Los que busquen un mensaje espiritual o religioso profundo en la nueva película de Ridley Scott, Éxodo: dioses y reyes, probablemente sería mejor que en su lugar volvieran a ver En busca del arca perdida.
Sin embargo, como un ejercicio de temas políticos y militares, Éxodo es moderadamente exitosa. Fundamentalmente, Éxodo es una película sobre una revuelta de esclavos liderada por un exgeneral egipcio llamado Moisés. Asimismo, los rebeldes esclavos tienen una superarma difícil de manejar y muy poderosa de su lado, al que llaman el Dios de Jacob. Sin embargo, cualquier otra similitud con el Dios de las escrituras judías y cristianas es pura coincidencia.
La película empieza con Moisés, un miembro de la casa real del faraón, ayudando al hijo de este, Ramsés (el futuro Ramsés el Grande) a liderar un ataque preventivo contra una banda de hititas que han levantado la ira del estado egipcio.
Al viejo faraón le gusta mucho Moisés y es un hombre sabio, dándonos la primera pista de que va a ser una película sobre política cuando dice a Moisés que «los hombres que ansían poder son los más apropiados para adquirirlo y los menos apropiados para ejercerlo». Esa sabiduría no llega sin embargo al joven Ramsés, que pronto sucede a su padre.
Las cosas van mal para Moisés cuando se revela que de hecho es un hebreo y él y sus parientes se exilian por haber engañado a la casa real todos estos años.
En el exilio, Moisés se casa, tiene una experiencia religiosa y conoce al Dios hebreo (o posiblemente a su mensajero). Luego Moisés abandona a su nueva familia para volver a Egipto donde siente que es llamado para liberar a los hebreos de su estado de esclavitud.
De vuelta entre los esclavos de Egipto —sin que lo sepa Ramsés— Moisés empieza a promover un levantamiento entre los hebreos y les enseña habilidades militares.
Moisés (y Dios) como terrorista
Una vez evaluada la posición estratégica de los hebreos, Moisés los alza en un discurso, señalando que si fueran mayores en número podrían empezar una guerra convencional y atacar al enemigo de frente. Pero, como son demasiado pocos en número para esto, deben en su lugar llegar al faraón atacando primero a la gente común de Egipto y llegar a los gobernantes a través de la gente. En otras palabras, los hebreos van a adoptar la estrategia de los terroristas —apuntar a la población civil para realizar cambios políticos en niveles superiores.
A partir de entonces, los hebreos se dedican a destruir los suministros de alimentos, los navíos mercantes y las líneas comerciales egipcios. Está claro que su objetivo es hacer pasar hambre a sus enemigos.
Dios acaba impacientándose con la guerra de desgaste y declara que está durando demasiado. Cuando Moisés le pregunta qué debería hacer, Dios simplemente le aconseja «mirar». Luego llegan las plagas del Éxodo bíblico y los egipcios empiezan a pasar hambre.
Finalmente, el golpe de gracia (por decirlo así) de Dios es la muerte de todo primogénito varón en Egipto, incluyendo el hijo niño del faraón.
Con la muerte de su hijo, Ramsés cede y ordena irse a los hebreos, pero no antes de mostrar a Moisés su hijo muerto y preguntarle: «¿Es este tu dios? ¿El asesino de niños? ¿Qué tipo de fanático adora un dios así?» En difícil no advertir que Scott está aparentemente tratando de hacer comparaciones entre los palestinos modernos en Israel y los antiguos hebreos, tanto en sus motivaciones como en sus tácticas.
Este sería un tema interesante para explorar, pero a la película le falta autodisciplina para ceñirse a un solo tema. Por el contrario, Éxodo juega con varios temas —ninguno de los cuales lleva a ningún resultado satisfactorio— y además de dejar implícito que los hebreos son fanáticos religiosos, sugiere brevemente que podría ser una película sobre los efectos de las diez plagas sobre la política interna de Egipto o una película sobre cómo podrían ver los incrédulos dichas plagas desde una perspectiva pagana egipcia. Por desgracia, con Éxodo el espectador no es así de afortunado y acaba sin nada que resulte lo bastante atractivo.
El Estado policial del faraón
Dentro a la historia contada a medias de la política interna de Egipto, Scott si toca al menos la idea de Egipto como estado policial tanto en imágenes como en temas. Las imágenes de las tropas del faraón escondiéndose detrás de unos escudos en forma de antidisturbios actuales recuerda las actuales acciones del estado policial y las tropas se envían asimismo a guetos de esclavos para detener a a grupos culpables en una especie de Kristallnacht antigua. También se emplean otras tácticas contra los esclavos, incluyendo ahorcamientos en masa de inocentes ordenados por el faraón en un vano intento de motivar a los esclavos para que abandonen a Moisés.
La brutalidad del faraón no termina tampoco con los hebreos. Cuando los egipcios empiezan a pasar hambre como resultado de las plagas divinas, el faraón tiene sus propios almacenes de emergencia de alimentos para é y supuestamente para los protectores del régimen. Pero cuando los egipcios corrientes intentan robar alguna comida para sí, son atropellados por las tropas del faraón, que no dudan en disparar contra su propio pueblo. Cuando afrontan una amenaza de un grupo étnico separatista, no hay solidaridad entre los egipcios. Es el régimen contra todos los demás.
Por desgracia estas escenas son ignoradas en buena parte de la narración general que se mantiene desenfocada. Además, nunca vemos la reacción de los egipcios comunes al verse atropellados por su propio rey y no hay ningún arco histórico para la población hebrea, ya que simplemente se nos deja adivinar los efectos de las tácticas del faraón sobre su población. Acaban siguiendo a Moisés fuera de Egipto, pero ¿es por disgusto con el régimen egipcio o por fe religiosa? Nunca lo sabremos.
Una película sobre políticos
De hecho, el defecto clave de esta película es que pretende relatar enormes acontecimientos políticos que afectan a miles de personas, pero en ningún momento proporciona ninguna visión de cómo se ven realmente afectadas esos miles de personas. En películas que tienen lugar ante el telón de enormes acontecimientos históricos o fantásticos, la mayoría de los directores tienen cuidado de ofrecer un «cualquierhombre» con el que pueda identificarse la audiencia. Los ejemplos incluyen a Frodo el hobbit, Forrest Gump o el propio Marco Polo en la nueva serie de Netflix del mismo nombre. Por el contrario, lo que tenemos en Éxodo es una película sobre un profeta, un rey y una deidad, ninguno de los cuales son representativos del pueblo que cada uno afirma liderar, ni son interesantes dentro del contexto de la película.
La película está lo suficientemente bien hecha como para que los principales personajes humanos tengan motivos identificables, pero nunca llegamos al punto en que nos preocupe ninguno de ellos para que se llegue a mucha tensión dramática. Dios es incluso más amorfo como personaje, así que en definitiva no queda claro si el faraón es el malvado en esta película o si lo es el dios de Moisés. Puede que no lo sepa el propio Scott. En el desenlace, el faraón escapa con vida, aunque miles de esclavos hebreos y miles de súbditos inocentes del faraón —a ninguno de los cuales conocemos— no.