¿Qué hace falta para quitar la libertad a un hombre? Para muchos progresistas, nada más que un mal lugar de trabajo. Amazon carga ahora con el muerto por su entorno laboral, como oponentes como Business Insider calificándolo como un «campo de esclavos».
Pero esta comparación equivoca la naturaleza fundamental de la coacción.
Muchos izquierdistas, como la libertaria de izquierda Susan Webber en Naked Capitalism, argumentan que deben trabajar para vivir y que por tanto el trabajo es coactivo. Si debes hacer X para vivir, indudablemente quien controle tu capacidad para hacer X te está coaccionando.
El problema de este argumento es que el estado de naturaleza no es un paraíso roussoniano, sino un lugar brutal en el que la mayoría muere. El estado de naturaleza implica pobreza e interminable trabajo arduo para atrapar, matar y cocinar la comida para mantenerse vivo. El trabajo diario es todo momento en que se está despierto y la paga es poco más que una comida ocasional.
No hay nada que impida que la gente viva así en el mundo moderno—digamos, fuera del sistema— pero la belleza del capitalismo es que nos ofrece una forma de salir de esta desdichada existencia. Cuando una empresa ofrece un empleo a un hombre, no está diciendo: «¡trabaja o muere!» en la forma en que lo hace un esclavista: le promete que, si la ayuda a triunfar, le dará dinero para mejorar su vida.
Los profesores Bertram, Gourevitch y Robin, en Crooked Timber, dan otro argumento: el lugar de trabajo es coactivo debido a un equilibrio desigual de poder. Los empresarios pueden, después de todo, despedir a empleados si no hacen X. Pero esto equivoca la naturaleza del trabajo e ignora el poder de los empleados.
La coacción, según el Oxford English Dictionary, es «La práctica de persuadir a alguien para hacer algo, mediante el uso de la fuerza o la amenaza». Implica una amenaza de dañar a alguien si no hace X. En una prisión o campo de esclavos, los prisioneros pueden ser golpeados o matados por no cumplir órdenes.
Esto es esencialmente distinto de la promesa de un empresario como Amazon, que es tener una relación con trabajadores mientras dicha relación sea mutuamente beneficiosa. Mientras el empleado trabaje bien, Amazon continuará ayudándole a mejorar su vida. Si el empleado ya no proporciona valor a Amazon, este no tiene ninguna obligación de continuar ayudándole.
Rechazar continuar ayudando a alguien es esencialmente distinto del uso de «la fuerza o la amenaza» propias de la coacción. El látigo de un esclavista empeora el estatus de una persona si no hace lo que se le dice. Los pagos continuos de un empresario hacen que mejore el estatus de alguien si hace lo que se le pide.
Es verdad que ser despedido puede llevar a los exempleados a una situación dura y eso es más cierto si son despedidos sin avisar. Las duras condiciones de trabajo de Amazon, combinadas con el fantasma de ser despedido de repente si no se rinde todos los días, no constituyen un trabajo que elegiríamos la mayoría. Pero igualar esto a un campo de esclavos hace un flaco servicio al negar su voluntad.
La comparación ignora el poder de los empleados. Pueden abandonar una empresa siempre que quieran y tener ese poder puede dejar a sus antiguos empleadores en un brete. En una empresa pequeña o atareada, un empleado que se va puede dejarla sin la mano de obra necesaria para cumplir con sus obligaciones. Si un contable abandona repentinamente H&R Block durante la temporada fiscal, dejara a su franquicia luchando para recuperar el espacio perdido.
Incluso una gran empresa como Amazon, los empleados que abandonan repentinamente la empresa cuestan dinero a sus jefes. Según el Center for American Progress, de tendencia progresista, los costes de sustitución de empleados por debajo de 50.000$ anuales cuestan de medio un 20% del salario anual de esos empleados. Estos costes incentivan a los empresarios a retener al personal y conceden poder de negociación a los empleados.
Ese lenguaje también ignora el hecho de que la gente tiende a encontrar empleos que consideran su mejor opción.
Es verdad para los «centros de cumplimiento» de Amazon, que fueron un tema candente en 2013.Pero, como señala The Guardian, Amazon construye estos centros en «lugares de alto desempleo y pocas oportunidades económicas». Los trabajadores que de otra manera no encontrarían un empleo acuden a Amazon, sabiendo que, aunque pueda no ser perfecto, pero supera su situación actual—el desempleo. También es verdad que los trabajadores de cuello blanco de Amazon resultan haber sido el tema de la última polémica.
Amazon tiene «uno de los procesos de contratación más rigurosos de Estados Unidos», según Business to Community, y esos contratados podrían encontrar trabajo en la mayoría de las demás empresas tecnológicas. Pero decidieron trabajar en Amazon. En lugar de considerar que estos hombres y mujeres pueden elegir trabajar en Amazon por alguna razón, los progresistas consideran sus decisiones y su voluntad como coacción.
El asunto de la coacción es importante de entender, porque es la diferencia esencial entre el gobierno y el sector privado. Si no se hace X, el gobierno te puede castigar: puede quedarse con tus ahorros, mandarte a prisión, incluso fusilarte. Eso es una verdadera coacción. Por el contrario, si un empresario te pide hacer X, no puede amenazarte: todo lo que puede hacer si dices que no es rechazar seguir dándote dinero.
Esta diferencia destaca la libertad esencial del mercado. En cualquier relación basada en el mercado, una parte puede renunciar y la otra parte no puede dañarle. Esta es una libertad que es notable que falta en nuestras interacciones con el gobierno.