Los estadounidenses son privilegiados, hasta el punto de imaginar que pueden quedarse en casa durante meses y meses sin sufrir graves dificultades económicas como resultado. Nuestro privilegio único es la ilusión, la mentalidad de que los Estados Unidos son ricos y seguirán siéndolo sin un esfuerzo particular de nuestra parte. La abundancia simplemente se materializa a nuestro alrededor, sin importar los incentivos, y el trabajo de los políticos es reorganizar esta abundancia más equitativamente.
Encuestas como ésta, que muestran un amplio apoyo estadounidense a las cuarentenas y a los cierres de empresas, son evidencia de este privilegio americano. El 80 por ciento de los encuestados piensa que los cierres por parte de varios gobernadores estatales se justifican como respuesta al virus COVID-19, ¡y un tercio apoya la extensión del cierre por otros seis meses!
Esta complicidad reflexiva e irreflexiva del público americano se explica en parte por la exageración de los medios de comunicación, por supuesto, sobre una enfermedad que al momento de escribir este artículo ha matado a menos de sesenta mil estadounidenses. El miedo y la histeria siempre venden. La prensa quiere claramente que el coronavirus sea un evento importante, que desbanque a Trump en otoño. (Por su parte, la administración está haciendo un trabajo terrible, comenzando con el horrible Dr. Fauci, a quien el presidente debería haber despedido hace meses.) Y claramente las respuestas de los diversos gobernadores están salvajemente fuera de proporción con la amenaza real a la salud pública, aunque inicialmente bien intencionada debido a la pura incertidumbre de la letalidad del virus.
Pero algo mucho más fundamental está en juego aquí. Los estadounidenses simplemente no entienden, o ni siquiera piensan mucho en la fragilidad de las cadenas de distribución y los bienes y servicios de los que dependemos. A principios de esta semana, el presidente del conglomerado Tyson Foods advirtió que las interrupciones en las plantas de procesamiento podrían crear una escasez muy grave de carne de vacuno, pollo y cerdo en las tiendas de comestibles de EEUU, y diezmar a los ganaderos. Y, por supuesto, esto iba a suceder a medida que los dominós cayesen: los cierres no sólo afectarían a los bienes «no esenciales», sino a todo.
¿Quién no vio esto? ¿Hará falta una escasez total de alimentos para que los americanos cambien de opinión sobre si el cierre «vale la pena»?
Basta con mirar a la India para ver un ejemplo de lo que crean los cierres de empresas y trabajos en un país sin tanta riqueza existente para consumir, donde mucha más gente vive cerca del hueso. La moratoria nacional del trabajo ordenada por el Primer Ministro Modi ha enviado a millones de trabajadores migrantes y trabajadores no cualificados a un peligro muy real de inanición. Ya viviendo mano a mano y sin un céntimo, con sus trabajos esencialmente prohibidos, muchos han tenido que caminar cientos de millas en un calor de 100 grados hasta sus pueblos de origen con la esperanza de ser alimentados por sus familias. En un país con una pobreza generalizada y una inversión de capital per cápita deprimentemente escasa, el cierre es una sentencia de muerte para muchos. Sin mucha acumulación de capital, los indios tienen pocos ahorros y pocas inversiones para consumir cuando los ingresos se detengan. Y la India no es el único país pobre en peligro y que necesita ayuda alimentaria; un funcionario de una ONG advierte de hambrunas «bíblicas» en treinta países subdesarrollados si se siguen interrumpiendo las cadenas de suministro y la ayuda económica caritativa se agota:
»No estamos hablando de gente que se va a la cama con hambre», dijo él [David Beasley del Programa Mundial de Alimentos] al Guardian en una entrevista. «Estamos hablando de condiciones extremas, estado de emergencia — la gente literalmente marchando al borde de la inanición. Si no llevamos comida a la gente, la gente morirá».
Esto es lo que significa la pobreza: tener poco o ningún colchón de riqueza para una emergencia. La pobreza se define mejor como la falta de ahorros y el capital resultante, dejando a la gente totalmente dependiente de ingresos nuevos y constantes para sobrevivir. Es una condición que sólo la acumulación de capital puede mejorar. Y sin embargo, se culpa al «capitalismo» por la tragedia que se desarrolla ante nosotros:
¿Habrá historias como esta que finalmente hagan que los americanos entiendan la gravedad de la situación? Las imágenes de la BBC de la India muestran el desgarrador peaje humano de la decisión sin precedentes de simplemente detener la actividad laboral humana debido a una enfermedad infecciosa. Los estadounidenses deberían tomar nota, y pronto.