Hoy en día, rara vez pasa una semana sin recibir noticias sobre las llamadas diferencias salariales entre hombres y mujeres. Incluso ahora existe un «día de la brecha salarial» el 10 de noviembre. Este es el día en que las mujeres supuestamente comienzan a trabajar gratis durante el resto del año. Los 51 días restantes son el 14% del año, cifra que corresponde a la brecha salarial entre mujeres y hombres.
Sin embargo, difícilmente se puede encontrar un enfoque más insensato de esta cuestión, ya que la idea detrás de la narrativa de «trabajar gratis» es una afrenta a cualquier estudio serio de la cuestión de la brecha salarial.
Se suele afirmar que la brecha es producto de la discriminación y el sexismo. Pero cualquier enfoque científico del tema requiere que si vamos a hacer tal afirmación, debemos tener en cuenta otras variables que afectan a los salarios, como la autoclasificación de los empleados, la experiencia laboral total (incluyendo el tiempo de trabajo) y la educación. Una vez que corregimos estas variables, se genera la brecha salarial ajustada, que es significativamente menor. Está más cerca del rango del 2-5%, dependiendo del estudio. Sin tales ajustes, es obvio que uno está comparando manzanas y naranjas. También podríamos decir que un camionero que gana 12 veces menos que un banquero está trabajando gratis desde febrero, casi todo el año.
Sin embargo, no quiero tratar aquí la distinción obvia entre la diferencia salarial estadística y la diferencia salarial ajustada, a pesar de que la prensa popular se niega constante y apasionadamente a aprender algo de la investigación existente. Me gustaría centrarme aquí en lo que queda después del ajuste: esa pequeña, pero todavía positiva, diferencia salarial del 2 al 5%.
Hagamos una pausa y analicemos cómo se hace el ajuste. Existen varias herramientas estadísticas ampliamente utilizadas para hacerlo, pero su núcleo metodológico general es el mismo. Clasificamos a los trabajadores según algunas características objetivas y fácilmente reconocibles, como la educación, el tiempo de trabajo, el sector, etc. Además, mediante el análisis econométrico, se intenta ver la conexión estadística de cada cambio (aumento o disminución) de una variable objetiva en particular que resulta en cambios en el nivel salarial. Después de que se realiza el filtrado, podemos reconocer cuánta educación, tiempo de trabajo y experiencia pueden contribuir a un mayor ingreso. Sin embargo, esto no hace que la diferencia salarial sea nula.
¿Cuál es un enfoque adecuado para este tipo de residuos? Hay dos enfoques: uno ideológico y otro científico. Uno científico es simple y llanamente: mi modelo es limitado. No puede explicar la brecha salarial estadística existente con referencia a algunos datos objetivos y fácilmente mensurables.
El enfoque ideológico es el más utilizado: No puedo explicar la brecha completamente por mi modelo, pero sé la respuesta a priori sin más pruebas. Debe ser discriminación y parcialidad contra las mujeres.
La respuesta científica puede ser fácilmente complementada por una reflexión económica adecuada relacionada con el «debate del cálculo socialista». Como bien saben los lectores austriacos, la conclusión más importante de esa discusión fue que el propietario político central no tiene medios objetivos para reconocer adecuadamente la verdadera productividad de los factores de producción: las máquinas, la tierra, los recursos naturales y los trabajadores también. Para calcular hay que conocer la valoración de los factores, que en la economía de mercado es descubierta por el proceso competitivo. Esa es la única manera de llegar a un reconocimiento del valor de mercado adecuado.
Probablemente te imagines a dónde va a parar. El debate sobre la brecha salarial depende de la idea de que es posible descubrir algún «valor objetivo» del trabajo, que luego puede insertarse en una ecuación. ¿Puede un determinado factor de producción –es decir, un trabajador– reducirse a la suma de la educación formal, el tiempo de trabajo, el sector, la experiencia, etc.? Si es así, entonces hemos resuelto el problema del cálculo socialista! Los burócratas pueden entonces simplemente calcular lo que debe pagarse a cada trabajador y entregar esos dictámenes a todos los empleadores. En otras palabras, los «expertos» del gobierno pueden ahora calcular los salarios de todos por adelantado. Los mercados ya no serían necesarios.
En el mundo real, sin embargo, nada ha cambiado la relevancia de la demostración de Mises hace casi un siglo de que es imposible calcular estos valores sin el mercado.
Entonces, ¿cuál es el valor real del trabajo cuando se mide caso por caso? Afortunadamente, existe una respuesta austriaca a este problema de las diferencias salariales: algunas discrepancias de precios son un reflejo de características inconmensurables que los empresarios descubren en el proceso del mercado. Los salarios de los jugadores de la NBA difícilmente pueden reducirse totalmente a medidas objetivas como: puntuación, rebote, altura, velocidad, experiencia, etc. Simplemente hay más en su valor de mercado. No hay razón para suponer que otros mercados laborales deberían ser diferentes. Algunas cosas no se pueden medir completamente.