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Entendiendo el axioma de la acción: cómo determina la estructura de la sociedad

La sociedad humana es un entramado complejo y en constante evolución de relaciones, instituciones y comportamientos. En el corazón de esta complejidad subyace una pregunta fundamental: ¿Por qué la gente hace lo que hace? ¿Qué impulsa la acción humana y cómo configura las sociedades en las que vivimos? Ludwig von Mises, destacado economista austriaco, ofreció una respuesta convincente a través de lo que denominó el «axioma de la acción».

¿Qué es el axioma de la acción?

En esencia, el axioma de la acción es una idea sencilla pero profunda: los seres humanos actúan con determinación para alcanzar los fines deseados. Esto significa que cada acción que realizamos está impulsada por una razón, un objetivo que intentamos alcanzar. Ya sea algo tan básico como comer para saciar el hambre o tan complejo como dirigir una empresa para obtener beneficios, nuestras acciones siempre van encaminadas a mejorar nuestra situación tal y como la percibimos.

El axioma de la acción de Mises es una piedra angular de la praxeología, el estudio de la acción humana. Sugiere que el comportamiento humano no es aleatorio ni arbitrario, sino que está guiado por una evaluación constante de cómo podemos pasar de un estado menos satisfactorio a otro más satisfactorio. Este axioma subyace en gran parte de la teoría económica, pero sus implicaciones van mucho más allá de la economía e influyen en nuestra comprensión de la sociedad, la política y las relaciones humanas.

La diversidad: el catalizador de la complejidad

Uno de los aspectos más fascinantes de la sociedad humana es su diversidad. Las personas difieren en innumerables aspectos: en sus talentos, habilidades, preferencias, objetivos y valores. Esta diversidad es a la vez un punto fuerte y un reto para cualquier sociedad. Permite una rica variedad de experiencias e innovaciones, pero también requiere sistemas de organización para gestionar eficazmente estas diferencias.

El axioma de la acción nos ayuda a comprender por qué la diversidad es tan fundamental. Cada persona, impulsada por sus deseos y circunstancias particulares, toma decisiones diferentes. Algunos optan por el arte, otros por la investigación científica o el espíritu empresarial. Estas elecciones contribuyen a la gran variedad de funciones y especializaciones en la sociedad, desde profesores y médicos hasta ingenieros y artistas.

Esta diversidad de acciones conduce al desarrollo de sociedades complejas en las que las personas deben coordinar sus esfuerzos para alcanzar objetivos comunes. Pero, ¿cómo se organizan estos individuos tan diversos? Esta pregunta nos lleva a la evolución de las estructuras sociales, en particular a la aparición de las jerarquías.

Evolución y aparición de jerarquías

A medida que las sociedades evolucionan, se enfrentan al reto de organizar a individuos diversos de forma que maximicen su potencial colectivo. Este reto conduce a menudo a la formación de estructuras jerárquicas, en las que los individuos o grupos se clasifican según su autoridad o estatus.

Las jerarquías son un resultado natural del axioma de la acción. A medida que las personas se esfuerzan por alcanzar sus objetivos, a menudo se dan cuenta de que trabajando juntas de forma estructurada pueden lograr más de lo que habían previsto inicialmente. Por ejemplo, en una empresa, los distintos empleados asumen diferentes funciones: los directivos supervisan a los trabajadores y los ejecutivos toman las decisiones estratégicas. Esta división del trabajo permite la eficiencia y la especialización, ayudando a la organización a alcanzar sus objetivos con mayor eficacia.

Pero, ¿por qué las sociedades contemporáneas forman más a menudo jerarquías que estructuras anárquicas? La respuesta está en los beneficios que pueden ofrecer las jerarquías.

En primer lugar, las jerarquías proporcionan un marco claro para la toma de decisiones y la coordinación. Cuando las funciones y responsabilidades están bien definidas, es más fácil gestionar los recursos, asignar tareas y alcanzar objetivos colectivos. En una sociedad compleja, esta eficiencia es crucial para la supervivencia y el éxito.

En segundo lugar, los sistemas jerárquicos suelen ofrecer estabilidad, esencial para la planificación y el desarrollo a largo plazo. Por ejemplo, estas organizaciones suelen establecer leyes y reglamentos para ayudar a mantener el orden, proteger la propiedad y garantizar que las personas puedan perseguir sus objetivos en un entorno seguro.

Además, las personas tienen diferentes habilidades y capacidades, y las jerarquías pueden reflejar esta diferenciación natural. Quienes tienen más experiencia o capacidad de liderazgo suelen ascender a puestos de autoridad, donde pueden guiar y dirigir a los demás. Este proceso puede conducir a resultados más eficaces para la sociedad en su conjunto.

Por último, una vez establecida una estructura jerárquica, puede llegar a autorreforzarse. Las instituciones, normas y prácticas que se desarrollan dentro de una jerarquía suelen condicionar las decisiones futuras, dificultando la transición a sistemas alternativos. Esta dependencia de la trayectoria puede afianzar las jerarquías, aunque no siempre sean la solución óptima para todos los implicados.

La coacción y el axioma de la acción

La coerción, aunque a menudo se considera negativa, es un factor importante en el desarrollo y mantenimiento de las estructuras jerárquicas. El axioma de la acción ayuda a explicar por qué puede emplearse la coacción: cuando los individuos o los grupos ven la coacción como un medio necesario para alcanzar los fines deseados, pueden recurrir a ella, especialmente si la cooperación voluntaria parece inalcanzable o ineficaz.

En muchos contextos históricos, las jerarquías se han establecido y mantenido mediante el uso del poder coercitivo. Por ejemplo, las monarquías, los imperios y los regímenes autoritarios han recurrido a menudo a la fuerza militar, las restricciones legales y las normas sociales para obligar a la obediencia y mantener el orden jerárquico. La clase dirigente, motivada por el axioma de la acción, puede percibir que controlar a los demás es la forma más eficaz de conseguir sus fines, ya sean riqueza, seguridad o poder.

Incluso en casos menos extremos, la coacción puede manifestarse de formas más sutiles, como la presión económica, las expectativas sociales o las normas institucionalizadas que refuerzan las relaciones jerárquicas. En estos casos, las personas pueden sentirse obligadas a ajustarse a la jerarquía, aunque no esté en consonancia con sus objetivos personales, ya que resistirse podría acarrear consecuencias indeseables.

¿Puede el axioma de la acción conducir potencialmente al anarquismo?

Sin embargo, es importante reconocer que el axioma de la acción no favorece intrínsecamente la jerarquía frente a otras formas de organización social. Aunque las jerarquías son comunes, no son el único resultado posible del axioma de acción. De hecho, el mismo principio que impulsa la creación de jerarquías puede dar lugar al anarquismo.

El anarquismo se basa en la idea de que las personas pueden cooperar voluntariamente y organizarse sin necesidad de jerarquías impuestas. Los defensores del anarquismo sostienen que las jerarquías suelen conducir a la coerción, la desigualdad y la concentración de poder en manos de unos pocos. En su lugar, abogan por una sociedad en la que los individuos se asocien libremente y colaboren basándose en el beneficio mutuo y los objetivos compartidos.

Desde la perspectiva del axioma de la acción, el anarquismo podría surgir si los individuos perciben colectivamente que un sistema no jerárquico sirve mejor a sus fines. Si las personas creen que la cooperación voluntaria y las relaciones igualitarias son más eficaces para alcanzar sus objetivos que las estructuras jerárquicas, especialmente las mantenidas por coerción, podrían optar por rechazar las jerarquías en favor de formas anárquicas de organización.

Este cambio puede producirse en contextos en los que las jerarquías se consideran opresivas, ineficaces o contraproducentes. Por ejemplo, en una comunidad donde el gobierno central se percibe como corrupto o ineficaz, la gente podría optar por organizarse a través de redes locales descentralizadas. Estas redes podrían funcionar sobre la base de principios de ayuda mutua, en los que los individuos trabajan juntos para satisfacer sus necesidades sin depender de la autoridad jerárquica.

La naturaleza dinámica de las estructuras sociales

Una de las ideas clave del axioma de la acción es que las estructuras sociales no son estáticas. Al igual que los individuos evalúan y ajustan continuamente sus acciones para alcanzar mejor sus objetivos, las sociedades pueden evolucionar y cambiar en respuesta a nuevas circunstancias y retos. Las jerarquías pueden dominar en una época, mientras que en otra podrían surgir estructuras más descentralizadas o anárquicas. El axioma de la acción sugiere que, a medida que evolucionan las percepciones de las personas sobre lo que mejor sirve a sus objetivos, también lo harán las estructuras que crean.

Por ejemplo, el auge de la tecnología digital e Internet ha dado lugar a nuevas formas de organización que desafían las jerarquías tradicionales. Las comunidades en línea, los proyectos de código abierto y las redes descentralizadas son ejemplos de cómo las personas pueden colaborar e innovar sin depender de estructuras jerárquicas. Estos avances demuestran que el axioma de la acción puede dar lugar a una amplia gama de formas sociales, dependiendo del contexto y de las necesidades de los individuos implicados.

El poder de la acción decidida

El axioma de la acción proporciona una poderosa lente a través de la cual comprender la evolución de la sociedad humana. Explica por qué los individuos toman las decisiones que toman y cómo éstas contribuyen al desarrollo de estructuras sociales diversas y complejas.

Aunque las jerarquías han desempeñado históricamente un papel dominante en la organización de las sociedades humanas, el axioma de la acción también permite la posibilidad del anarquismo y otras formas de organización social. Las estructuras que surgen son un reflejo de las elecciones colectivas de los individuos, impulsadas por su búsqueda de mejores condiciones y fines deseados.

El axioma de la acción implica que la sociedad humana es un sistema dinámico y en evolución. A medida que nos enfrentemos a nuevos retos y oportunidades, nuestras estructuras sociales se adaptarán y cambiarán, reflejando las acciones diversas y decididas de los individuos que componen nuestro mundo. Tanto si estas estructuras adoptan la forma de jerarquías, anarquías o algo intermedio, siempre estarán moldeadas por el impulso fundamental de alcanzar nuestros objetivos y mejorar nuestras vidas. En esencia, la estructura de la sociedad humana es una propiedad emergente del axioma de la acción.

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