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La profesión económica está quebrada —pero esta no es la respuesta

Eric Posner and Gen Weyl afirman que la economía se ha hecho demasiado tímida. Posner es un influyente catedrático de derecho en Chicago y Weyl es un investigador importante en Microsoft. Su artículo apareció en The Chronicle of Higher Education el 6 de mayo. Su diagnóstico es correcto, pero su remedio es peor que la enfermedad.

Dicen que los economistas se han convertido hoy en tecnócratas de vía estrecha. “Los economistas buscaban desarrollar una ciencia siguiendo el modelo de la física, porque creían que los métodos científicos eran los más propicios para descubrir la verdad. (…) Las reformas políticas defendidas por los economistas ortodoxos eran casi siempre lo que llamamos ‘tecnocracia liberal’, ya sea de centro-izquierda o de centro-derecha. Los economistas sugerían un nivel un poco mayor o menor de salario mínimo y tipo de interés, un poco más o menos de regulación, dependiendo de su orientación política externa y las evidencias de sus investigaciones”.

La situación es todavía peor que eso. Los economistas que rechazan esta postura son eliminados. “Los economistas han mantenido este estrecho rango de compromiso metodológico y político mediante su control de las revistas académicas, la contratación y la enseñanza, así como mediante la aplicación informal de las normas de la comunidad. Vemos esto en el tratamiento de los extremos ideológicos, los “austriacos” (en la derecha) y los marxistas (en la izquierda), que han sufrido el ostracismo dentro de la profesión”.

En el siglo XIX, las cosas eran distintas. Los economistas no eran especialistas estrictos, sino que tenían un amplio conocimiento de las ciencias sociales necesarias para medidas visionarias de reforma. “Los economistas políticos recurrían a todas las corrientes de especulación académica: eran tan filósofos como científicos sociales y no reconocían ninguna de las distinciones entre las diversas ciencias sociales contemporáneas. Además, se veían como reformistas, a menudo reformistas radicales”.

Hasta aquí, bien: pero Posner and Weyl descarrilan enseguida. El gran movimiento de los siglos XVIII y XIX era la destrucción del mercantilismo controlado por el estado y la creación de una economía de libre mercado. La lucha por el laissez faire, aunque nunca se completó del todo, llevó a un crecimiento y prosperidad sin precedentes.

Posner and Weyl ignoran esto. En su lugar, su noción de “visión” destaca la igualdad, no la libertad económica. Para ellos, Marx y Keynes estaban entre los visionarios. No llegan a ver que el marxismo y el keynesianismo no eran, como imaginan, movimientos progresistas para un cambio social, sino más bien intentos reaccionarios de interrumpir el movimiento hacia la libertad y de restaurar el control estatal. El sistema keynesiano es neomercantilista y el marxismo en la práctica se ha caracterizado por un control estatal todavía más despiadado. Sobre estos asuntos, el gran ensayo de Murray Rothbard, “Left and Right: The Prospects for Liberty” ofrece una guía incomparable.

Reconocen que economistas de libre mercado como Friedrich Hayek tenían una perspectiva amplia, pero estos economistas no se consideran visionarios en el sentido progresista que ellos defienden: “Pero, al contrario de los antiguos economistas, no ofrecían una reforma o innovación social radical. Por el contrario, defendían una vuelta a instituciones que habían prevalecido en el mundo anglosajón del siglo XIX”.

Posner and Weyl no entienden que Mises, Hayek y Rothbard trataban de contrarrestar la tiranía estatista que desfiguró el siglo XX y reinstaurar el gran movimiento hacia la libertad empezado por los liberales clásicos. Para los no enamorados de la ilusión igualitaria, sin duda es una visión por la merece la pena luchar.

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Image Source: Max Pixel
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