta y la he incluido en esta respuesta.
En su momento, Sheldon publicó una respuesta a mi artículo. Como tiene por costumbre, era considerada y culta. Tanto, que casi me convence. Bueno, no tanto. Sin embargo, bien podría haber tenido razón en algo que, confieso, yo ignoraba. Yo había dicho que los malos estaban tratando de robarnos el término «libertario», pero Sheldon, quizá mejor historiador que yo, ha apuntado que los partidarios de la libre empresa somos los primeros «ladrones». (Pongo comillas en «ladrones» para indicar que el robo furtivo de lenguaje no es equivalente a robar propiedad real. Como ha demostrado magistralmente Stephan Kinsella, no puede existir la propiedad intelectual en el código legal libertario, así que tampoco puede haber robo de ésta). Yo suponía que Spooner y Tucker fueron los primeros en usar esta palabra en su sentido moderno (de economía política), pero, bueno, bien puedo estar equivocado.
Hice algunas investigaciones (tardías) sobre esto: ver aquí, aquí y aquí. Los dos primeros enlaces me siguen pareciendo ambiguos, el último defiende claramente la posición de Sheldon. También se me ha dicho que un futuro libro con las cartas de Murray Rothbard, editado por David Gordon, apoya la interpretación de Sheldon. Por otro lado, este ensayo iría en al dirección contraria y no soy historiador como para llegar a una conclusión definitiva. Así que déjenme decir, arguendo, que estaba equivocado en mi afirmación y Sheldon tenía razón. Pero de todas formas sigo pensando que este error mío y por tanto la corrección de Sheldon, si realmente es cierta, realmente es irrelevante para lo que estaba diciendo al principio: que sería un grave error abandonar la palabra «capitalismo» de nuestro léxico libertario. Creo que Sheldon está de acuerdo conmigo acerca de la relativa falta de importancia de mi (casi seguro) error, pues dice «Dejemos eso aparte».
Vamos con lo esencial de su rechazo del «capitalismo». Sheldon dice, en respuesta a mi solicitud de que abandone su iniciativa:
«Lo siento, no puedo hacerlo. No vale la pena. La palabra estaba contaminada desde el principio (los librecambistas radicales la usan desdeñosamente) y nunca ha perdido esa contaminación, a pesar de los esfuerzos de Mises y Rand. Crea confusión, no claridad. Tenemos palabras perfectamente apropiadas para lo que queremos: el libre mercado y el laissez faire, voluntarismo y anarquismo de mercado. No necesitamos la venenosa palabra capitalismo.»
Pero el significado más conocido de «anarquismo» es sin duda, «caos» o quizá «tirar bombas» (contra gente inocente). Por supuesto, los anarquistas libertarios quieren con esta palabra decir ausencia de arquismo, es decir, ningún gobierno injustificado de un hombre sobre otro. ¿Deberíamos por tanto abandonar la palabra anarquía porque se entiende mal?
Un desafío similar a la postura de Sheldon deriva de la palabra «individualismo». En nuestro bando sin duda evoca una reacción positiva. Algunos libertarios llegan a igualar nuestra filosofía libertaria con el individualismo y a denigrar lo que ven como «colectivismo» como su polo opuesto. No me atreveré a tanto (no es por nada por lo que me conocen, al menos en la comunidad libertaria, como Walter «Moderado» Block). Pues eso nos pondría en oposición a los colectivos voluntarios, como el kibbutz, el monasterio, el convento, e incluso la típica familia nuclear que viven de acuerdo con la doctrina de «de cada uno de acuerdo con su capacidad, a cada uno de acuerdo con su necesidad». También denigraría los deportes de equipo (fútbol, béisbol, baloncesto) como colectivistas y promovería los individuales (natación, atletismo, frontón, tenis) por razón del principio libertario. Además, el «individualismo» también está en discusión: también los reclaman nuestros enemigos políticos. Sería algo triste que tuviéramos que abandonar esta palabra, pero, tal y como yo lo veo, es la consecuencia lógica de la postura de Sheldon.
El «libre mercado» es un estupendo estandarte. No lo abandonaría por todo el oro del mundo, por decirlo así. Sin embargo, realmente no hace toda la labor que necesitamos que haga. En lo que a mí respecta, no hay un espacio sino tres en los que luchamos contra nuestros competidores en el espectro político: no sólo en la economía, sino también en las libertades personales y la política exterior. Quien defienda la libertad sólo en el campo comercial no es realmente uno de los nuestros si es «débil» en los otros dos. Por ejemplo, defiende las libertades económicas, pero quiere meter a la gente en la cárcel por prostitución, pornografía, juego o uso de drogas y apoya el imperialismo de los EEUU. Hay muchos defensores del «libre mercado» como ésos y no son de los nuestros. Son, más bien, conservadores y son tan enemigos del libertarismo como los progresistas de izquierdas. Si preguntamos a un izquierdista típico qué significa para él «libre mercado», sin duda lo asociará a la explotación de los pobres. Si preguntamos al economista medio de la corriente principal, oiremos una letanía de «fallos del mercado» e ineficiencias económicas.
Aquí está mi versión editada de la brillante carta que me envió mi coautor (estoy de acuerdo con cada palabra, pues si no, no habría invitado a Jackson a ser coautor de esta respuesta):
«Encuentro algo tonto el intento de popularizar expresiones como “laissez-faire” o “anarquismo de mercado” para evitar las connotaciones negativas de “capitalismo”.
Para quienes somos anarcocapitalistas, las expresiones son intercambiables: no se trata de claridad. Dudo que haya habido nunca ninguna confusión cuando un Investigador Senior del Instituto Mises dice “capitalismo” y otro “laissez-faire”. La única razón que encuentro para que alguien intente cambiar el vocabulario de nuestro mensaje sería atraer a gente que no comparte nuestras opiniones económicas. No veo que esta treta sea otra cosa que una pérdida de tiempo.
La primera razón por la que creo que esto es tonto es que si alguien está bajo la impresión de que “laissez-faire” o “anarquismo de mercado” sería una píldora más fácil de tragar por el público en general, necesita pensar un poco.
“Laissez-faire” haría que la madre media piense en los huérfanos de Dickens teniendo que mendigar unos peniques en una calle embarrada (bajo la lluvia) porque han perdido uno o más miembros en un accidente en la mina de carbón y su bigotudo empresario ladrón les echó al arroyo por su reducida productividad. Se vería invadida por el miedo acerca de la seguridad, no sólo de sus rubios hijos, sino de todos los niños rubios de los buenos y viejos EEUU. Como temer por los niños le hace sentir incómoda y como la expresión “laissez-faire” la usaron despectivamente tanto por su encantadora profesora de estudios sociales en 11º grado que tanto le inspiró y su profesor de literatura estadounidense del que estuvo enamorada, no le gustará.
Tampoco creo que “anarquismo de mercado” comunique adecuadamente el mensaje de la libertad y gane los corazones y mentes de las masas. Si tomáramos a un trabajador sindicado e hiciéramos una asociación de palabras tendríamos algo similar a esto: “Mercado”: “Wall Street”. “Mercado”: “Explotación”. “Anarquismo”: “Caos”. “Anarquismo”: “Incendios”. “Mercado”: “Madoff”. “Anarquismo”: “África”. “Anarquismo de mercado”: “Trabajadores del mundo uníos”. Para el estadounidense medio cuyo razonamiento se basa en The Daily Show, la música pop o cualquier taquillazo que haya en el cine, la expresión “anarquía de mercado” le llevaría a pensar un futuro distópico mostrado por Hollywood en el que una gran compañía farmacéutica controla todos los aspectos de nuestra vida, de forma que unos pocos criminales privilegiados en la cumbre pueden vivir en torres de marfil. No veo gente entusiasmada con esta expresión.
Si queremos hacer proselitismo entre las masas, “capitalismo” es nuestra mejor apuesta. No es amenazante para la mayoría de la gente, ya que tanto los Republicanos como los Demócratas generalmente hablan de él como algo bueno. Es lo que “nos” hizo grandes y toda esa palabrería. El hecho de que sea usado habitualmente y habitualmente mal es su mejor cualidad. Cada vez que alguien iguala incorrectamente capitalismo a corporativismo, mercantilismo, rescates, fijación de precios, subvenciones, monopolios naturales, banca central, etc. se nos da una excelente oportunidad de decir “Bueno, el capitalismo no es exactamente eso…” Tenemos el rompehielos perfecto que nos permite decir poéticamente que estamos de acuerdo en que esas cosas son injustas pero realmente son ejemplos de políticas intervencionistas y redistribuciones estatales de recursos, no cualidades propias del capitalismo. Y podemos trasladar imperceptiblemente la conversión hacia las soluciones del libre mercado y cantar las virtudes de la libertad económica.
La segunda razón por la que pienso que esto no tiene sentido: las ideas de libertad absoluta nunca, jamás, jamás serán populares para las masas. Los valores que nos han llevado a nuestra visión de los derechos, la justicia y la libertad son menos populares que los que llevan a otros a otros lugares. Hay algo dentro de mucha gente que encuentra una calmada satisfacción en la dependencia. Depender del estado ofrece un montón de estabilidad a mucha gente que preferiría no preocuparse por tratar de mantener el rumbo en el “tormentoso mar de la libertad”. Tratar de poner un bonito lazo a nuestras ideas abjurando de todas las palabras con connotaciones negativas no ayudará a promover la libertad. Si acaso, deberíamos centrarnos en apuntalar lo que queda, si queda algo. La gente que encuentre atractivo el mensaje de la libertad lo hará por la filosofía, no por la etiqueta, más bien, a pesar de la etiqueta.
Tengo la sensación de que hacer mucho ruido acerca de no apoyar “capitalismo” porque la palabra se usa mal y preferir apoyar cualquier otro término alternativo que acepten sus críticos alejará aún más a los defensores de la libertad económica de la gente que piense parecido y los potenciales conversos. La gente que haga esto sonará pedante, como si estuviera recogiendo velas para ser agradable. “Um… sí, yo, bien, apoyaba el capitalismo antes de que estuviera de moda… luego empezó a gustar a todos. Pero realmente no lo entendían, ¿sabes? Así que ahora soy anarcoanticapitalista de mercado. En verdaderamente raro, dudo que hayas oído hablar de ello”.»
Ahora me vuelve a toca a mí. Walter Block escribe de nuevo. Aunque mi coautor y yo nos ocupamos de Sheldon Richman en este caso, bien podíamos haber ampliado el debate y considerar las opiniones erróneas de algunos otros.
De acuerdo con un colaborador de la web de Sheldon: Como «izquierdistas como Noam Chomsky y derechistas como Glenn Beck se autocalifican de “libertarios”, deshagámonos también de ese alias y reclamemos “liberal” para significar tanto la libertad personal como la económica». (por cierto, Milton Friedman es otro que usaba profusamente la palabra «libertario» para calificarse. Sobre esto, ver aquí, aquí y aquí). Pero si perdemos «libertario», ¿qué nos hace pensar que podemos recuperar «liberal»? ¿Por qué no jugar a la defensiva y a la ofensiva? Tratemos de hacer ambas cosas. Cuantas más palabras podamos usar para expresarnos, mejor. Ya tenemos «capitalismo». Sheldon quiere abandonarla incluso cuando nadie trata de quitárnosla.
En opinión de un comentario no solicitado: «Como la palabra “capitalismo” no tiene el significado que pretendemos, (deberíamos) dejar de usarla incorrectamente. De sus raíces históricas y etimología no significa ni ha significado “mercados libres”». Sí, pero el significado de las palabras cambia con su uso. No hay un significado implícito en una palabra. Por ejemplo a la gente negra se le ha llamado negros, gente de color, afroamericanos. El mismo objeto, distinto término. Incluso la objeción que acabamos de mencionar reconoce la maleabilidad de lenguaje.
La siguiente objeción viene de Clarence B. Carson, quien publicó «Capitalismo: Sí y no» hace unos 25 años en The Freeman. Alaba el «lúcido discurso» y por su parte prefiere «libre empresa» a «capitalismo» como descripción de nuestro punto de vista. Bien. Ya estoy tan a favor del «lúcido discurso» como mi colega cercano, supongo. Pero hay algo que yo valoro aún más: promover la libertad. Y cuando ambas cosas entran en conflicto. Como creo que pasa en este caso, mi postura está clara. Sí, «capitalismo» puede ser más «agresivo» que «libre empresa», que ha sido antes criticado. Y alguna gente puede rechazarlo, prefiriendo una terminología más amable. Pero si hay algo que he aprendido del individualismo metodológico enseñado por Mises es que la gente es diversa. Otra gente puede necesitar la «bofetada en la cara» que, es este supuesto, sólo «capitalismo» puede ofrecer.
En opinión de Carson, hay un entendimiento comúnmente aceptado de «libre mercado» y es bastante bueno: «Un mercado libre es un mercado abierto a todos los comerciantes pacíficos». Suena bien, pero, me temo que Carson vive en un mundo de ensueño, al menos basándose en el entendimiento común de esta palabra, en términos de explotación. Por el contrario, afirma, «capitalismo (…) no tiene un significado comúnmente aceptado». Bueno, sí, pero se ha usado en la práctica y no su expresión favorita «libre empresa».
Realmente no considero que sea importante el debate sobre la nomenclatura. Simplemente afecta a la estrategia, la marca la etiqueta. Y, como pasa con estos asuntos, es difícil decir qué bando tiene definitivamente razón. Si ganamos y la libertad económica se maximiza, ¿lo será por nuestras posturas en esta cuestión o a pesar de ellas? Pienso que será difícil saberlo nunca con seguridad. Si embargo, mi «instinto» me dice que deberíamos quedarnos con tantas palabras como podamos.
He guardado para el final mi argumento más poderoso. Sheldon Richman dice: «(El capitalismo) nunca ha perdido esa contaminación, a pesar de los esfuerzos de Mises y Rand». Sí, sí, pero como hemos demostrado antes mi coautor y yo, cualquier otra palabra que usemos está también «contaminada» o es problemática por otras razones. Lo que está «contaminado» en la mente de la gente no es la palabra. Una vez que entienden, aunque sea parcialmente, el concepto, a los progres no les gusta mucho.
«¿Estás loco?», dirían. «¿Echar atrás el reloj y deshacernos del Estado de bienestar, el seguro del desempleo, el banco central, la ley de salario mínimo, la seguridad social, los aranceles proteccionistas? Nos moriríamos de hambre. ¿No habría guerras en todas partes? ¿Cómo podemos protegernos si no? Están locos».
Así que yo pregunto ¿quiénes han sido en el pasado reciente quienes han hecho más por promover nuestro movimiento, como quiera que lo llamemos? Sin duda no puede negarse que Rand ha convertido a la mayoría de la gente corriente de nuestro movimiento y que Mises, junto con Rothbard, ha hecho los avances más serios entre los estudiosos. Así que aquí está Richman, que ha tenido, no sé, un impacto de una millonésima del porcentaje de Rand más Mises, criticándoles por su pobre uso de las palabras. (No estoy tratando de denigrar a Sheldon: mi propio impacto no ha sido mayor que el suyo frente a esos dos GIGANTES de nuestro movimiento). Espero y confío en que nadie me considere culpable de un argumento ad hominem. No digo que Richman esté equivocado y Rand y Mises tengan razón porque son más famosos que él. Lo que estoy diciendo es que una de las vías empleadas por Rand y Mises en su exitosa promoción de la libertad es la palabra «capitalismo». Sin duda, esto debe tener un valor importante en nuestro debate.
Ayn Rand convirtió a más gente al libertarismo que nadie y utilizaba esa palabra a menudo y con gran eficacia. De hecho, si hubo una palabra asociada a ella, fue «capitalismo». ¿Vamos a creer realmente que hubiera convertido a más gente sin el uso incesante e implacable de este término? Aunque es difícil llegar a conclusiones seguras en historia contrafactual, es difícil ver cómo hubiera sido esto entonces o incluso ahora. Si hay una descripción de Ayn Rand que refleja su ser es «directa». No era una tímida florecilla. Defendió la filosofía de la libertad de la forma más agresiva posible, gracias a Dios. Y «capitalismo» era un elemento esencial para ese trabajo. Tiene mucho más sentido seguirla en este aspecto que abandonar esta palabra en un intento de ser históricamente «ajustado» o por cualquier otra razón… es decir, si realmente queremos promover eficazmente la libertad.