Una de las primeras medidas importantes que tomó el equipo del presidente Donald Trump al iniciar su segundo mandato fue congelar el gasto gubernamental en diversos programas de «asistencia» interna, así como en la ayuda exterior administrada por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
A última hora del martes pasado, horas antes de que entrara en vigor la congelación nacional, un juez federal la suspendió y, al día siguiente, la administración anuló la congelación por completo. Del mismo modo, el día anterior, la administración anunció numerosas exenciones a la congelación de USAID, mientras grupos del poder ejecutivo se disputaban quién llevaba la voz cantante.
A pesar de la rapidez con la que la administración retiró la congelación de fondos o hizo excepciones para la ayuda exterior, los medios de comunicación se divirtieron de lo lindo con todo el caos que se produjo como consecuencia de ello. Los reporteros de los medios de comunicación afines al establishment, tanto de la televisión como de la prensa escrita, hicieron todo lo posible por recabar información sobre todas las organizaciones que proporcionaban bienes y servicios a algunas de las personas más vulnerables, —tanto en su país como en el extranjero— y que de repente se preguntaban si su principal fuente de financiación se había agotado.
Los periodistas hicieron sonar la alarma sobre los veteranos sin hogar que se quedarían sin comida, los adictos que se quedarían sin apoyo profesional, los estudiantes que dependían de la ayuda federal para pagarse la universidad que se verían obligados a abandonar los estudios, y los millones de personas de que dependen de los programas gubernamentales de asistencia sanitaria que se quedarían sin atención —entre muchos, muchos otros.
Lo mismo ocurre con los beneficiarios extranjeros de USAID. Los medios de comunicación publicaron historias alarmantes sobre el cierre de comedores de beneficencia que alimentaban a personas hambrientas en un Sudán asolado por la guerra, hospitales que atendían a refugiados de guerra indigentes en Tailandia, grupos que proporcionaban leña a personas que soportaban el duro invierno ucraniano en una zona de guerra, clínicas que evitaban que los recién nacidos contrajeran el VIH en Uganda, y mucho más.
Los medios de comunicación también aprovecharon la implicación de Elon Musk en la congelación de USAID para dar su giro preferido a la situación —un redactor de Politico caracterizó el episodio como «la persona más rica del mundo desmantelando parcialmente la mayor fuente de ayuda a las personas más vulnerables del mundo».
Pero más allá de Musk y USAID, ese sentimiento es claramente la forma en que las figuras del establishment en los medios de comunicación y la política quieren que pensemos sobre el esfuerzo de la actual administración para recortar el gobierno: como un plan para abandonar a las personas más vulnerables en nuestro país y en todo el mundo, para recortar el gasto y hacer espacio para los recortes de impuestos a los ricos.
Pero esa caracterización empieza a desmoronarse si miramos más allá del subconjunto de gasto en el que se centran los medios de comunicación, porque USAID financia mucho más que un par de comedores sociales y hospitales. Como explicó Ron Paul en su columna el lunes, «USAID es un componente clave de las operaciones de «cambio de régimen» del gobierno de los EEUU en todo el mundo».
Gran parte de la financiación de la agencia se destina a ONG y medios de comunicación de regiones que son fundamentales para la agenda exterior de Washington. Lo mismo ocurre con los grupos disidentes y los medios de comunicación «independientes» de países controlados por gobiernos que Washington quiere derrocar.
Como reveló el New York Times en su artículo sobre la congelación de USAID, un número considerable de los grupos y organizaciones de medios de comunicación que forman la coalición de la oposición en Irán están luchando después de haber sido cortados de su principal fuente de financiación —el gobierno de los EEUU. Lo mismo ocurre en Ucrania, donde la congelación reveló que el 90 por ciento de las organizaciones de medios de comunicación del país dependen de las subvenciones del gobierno de los EEUU.
Así pues, la USAID no sólo se ha utilizado para financiar a grupos que trabajan para derrocar a los gobiernos que Washington quiere derrocar, sino también para financiar a los medios que difunden la línea del partido de Washington por todo el mundo.
Como explicó el Dr. Paul en su artículo, los medios de comunicación de EEUU se basan en gran medida en la información de estos medios locales financiados por el gobierno de los EEUU cuando describen los acontecimientos en países como Ucrania. Esto significa —gracias a la USAID— que el gobierno de los EEUU ha creado un bucle propagandístico que le otorga un gran control sobre la forma en que el pueblo americano entiende la información procedente de todo el mundo.
La USAID tiene un valor incalculable para los numerosos funcionarios del gobierno que presionan constantemente para que se amplíen las intervenciones de EEUU en el extranjero con el fin de promover las ambiciones imperiales de Washington y complacer a los gobiernos extranjeros y a las empresas armamentísticas que gastan miles de millones en grupos de presión. Estas guerras colocan a muchas de las personas más pobres en situaciones de vulnerabilidad que la USAID se encarga de resolver. La agencia hace mucho para mantener el tinglado en el corazón de la política exterior de los EEUU.
Y los chanchullos del gobierno federal no se limitan a la política exterior. Ni mucho menos. Una enorme cantidad del gasto nacional se destina a programas que, según nos dicen, están pensados para hacer más asequibles y accesibles cosas como la sanidad, la educación, la banca, la vivienda, la alimentación y el cuidado de los niños. Pero en general, a pesar de que estos programas llevan décadas en vigor, los problemas siguen empeorando.
Los precios de estos bienes y servicios increíblemente importantes siguen disparándose. Y cada año, el gobierno destina más y más dinero a estos programas, lo que no hace nada por frenar o invertir la tendencia. Lo que sí hace, sin embargo, es transferir miles de millones de nuestros impuestos a los bolsillos de funcionarios gubernamentales y empresas y ONG con conexiones políticas.
Y de nuevo, el aumento del coste de la vida que provocan estos programas obliga a más personas a situarse en posiciones vulnerables en las que dependen de las prestaciones públicas.
Entonces, cada vez que un grupo dentro del gobierno amenaza con recortar el gasto que alimenta estos chanchullos, estas personas vulnerables, que son a su vez víctimas de los chanchullos, experimentan el dolor más rápido, más agudo y más visible. La clase política puede entonces alegar el sufrimiento real de estas personas como la razón por la que sus chanchullos deben continuar. Utilizan nuestra aversión humana básica a ver sufrir a los necesitados para mantener el sistema amañado.
Los necesitados son los escudos humanos económicos del poder político.
Si una administración o un partido político quiere abordar con éxito el gasto y la corrupción institucionalizada que nos está llevando a un precipicio, tiene que entender esta dinámica. Y luego tienen que darse la vuelta y asegurarse de que el público americano también lo entiende.
Y, por último, los que intentan recortar el gasto gubernamental deben dejar de hacer el juego a sus oponentes de la clase política. Utilizando una analogía de Harry Browne, el gobierno está rompiendo las piernas de las personas más vulnerables para luego darles una muleta. Ningún esfuerzo para recortar el gasto público puede tener éxito si se centra en la muleta. Debe centrarse y dar prioridad a las muchas políticas gubernamentales que están empeorando e incluso causando directamente estos problemas en primer lugar.