El consejo de administración de la Universidad de Princeton ha votado para eliminar el nombre de Woodrow Wilson de su escuela de política pública y de uno de sus colegios residenciales. Wilson no sólo es un ex presidente de los EEUU, sino que también fue presidente de Princeton de 1902 a 1910.
La razón de la acción de la junta es el racismo de Wilson. No quería que los negros solicitaran entrar en Princeton. Segregó el servicio civil, que previamente había sido integrado. En una crisis económica, despidió a los trabajadores postales, que eran predominantemente negros.
Hay otra buena razón, sin embargo, para quitar el nombre de Wilson de Princeton, una que casi todo el mundo simplemente ignora. Él involucró a los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial, que llevó a la muerte sin sentido de más de cien mil soldados de EEUU. Otro medio millón de americanos murieron por la gripe española que la guerra ayudó a propagar.
El intervencionismo de Wilson era contrario al principio fundacional de América de no intervencionismo, que se resumió en el discurso del 4 de julio de John Quincy Adams ante el Congreso en 1821. Adams señaló que América no «fueron al extranjero en busca de monstruos para destruir» con una política exterior intervencionista. Adams declaró que si América abandonaban alguna vez esa política exterior fundadora, se convertiría en una «dictadora» del mundo.
Una cosa es segura: la guerra de Wilson lo convirtió en uno de los dictadores del mundo. Cuando menos de cien mil hombres americanos se ofrecieron para luchar en su guerra, el Congreso autorizó a Wilson a reclutar 10 millones de americanos. La conscripción, por supuesto, se basa en la fuerza. Wilson obligó a los hombres americanos a luchar en su guerra en el extranjero, bajo pena de un duro castigo si se negaban a hacerlo.
Desafortunadamente, ese no fue el final de las acciones dictatoriales de Wilson. También convirtió en delito federal el que cualquier americano desafiara su sistema de reclutamiento. Aquellos que se atrevieron a ejercer la libertad de expresión al hacerlo incurrieron en la ira de Wilson. Él fue tras ellos con una venganza, enviando a americanos inocentes a las penitenciarías federales con largas sentencias de cárcel. Un ejemplo fue el líder socialista Eugene Debs, quien recibió una sentencia de diez años de cárcel por pronunciar un discurso contra la guerra en Ohio (y que recibió casi un millón de votos para presidente mientras cumplía su sentencia en una prisión federal).
El reino de terror de Wilson no terminó ahí. Como resultado del feroz fervor antialemán que alentó a través de la propaganda del gobierno, se promulgaron prohibiciones al chucrut, la cerveza y la enseñanza del alemán en las escuelas públicas.
Wilson entró en la guerra, porque sintió que su intervención traería la derrota total de Alemania, convirtiéndola en la guerra que «acabaría con todas las guerras» así como la guerra que haría al mundo «seguro para la democracia».
Desgraciadamente, la intervención de Wilson logró exactamente lo contrario. Al someter a la derrotada Alemania a las duras disposiciones del Tratado de Versalles, la intervención de Wilson dio lugar a las condiciones que Adolfo Hitler aprovechó para subir al poder. En un plazo de veinte años, las potencias europeas volvieron a la guerra, lo que llevó a la participación de América en la Segunda Guerra Mundial, a la que siguieron cuarenta y cinco años de guerra fría contra la Unión Soviética comunista (que había sido socia y aliada de Wilson y enemiga de Hitler en la guerra), la Guerra de Corea y la Guerra de Vietnam.
En otras palabras, la guerra de Wilson no «terminó todas las guerras» y no hizo al mundo «seguro para la democracia». Esos 116.516 hombres americanos que Wilson sacrificó en la Primera Guerra Mundial murieron por nada.
Probablemente vale la pena mencionar que el régimen de Wilson también estableció el Sistema de la Reserva Federal en 1913, que no sólo financió su guerra sino que también terminó destruyendo el mejor sistema monetario de la historia, uno basado en las monedas de oro y plata, que había sido establecido por la Constitución y había sido el sistema monetario oficial de los Estados Unidos durante más de un siglo.
Y, por supuesto, no debemos olvidar que fue Wilson quien promulgó el impuesto federal sobre la renta, que también ayudó a financiar su guerra. También derrocó el sistema fundador de América que había durado más de un siglo, uno en el que los americanos eran libres de mantener todo lo que ganaban.
Hay al menos cuatro buenas razones para quitar el nombre de Wilson de los edificios de la Universidad de Princeton: su intolerancia racial, su implicación de los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial, la fundación de la Reserva Federal y la promulgación del impuesto federal sobre la renta.