En los medios de comunicación y entre los expertos es común el uso de la expresión economía del goteo. Aparentemente usado por primera vez en la década de 1930 por Will Rogers, la expresión se adoptó sobre todo como una descripción peyorativa de lo que se llama más apropiadamente economía del lado de la oferta, por parte de quienes se oponían a los recortes fiscales de 1981 de Ronald Reagan.
La implicación del término, cuando se usaba para describir el plan de Reagan, era que estos recortes se pensaban para beneficiar inicialmente a los grandes negocios y los contribuyentes de rentas altas, que, a su vez, tomarían los ingresos de esos recortes y saldrían a gastarlos (probablemente en yates y aviones privados), lo que a su vez acabaría beneficiando a las personas con rentas medias y bajas (quienes construyen aviones y yates). Por tanto, el dinero “gotearía” de los ricos que reciben los recortes fiscales al resto de la sociedad. La expresión la usan actualmente opositores al reciente plan de reforma/recorte de impuestos aprobado por los congresistas republicanos y sancionado por el presidente Trump.
El hecho es que, como descripción de la política fiscal del lado de la oferta, la “economía del goteo” es completamente inapropiada. Los cambios en un código fiscal que se basen en la economía de lado de la oferta se dedicarán a estimular el crecimiento económico cambiando los incentivos para trabajar, ahorrar e invertir. Por tanto, todos los planes la reforma fiscal del lado de la oferta se centran en reducir las sanciones fiscales sobre actividades productivas.
Los tipos fiscales marginales sobre la renta personal se reducen para estimular el trabajo y la inversión en capital humano al tiempo que los tipos sobre las ganancias de capital, las rentas empresariales corporativas y no corporativas y las rentas de intereses y dividendos se reducen para aliviar las sanciones sobre ahorro, inversión y emprendimiento. Esas reducciones de los tipos aumentan los retornos para estas actividades y por tanto la probabilidad de que se realicen. Esto significa un mayor crecimiento económico. La idea de que el dinero gotee de los ciudadanos de rentas superiores a los de rentas inferiores no se encuentra entre estos argumentos en absoluto y no tiene nada que ver con que las políticas fiscales del lado de la oferta hayan demostrado constantemente ser tan exitosas.
Pero esto no significa que debamos abandonar el uso de la expresión “economía de goteo”. De hecho, es una descripción casi perfecta de la rama de la economía que guía el pensamiento de la mayoría de los comentaristas que usan la expresión para burlarse de la economía de lado la oferta, es decir, los keynesianos. La economía keynesiana, o la economía derivada de los escritos del economista de principios del siglo XX, John Maynard Keynes, es de hecho una teoría del goteo de cómo estimular el crecimiento económico. Debería advertirse que la economía keynesiana fue adoptada explícitamente por el presidente Obama cuando propuso e implantó su fracasado plan de estímulo económico de 2009.
Según el pensamiento keynesiano, para tener una economía fuerte no puede permitirse que caiga demasiado lo que los economistas llaman “demanda agregada”. La demanda agregada es la cantidad total de gasto en la economía. El ahorro se considera contraproducente en este modelo. De hecho, se le llama “filtración” de la demanda agregada y tiene que desanimarse. Debido a esto, es tarea del gobierno mantener “fuerte” la demanda agregada cuando los políticos la consideren insuficiente.
Es aquí donde la política keynesiana se convierte en una teoría de la economía del goteo. Para estimular la demanda agregada, los keynesianos argumentan que el gobierno debería tomar prestado dinero del sector privado, aumentando los déficits presupuestarios y la deuda pública, y luego gastarlo a través de programas públicos, que se supone que aumentan la demanda agregada. Este dinero, después de haber sido absorbido del sector privado a través de mayores empréstitos del gobierno, gotea de vuelta la economía al mismo tiempo que el nuevo gasto público.
En el modelo keynesiano, el dinero no gotea necesariamente desde los ciudadanos de rentas superiores a los de rentas inferiores (en realidad puede fluir en la dirección opuesta) sino desde el gobierno, después de que lo tomó prestado de los inversores privados, de vuelta a las manos privadas. Lo que se cree que es que, como el gobierno lo gasta todo y el sector privado tendría en otro caso parte de este, el uso del goteo del gobierno será en realidad un mayor estímulo para la economía que dejar el dinero en manos de aquellos que lo ganaron. Por supuesto, lo más habitual es que el dinero que se toma prestado sencillamente se asigne aquellos que tengan la mayor influencia política, es decir, instituciones, industrias y grupos de intereses especiales con las organizaciones de cabildeo más fuertes en Washington.
Pero aquí de lo que se trata es de que la economía keynesiana es en realidad una teoría del goteo. Depende totalmente de que el dinero gotee desde Washington a la economía privada para estimular la demanda agregada. A lo largo de los años, la economía keynesiana ha demostrado ser una teoría defectuosa. No ha funcionado nunca y en realidad no puede funcionar para mejorar el bienestar económico de la sociedad. Por otro lado, la economía keynesiana del goteo ha funcionado bien a la hora de proporcionar una justificación pseudocientífica para transferir riqueza del sector privado al gobierno y sus grupos favorecidos de intereses especiales: General Motors, Chrysler y los grandes bancos son solo unos pocos de los ejemplos más recientes.