Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, ha anunciado que el euro digital estará listo para octubre de 2025.
Sin embargo, subrayó la importancia de avanzar en el proceso legislativo que impondría el euro digital, instando a la Comisión Europea, al Consejo Europeo y a los parlamentos de los Estados miembros a acelerar las leyes y directivas necesarias para hacer viable el euro digital.
¿Por qué tanta prisa? Las pérdidas del Banco Central Europeo han aumentado a 7.800 millones de euros, y la autoridad monetaria europea ha registrado la segunda pérdida consecutiva, mientras que los bonos soberanos en Europa han vuelto a desplomarse en los dos primeros meses de 2025. El BCE necesita un euro digital para lavar su desastrosa política de la última década.
La segunda razón es porque la confianza en la política del BCE está disminuyendo, los bonos soberanos ya no son un activo de reserva y las expectativas de inflación aumentan. La prisa por imponer el euro digital también llega en un momento en que los Estados miembros europeos han anunciado grandes planes de gasto, endeudamiento e inversión en defensa. Así pues, el euro digital es fundamental para imponer el uso del euro como moneda, ampliar el control de los ciudadanos, y disfrazar los desequilibrios fiscales con una peligrosa herramienta emitida por una institución monetaria que ha perdido la mayor parte de su credibilidad en los últimos cinco años.
Recordemos que el mandato del BCE es la estabilidad de precios, pero la inflación en la zona euro ha superado el 22% en los últimos cuatro años. Al mismo tiempo, el índice de bonos soberanos europeos ha caído un 14% desde 2022.
Hay otra razón importante para apresurar el euro digital. Los bancos centrales y las empresas de inversión de todo el mundo temen que los Estados europeos confisquen los activos del banco central ruso, sentando un peligroso precedente que podría afectar a los activos de otras naciones no europeas. Como los fondos extranjeros que temen la confiscación pueden abandonar el sistema financiero europeo, el euro digital puede ser una herramienta útil para imponer el uso de la moneda aunque disminuya la demanda.
El euro digital, que Lagarde describió en 2022 como «un billete digital con un poco menos de anonimato que el billete de papel porque lo emite y garantiza el banco central», es una herramienta innecesaria y peligrosa.
Las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC, por sus siglas en inglés) han acaparado la atención como la tecnología del futuro para los sistemas monetarios, pero bajo su promesa de eficiencia e innovación se esconde una realidad más pesimista: pueden servir como herramientas de vigilancia, erosionando la privacidad personal y la libertad financiera.
En la Unión Europea, donde los límites a la libertad de expresión y la anulación de elecciones ya son motivo de preocupación, un CBDC puede verse como vigilancia disfrazada de moneda.
Las CBDC no son meras versiones digitales de las monedas existentes, sino que se emiten directamente a las cuentas de los bancos centrales, lo que permite una supervisión sin precedentes de las transacciones financieras. Esta emisión directa significa que los bancos centrales pueden controlar todas las transacciones, incluidos los hábitos de gasto, los ahorros y las actividades de préstamo. Podemos comparar este sistema con tener un agente de policía en tu cocina, lo que subraya la naturaleza intrusiva de la moneda digital.
La gestión centralizada de datos financieros en los CBDC plantea importantes problemas de privacidad. Los partidarios de los CBDC afirman que pueden mejorar los procesos de conocimiento del cliente (KYC) y de lucha contra el blanqueo de capitales (AML). Sin embargo, estas tareas no necesitan una moneda digital del banco central porque pueden realizarse perfectamente con el dinero electrónico actual. Además, si al Banco Central Europeo le preocupa avanzar en la era digital, debería promover la competencia, no eliminarla. El ejemplo del yuan digital chino es importante porque combina los avances tecnológicos con una mayor capacidad de control y vigilancia por parte del Estado. Cuando los dirigentes de la Unión Europea utilizan constantemente la excusa de la desinformación y la injerencia para limitar la libertad personal, una moneda digital puede ser una herramienta muy peligrosa utilizada para el control de la sociedad.
Más allá de la vigilancia, la CBDC también ofrece al banco central la capacidad de controlar y manipular el comportamiento financiero. Al influir directamente en las pautas de gasto, los bancos centrales podrían imponer penalizaciones a los particulares por transacciones consideradas inadecuadas por los políticos, al tiempo que recompensarían a los que se doblegan. Así, los bancos centrales podrían penalizar el gasto excesivo en compras intensivas en carbono o el ahorro excesivo. Este nivel de control socava los principios de libertad financiera y privacidad, convirtiendo los CBDC en instrumentos de represión financiera en lugar de herramientas para la eficiencia económica.
La introducción de un CBDC en un momento en que los Estados europeos anuncian cientos de miles de millones de gasto y deuda adicionales también presenta importantes riesgos económicos. Al eludir los canales bancarios tradicionales, los CBDC podrían provocar un crecimiento descontrolado de la masa monetaria, exacerbando las presiones inflacionistas. La experiencia de 2020, donde una oferta monetaria excesiva desencadenó una rápida inflación, confirma estas preocupaciones.
Los defensores de los CBDC argumentan que pueden ayudar a combatir los delitos financieros al proporcionar una mejor trazabilidad y transparencia mediante la tecnología de libro mayor distribuido, pero esto no requiere una moneda digital del banco central. Ya existe en el actual sistema de moneda electrónica con bancos comerciales independientes.
Banco central Las monedas digitales se venden como soluciones innovadoras y eficientes, pero representan una forma de vigilancia disfrazada de moneda, que ofrece a los bancos centrales un control sin precedentes sobre las transacciones financieras personales.
El Banco Central Europeo no quiere acelerar el euro digital por la creciente demanda ciudadana, sino porque teme que su estatus de emisor de moneda de reserva mundial se evapore y, por tanto, necesita imponer una forma de control a través de las finanzas.