[Este artículo es el prefacio de la nueva edición iraní de Problemas epistemológicos de la economía de Mises. El libro está disponible en inglés en mises.org, y en la librería del Instituto Mises].
Me complace saber que este libro aparecerá en lengua farsi, junto con la introducción que escribí hace veinte años para la tercera edición inglesa. Ludwig von Mises merece ser conocido y amado por estudiantes y eruditos de todo el mundo. Nació en el seno de una familia judía y en un país cristiano. Pero lo que enseña es relevante para todos los seres humanos, con independencia de su fe religiosa y su origen cultural. Todo el mundo sabe que las leyes de la lógica y las matemáticas son universales. Son válidas en todo momento y lugar. Según Mises, también hay leyes sociales que tienen esa validez universal, porque están arraigadas en la estructura lógica de la mente humana. En el presente libro, se propone discutir la naturaleza, los problemas y los métodos de la ciencia que se ocupa de tales leyes universales de la acción humana.
Mises nació en 1881 en la ciudad de Lemberg (hoy Lviv, en Ucrania). Cuando tenía unos diez años, se trasladó con su familia a Viena, capital del Imperio austrohúngaro. Allí recibió una excelente educación secundaria y en 1900 se matriculó como estudiante de Derecho y Ciencias Gubernamentales en la Universidad de Viena. Se doctoró en 1906 y, al igual que su hermano menor Richard, se preparó para la carrera de profesor universitario. En 1912 obtuvo el título de Habilitación, pero nunca fue nombrado profesor titular a tiempo completo. Tras la Primera Guerra Mundial, aceptó una cátedra adjunta en su Alma Mater y saltó a la fama como economista jefe de la Cámara de Comercio de Viena. En 1934 aceptó una plaza de profesor visitante en Ginebra (Suiza), en el Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales. Allí permaneció los seis años siguientes, trabajando en un tratado de economía que se publicaría en 1940, en alemán, con el título de Nationalökonomie, y luego en una versión inglesa modificada, en 1949, con el título de Human Action. En 1940, Mises abandonó Europa para trasladarse a Nueva York, donde adquirió la nacionalidad de EEUU y permaneció hasta el final de su vida, en 1973.
Como estudiante en la Universidad de Viena, Mises se enfrentó a dos escuelas opuestas de pensamiento económico: la Escuela Histórica Alemana y la Escuela Austriaca. Comenzó asistiendo a los seminarios de los profesores historicistas. Estos enseñaban que no existían leyes universales de la economía. Todas las relaciones causales en la esfera de la acción humana eran históricamente contingentes. Sólo son verdaderas en función de las circunstancias, y las circunstancias están inmersas en un flujo constante de cambio. Por tanto, es poco probable que las secuencias causales que determinan la vida económica en Alemania en la década de 1890 sean válidas en Francia en la década de 1950 o en Irán en la década de 2020. Mises absorbió con entusiasmo las hipótesis y los métodos historicistas. De hecho, él mismo se convirtió en un discípulo muy prometedor del enfoque historicista. Pero entonces se encontró con los escritos de Carl Menger (1840-1921), la punta de lanza de la Escuela Austriaca. Menger enseñaba que no sólo había hechos contingentes y relaciones causales, sino también leyes exactas y universales que determinaban los valores y precios de todos los bienes económicos. A su juicio, la ciencia económica giraba en torno al estudio de tales universales, mientras que el estudio de los hechos y relaciones contingentes era tarea propia de los historiadores, no de los economistas. Mises llegó a la conclusión de que Menger y sus discípulos tenían razón. Dedicó el resto de su vida a desarrollar el enfoque austriaco.
Esta decisión le costó su carrera académica. Los principios de la escuela austriaca casi siempre han sido impopulares para el poder. En efecto, si existen leyes universales de causa y efecto, los gobiernos y los partidos políticos no son omnipotentes. Deben ajustar las decisiones a una realidad objetiva que no controlan. Esto puede ser un trago amargo para un gobernante ambicioso, y puede ser un verdadero escollo en una campaña electoral, en la que un partido intenta superar a los demás con promesas ridículas. Mises siempre ha defendido la verdad ante el poder y con ello ha prestado grandes servicios a la humanidad. Sin embargo, no fue útil a los poderosos y por ello tuvo que pasar su vida al margen del mundo académico financiado por el Estado.
Nunca se quejaba. Desde muy pronto, había adoptado como lema de su vida un verso del poeta romano Virgilio: «No cedas ante la desgracia, sino avanza cada vez más audazmente contra ella». Con su erudición y su virtud personal, sigue sirviendo a todas las personas de buena voluntad, hasta nuestros días.