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¡Santa praxeología, Batman!

¿Un Batman judío? ¿Una Robin mujer? ¿El dúo dinámico luchando en nombre de la verdad, la justicia y la economía austriaca? ¿Nos encontramos en un universo paralelo o qué? De hecho, sí, si estamos leyendo Las Crónicas de Batman, la edición del invierno de 1998, consagrada al sello «Elseworlds», en el que «los héroes son sacados de sus escenarios habituales y puestos en tiempos y lugares extraños».

El escritor y artista Paul Pope ha creado la historia de The Berlin Batman (Batman de Berlín), némesis de los nazis de noche pero el adinerado de alta sociedad Baruch Wane de día. Sabemos cómo este huérfano judío llegó a ser un justiciero, pero no se nos cuenta cómo consiguió mantener una posición social prominente en la Alemania nazi en 1938, y, de hecho, con su esmoquin rosa, pinturas cubistas, y la apariencia del actor Helmut Berger, parece una reliquia de la decadencia de Weimar.

Pero Wane sólo se hace pasar por un dandi inútil como se lo señala decididamente a la femenina Robin que lo acompaña, aunque aún no se encuentra en sus misiones contra el crimen.

¿Y cuál es la misión de este Fledermausmensch teutónico? Nada menos que salvar la biblioteca personal de Ludwig von Mises, incautada por los nazis en un esfuerzo por evitar que escriba el libro que finalmente llegó a ser La acción humana. Aparentemente, la fama de Mises se ha extendido por el mundo del cómic y, particularmente, la historia de la milagrosa recuperación de sus documentos personales en un archivo en Moscú cogidos por los soviéticos a los nazis que los robaron primero.

Aunque el Batman berlinés lucha heroicamente para salvar la biblioteca de Mises después de todo, dice Wane a Robin, Una vez lo conocí, y he leído su obra—los gorilas nazis resultaban demasiado incluso para el Cruzado de la Capa. Todavía, como un epílogo a los cuadernos de Robin señala, los nazis no podrán impedir que Mises finalmente publique La acción humana, «considerada ahora como una de las grandes obras libertarias de nuestros tiempos».

Muchos han señalado la obtención del Premio Nobel por Friedrich Hayek en 1974 como el momento en el que la economía austríaca logró respetabilidad intelectual generalizada. Pero me parece que haber ligado a Mises con un superhéroe reverenciado como Batman es una mejor medida de cuán profundo ha calado finalmente el pensamiento austriaco en nuestra cultura.

De hecho, el Batman de Berlín termina ominosamente para todos los estatistas que quedan todavía hoy: «Las ideas antiautoritarias de Mises fueron primero una amenaza para los nazis; luego, para los soviéticos, y para todos los gobiernos cada vez más intervencionistas de nuestros tiempos». Evidentemente, nuestros líderes políticos en Washington deberían estar leyendo cómics en lugar de simplemente actuar como si estuvieran en ellos.

Las Crónicas de Batman me dejaron preguntándome si la década de los treinta podría haber sido realmente la primera vez que los superhéroes acudieron en auxilio de los campeones del libre mercado. Un rápido vistazo a unos cuantos universos paralelos más resultó gratificante.

Por ejemplo, resulta que a Adam Smith estaba en deuda con un enigmático personaje decimonónico llamado Lamant MacCranston. Aparentemente fue mientras tenía su mente nublada por el hombre conocido como la Sombra de Glasgow cuando Smith descubrió el poder de la Mano Invisible. La frase de MacCranston debería sonar familiar a los oídos modernos, aunque libre de las limitaciones de tiempo en su más ociosa edad, pudo ser amplio al formularla.

Imagínense los jóvenes ojos de Adam Smith iluminándose cuando escuchó por primera vez a la Sombra de Glasgow decir «Quién sabe qué mal acecha en la mente de los hombres, pero si se expresara en un sistema de mercado competitivo, se canalizaría hacia actividades productivas que incrementarían la riqueza de las naciones».

David Ricardo estaba también muy influenciado por el Superman de Londres, cuya identidad a principios del siglo XIX era un empleado de Kent. Viviendo a principios de la Revolución Industrial, el Superman de Londres no era aún el Hombre de Acero, sino sólo el Hombre de Hierro. Pero esto significa que cuando el empleado de Kent presentó su cuenta por su trabajo como auditor, el economista tuvo su primer atisbo de la Ley de Hierro de los Sueldos.

Si nos parece extraño que un mero Hombre de Hierro pudiera haber sido una vez Superman, debemos recordar que los superpoderes están siempre relacionados con un grado de tecnología dado. El Superman de Londres era presentado en su tiempo como «más rápido que una diligencia, más poderoso que una hiladora, capaz de saltar la Catedral de San Pablo con un solo impulso». Fue reflexionando sobre estas consideraciones es cuando Ricardo dio por primera vez con la Ley de la Ventaja Comparativa.

Podría seguir documentando el impacto de los grandes superhéroes del pasado en la tradición liberal clásica. Una vez que uno sabe que la Mujer Maravilla victoriana adoptó el nombre de Harriet Taylor en su vida civil, puede explicarse una gran parte de la carrera de J.S. Mill, aunque tal vez cuanto menos se hable de esto, mejor.

Uno puede haber pensado que ahora y entonces un superhéroe habría intentado dar un empujón a los oponentes de la tradición liberal, pero evidentemente estos personajes eran demasiado inteligentes para ello. Así, las fuerzas anti libre mercado han sido forzadas a inventar sus propios superhéroes. Dado que la economía keynesiana es bastante ficcional, en cualquier caso, Lord Keynes aceptó felizmente esta situación. Por ejemplo, intentó crear un misterioso poder conocido como «multiplicador», pero desafortunadamente para los ilustradores de cómics de todo el mundo, este aspirante a superhéroe nunca despegó.

De hecho, no debería sorprender a los austriacos que durante años la economía keynesiana haya mostrado mucha más afinidad con los supervillanos que con los superhéroes, tal como se demostró una vez más en la carrera de Batman. Enigma, Joker, Dos-Caras—¿No son estos alias del propio Lord Keynes?

Y debemos siempre mirar los nombres completos de los supervillanos en Batman, a veces suprimidos de los medios de comunicación por los izquierdistas. Por ejemplo, el personaje interpretado por el gran austriaco Arnold Schwarzenegger en la una de las películas de Batman se llamaba originalmente «Mr. Wage and Price Freeze» (Señor Salarios y Precios Congelados). Y en una referencia sutil a la insidiosa fuente de la economía keynesiana en Estados Unidos, la supervillana interpretada por Uma Thurman se llamaba inicialmente «Poison Ivy League» (Sociedad Hiedra Venenosa).

Se puede aprender mucho de los cómics. ¿Y es cierto que el Increíble Hulk vienés, expansionado hasta Sacher Torten, una vez tuvo que salvar al economista Eugen von Böm-Bawerk de los merodeadores marxistas en el parque Prater de Viena?

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Cantor, Paul A. “Holy Praxeology, Batman!.” The Free Market 16, no. 3 (March 1998).

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