Los progresistas en América a menudo tienen interés en promover el Estado benefactor europeo como un argumento para apoyar un gobierno grande, especialmente en el debate sobre el cuidado de la salud. Señalan a los países de Europa, especialmente a los países nórdicos socialdemócratas, como modelos de conducta, con sus servicios de salud universal, su sistema de escuelas públicas, su generosa red social de seguridad y a la felicidad de todas las personas que viven allí.
Esta línea argumental consiguió un importante impulso cuando Newsweek proclamó a Finlandia como el mejor país para vivir del mundo, seguido muy de cerca por Suecia y Suiza. Y por supuesto que son felices. Después de todo, no hay pobreza en estos grandes países, la población es educada y las personas generalmente no tienen por qué sufrir en la vida, porque el Gobierno benevolente siempre está ahí para resolver todos los problemas.
Muchas personas han intentado disipar este mito, pero aún persiste. Supongo que no seré capaz de agotar el tema, pero hay algunas cosas que deben saber acerca de esta mítica utopía, el «mejor país del mundo»: Finlandia.
Educación gubernamental
Al igual que otros países escandinavos, a Finlandia le gusta alardear acerca de su sistema de educación pública. Todas las escuelas están dirigidas por el gobierno, incluso las universidades. No hay pago alguno por el ingreso inicial, ni por matrícula semestral o anual, para los estudiantes finlandeses. Por el contrario, los estudiantes realmente reciben más de 400 euros al mes mientras estudian para obtener un grado, además de recibir préstamos y almuerzos estudiantiles, fuertemente subsidiados, etc. La educación superior gratuita es vista como un derecho, y como derecho debe ser accesible. Para tal fin, Finlandia tiene 20 universidades y 27 escuelas politécnicas. Esto en un país con alrededor de 5,3 millones de personas, de los que 1 millón viven en el área de la ciudad capital, y donde sólo otras cinco ciudades tienen una población mayor de 100.000.
Uno podría pensar que es grandioso que haya tantos lugares de enseñanza superior en un país con tan pocos habitantes, prueba de que su pueblo es educado y civilizado. Pocas cosas podrían estar más lejos de la verdad.
En primer lugar, la razón para tener tantas universidades es la política regional. Los políticos compran votos con la creación y el mantenimiento de puestos de trabajo gubernamentales en zonas deprimidas —el truco más antiguo en el libro.
En segundo lugar, la multitud de universidades y escuelas politécnicas bajan el nivel general de la educación, debido a que una población tan pequeña no puede mantener un alto nivel de educación en tantos lugares diferentes. Simplemente no hay un número de personas suficientemente competentes para atender las universidades y las escuelas politécnicas, sin mencionar que muchas de ellas están ubicadas en lugares poco deseables. Sólo unas pocas de las universidades de Finlandia pueden reclamar un muy alto nivel de educación. Por supuesto, la educación en economía está por debajo del promedio en todos los ámbitos.
En tercer lugar, con tan accesible educación superior, se atrae a miles de personas cada año a obtener un grado, aunque nada tengan que ver con el mundo académico. Esto produce un gran número de bachilleres, magisters y doctores que no tienen ningún valor en el mercado de trabajo porque estudiaron literatura, historia del arte, estudios religiosos o algo parecido. En muchos casos, no eligieron sus carreras porque realmente pensaran que les daría un trabajo; la eligieron porque parecía divertida o interesante, o era más fácil que entrar a la escuela de leyes o en la de medicina.
El desempleo entre la gente educada se ha convertido en un problema crónico. La otra cara de la moneda es que Finlandia ha tenido durante mucho tiempo una aguda escasez de personas con habilidades tradicionales tales como: carpinteros, fontaneros, mecánicos etc. —personas que realmente pueden proporcionar servicios valiosos. Como era previsible, la escasez ha impulsado el alza en los precios y demoras en la entrega.
Sanidad universal
Al igual que los otros países escandinavos, Finlandia tiene sanidad universal. Esta es una de las cosas de la cual muchos gustan jactarse. Sin embargo, el sistema de salud es malo incluso para los estándares de sanidad universal.
En primer lugar, no es un sistema de pagador único de la manera que se podría imaginar un sistema de salud manejado y financiado por el Estado — es decir, donde es el Estado central el que proporciona y ejecuta el sistema. En vez de esto, el sistema finlandés es municipal. Cada municipio está obligado formalmente a proporcionar a sus ciudadanos el cuidado de salud. Por supuesto, no todos los municipios pueden permitirse el lujo de un hospital o aún de un centro de salud. Por eso, Finlandia se divide en innumerables distritos de cuidado de la salud, cada uno de ellos servido por centros de salud y hospitales ubicados en algunos de los municipios que componen cada distrito. A primera vista, esto puede parecer razonable y bueno. Después de todo, ¿cuál es la diferencia entre sistemas de cuidado de salud nacionales y municipales? Una muy significativa, como veremos.
Un problema importante con un sistema de cuidado de la salud municipal es que es muy restrictivo. Sólo a las personas que están registradas en el distrito se les permite utilizar los servicios de cuidado de la salud allí. Si tiene una emergencia, usted tiene derecho a recibir tratamiento, pero tan pronto como se encuentra fuera de la UCI, se debe transferir a un hospital en su propio distrito. Esto ha conducido a numerosos casos donde personas han sido enviadas de un lugar a otro, a expensas de los contribuyentes, para dar cabida a estas reglas administrativas.
Uno de los ejemplos más estrambóticos de esto fue el de una mujer que enfermó en la ciudad capital, Helsinki. Se le dio el tratamiento de emergencia, pero tan pronto como pasó la situación de emergencia tuvo que ser transferida de vuelta a su propio distrito, que estaba en Rovaniemi, más de quinientas millas al norte. Tengamos en cuenta que sólo porque uno se encuentra fuera de la sala de emergencias no necesariamente todo está bien y listo para ser dado de alta. Debido a la forma en que se ha configurado el sistema de salud municipal, el individuo enfermo tuvo que ser conducido más de quinientas millas a un hospital diferente.
Una de las leyes más básicas de la sociedad es que mientras más áreas administrativas se establezcan dentro de un estado, más burocracia se produce. Todos estos distritos sanitarios por supuesto deben tener sus propias administraciones, que a su vez tienen que servir de enlace a través de los funcionarios de salud en cada municipio del distrito, y todos ellos tienen que coordinar con los administradores de cada centro de salud y hospital. Y, a continuación, uno tiene que tener un departamento lleno de toda clase funcionarios de cuidado de la salud, a nivel nacional para acabar de complicar las cosas.
Como se puede imaginar, la eficiencia no es uno de los principales atributos del sistema sanitario finlandés. Estudios han demostrado exceso de médicos en algunos lugares con la correspondiente escasez en otros. Muy pocos municipios pueden permitirse mantener servicios de atención de la salud de acuerdo al mandato de la Ley. Centros de salud han sido, y están siendo, cerrados todo el tiempo, pero nunca es despedido un administrador. El Gobierno central debe transferir dinero a los distritos para mantenerlos a flote en forma continua. En otras palabras, Finlandia parece tener un sistema central de cuidado de la salud, manejado y financiado por el estado, pero en realidad tiene un sistema municipal, que ha resultado en mucha más burocracia.
Cualquier país que quiera tener un sistema universal de salud no debe tomar como ejemplo a Finlandia. Una de las tragedias reales de este fracaso es el hecho de que Finlandia tiene algunos de los mejores hospitales privados en el mundo, pero debido a la forma como opera nuestro servicio de atención universal de salud, muy pocos ciudadanos finlandeses llegan a beneficiarse de ellos.
Con licencia para robar
Como consultor de impuestos, yo estoy con frecuencia participando en batallas legales con las autoridades fiscales, representando a mis clientes y tratando de proteger sus derechos. En estas luchas, encuentro la arrogancia y en algunos casos, la malevolencia pura del recaudador, completamente incontrolada. Nunca dejo de estar sorprendido por la ignorancia y la insensibilidad en este particular departamento del Estado.
Como regla general, las autoridades fiscales no se preocupan por la ley, en el caso raro de que la conozcan. No sólo eso, sino que es evidente, por la manera de actuar, que consideran cada centavo como su dinero y sólo podrá retenerlo el contribuyente a discreción de la autoridad. Incluso, sucede que inventan argumentos que son manifiestamente falsos y sin ningún piso legal a fin de recaudar más impuestos e imponer varias otras sanciones. Cuando los contribuyentes desafían sus reclamaciones indignantes, simplemente los ignoran y continúan como si nada hubiera ocurrido —a pesar de que la constitución exija que todas las decisiones y reglamentos hechos por una agencia del gobierno deban estar basadas en la ley y detalladamente explicadas.
Esto no parece sin embargo que aplicara a las autoridades fiscales así como tampoco otros principios jurídicos. En todas las demás cuestiones, usted es inocente hasta que se pruebe su culpabilidad, pero si el recaudador le cobra algo, es usted quien tiene que probar su inocencia. Si uno falla en probar su inocencia, uno es culpable, y son las autoridades fiscales quienes deciden si usted falla.
Este tipo de comportamiento es sin duda familiar para el público americano, ya que el IRS les ha sometido a todo tipo de violaciones. Sin embargo, estas violaciones, llevadas a cabo no menos regularmente en Finlandia que en los Estados Unidos, desafían el aura de utopía que parece que rodear a los Estados benefactores social-demócratas del norte de Europa.
Los estatistas pueden sentirse muy cómodos con los impuestos elevados, pero incluso tienden a ser aprensivos cuando escuchan los estragos a que son sometidos los particulares y sus familias por las autoridades fiscales. Y son por supuesto los particulares y los pequeños empresarios quienes sufren la mayoría de la agresión, porque rara vez tienen el conocimiento o los recursos para defenderse por sí mismos. Los multimillonarios y las grandes empresas por lo menos tienen la oportunidad de luchar; los chicos no. Y eso que se trata de una sociedad compasiva.
En un sistema como este —con leyes de impuestos muy vagas; con funcionarios fiscales que están exentos de responsabilidad por su conducta; y además onerosas, los gastos legales derivados de litigios contra las autoridades fiscales nunca tienen compensación— se violan rutinariamente los derechos de los contribuyentes. Los funcionarios no tienen ningún interés en tomar la decisión correcta, por lo que cuando un caso no es completa y totalmente obvio, deciden en favor del Estado.
El estado promulga una legislación vaga y, a continuación, hace que el contribuyente pague por su interpretación.
Después de eso, el contribuyente podrá elegir entre pagar el impuesto adicional y a menudo ilegal, o gastar tiempo y dinero en desafiar la decisión. Y debido a que los funcionarios de impuestos pueden y rutinariamente lo hacen, ignorar los argumentos del contribuyente, incluso el más trivial de los casos puede ser apelado a través del sistema judicial hasta llegar a lo más alto, a la Corte Suprema Administrativa, el máximo Tribunal del país. Si el contribuyente tiene mala suerte, el resolver una controversia puede tomar tanto como diez años, a un costo decenas de miles en honorarios legales. Y si gana, no se le compensa el tiempo y el dinero gastado en defensa de sus derechos, ni son reprendidos por su conducta los funcionarios fiscales responsables. Por esta razón, la mayoría de disputas de impuestos son decididas principalmente en base a la jurisprudencia, y la jurisprudencia ha sido en gran medida pagada por los contribuyentes. En otras palabras, el estado promulga una legislación vaga y, a continuación, hace que el contribuyente pague por su interpretación.
Deudas en aumento
La realidad y el futuro del Estado benefactor finlandés no son muy brillantes. La crisis en Grecia y en los demás países de la PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) ha dado lugar a un muy necesario debate sobre el estado de las finanzas públicas en Europa. Por primera vez en mucho tiempo, los políticos están realmente hablando de la necesidad de recortar el gasto del Gobierno. Aunque esto es sin duda positivo, incluso aquellos políticos que abogan por recortar el gasto no parecen comprender lo que realmente significa.
El creciente déficit y las deudas nacionales no son el resultado de una escasez de ingresos fiscales. En Finlandia, la tasa de impuesto marginal máxima para los individuos es superior al 50 por ciento. Se cobra un impuesto de valor agregado sobre todos los bienes y servicios a todos los niveles de producción. La tasa de impuestos para servicios y bienes de consumo normales fue recientemente elevada del 22 al 23 por ciento. Como en los Estados Unidos, hay una gran multitud de diferentes tasas y tarifas impuestas sobre todo lo que existe bajo el sol.
Lo que ha llevado al Estado benefactor finlandés a un desastre fiscal es el siempre creciente gasto del Gobierno. Incluso durante los 15 años anteriores al colapso del 2008, un período mencionado como de continuo crecimiento económico, no se pagó la deuda nacional. En 1994, la deuda nacional finlandesa fue 51,7 millones de euros. En 2007, ascendió a 56,1 millones de euros. A finales de 2009, la deuda se disparó a 64,3 millones de euros y a finales de junio de 2010, aumentó a 69,8 millones de euros. Esto a pesar del hecho de que los ingresos por impuestos habían permanecido estables, y aún incrementado, entre el 2000 y el 2009. Las cifras muestran que el gasto gubernamental durante este mismo período aumentó de 33 millones de euros en 2000 a 46,9 millones de euros en 2009. El gasto proyectado para 2010 y 2011 es 52,5 millones de euros y 50,4 millones de euros, respectivamente. Se estima que la deuda nacional llegará a 85 millones de euros al final del año fiscal 2010.
Conclusión
Finlandia es y ha sido durante mucho tiempo, el orgullo del utópico Estado benefactor social-demócrata en Europa y ahora ha sido nominado como el país más grandioso del mundo, en un extraño remedo del premio otorgado a Ben Bernanke como Personaje del Año por la Revista Time.
En Finlandia, los progresistas creen, el gran gobierno funciona. También lo hacen el cuidado universal de la salud y la educación pública “gratuita”. Y si Finlandia puede hacerlo, también pueden hacerlo los Estados Unidos. El defecto en ese argumento es que Finlandia realmente no puede hacerlo, no más de lo que puede Obama mantener sus promesas.
El Estado benefactor finlandés llega ya a un precio que no podemos permitirnos. El sistema de cuidado de la salud es enormemente ineficiente y costoso y estorba el camino de acceso de la gente normal a una verdadera y grandiosa atención médica proporcionada por el sector privado. La educación pública es también muy costosa y constantemente se encuentra “corta” de dinero. Los libros de texto pasan de generación a generación, todo el mundo aprende las mismas falacias que quienes los antecedieron, si se logra que los libros sean aún legibles.
La idea del derecho de todo el mundo a un título universitario se ha traducido en un número muy elevado de los graduados universitarios, pero sus grados a menudo no tienen ningún valor en el mercado de trabajo. Debido a los altos impuestos y a ambos, los altos riesgos legales y financieros, al emplear personas, una tasa de desempleo del 8 por ciento se considera normal. ¿Y he mencionado que el sistema de jubilación es centavo a centavo un esquema Ponzi tanto como el sistema de seguridad social de los Estados Unidos y está al borde del colapso?
La deuda nacional ya ha alcanzado niveles alarmantes. Por otra parte, no ha habido un periodo prolongado de tiempo en que el monto de la deuda haya sido sistemáticamente pagado. En el mejor de los casos se ha mantenido estable, para sólo incrementarse en casi un 50 por ciento en el último par de años, si las proyecciones son ciertas. La quiebra vendrá a menos que se realicen cambios significativos.
Sin embargo, deseo terminar con una nota positiva. En encuesta tras encuesta, los finlandeses favorecen abrumadoramente el recorte del gasto como un medio para lograr poner bajo control las finanzas públicas del gobierno. Anteriormente, a los finlandeses no les ha importado pagar impuestos, pero ahora están despertando al hecho de que el aumento en los impuestos no es ya una opción viable.
El año próximo, los finlandeses vamos a las elecciones para elegir un nuevo parlamento. Espero que el resultado de la elección refleje esta importante y nueva realidad.