En nuestra economía gestionada burocráticamente, la prosperidad financiera depende cada vez más de lo cerca que uno pueda situarse de la difusión del dinero de nueva creación. Comprender esto de forma crítica significa identificar el vínculo entre esta «prosperidad» y el dinero recién creado. Dado que la creación de dinero a partir de la nada no puede ser productiva ni aumentar la riqueza de forma real, no existe un vínculo directo con la prosperidad. La relación debe ser indirecta, y de hecho lo es.
El persistente déficit del gobierno federal y la política inflacionista de la Reserva Federal hacen necesaria la creación continua de dinero. Este nuevo dinero entra en la economía de forma desigual, beneficiando a los primeros receptores que pueden gastar o invertir a los precios actuales. A medida que este dinero fluye hacia sectores o activos específicos, los precios suben. Los que acceden antes ganan significativamente, mientras que otros se enfrentan a una disminución relativa de la riqueza. Aunque los salarios acaben aumentando, lo hacen en menor medida y van a la zaga de los aumentos de precios, lo que consolida la desventaja económica de los que no tienen acceso temprano.
Como resultado del proceso anterior, que describe cómo funciona hoy la economía de los EEUU, hay muchos cuyo objetivo principal es ganar proximidad a la fuente de creación y difusión del nuevo dinero. Estos buscadores de rentas se benefician, no del mérito y de los logros productivos, sino de las maniobras políticas para ocupar las posiciones adecuadas, con el fin de estar entre los primeros receptores del nuevo dinero.
Cuando la Reserva Federal baja los tipos de interés, está creando de facto dinero nuevo. Esto se hace generalmente a través de operaciones de mercado abierto, en las que la Fed compra valores —utilizando dólares recién creados— a un grupo selecto de bancos, aumentando así las reservas e incrementando posteriormente el crédito en la economía a través de préstamos y otros mecanismos. Por lo tanto, forzar a la baja las tasas de interés equivale a crear dinero nuevo de la nada y sus beneficiarios lo utilizan con el mismo efecto.
Distorsión financiera
Los burócratas económicos, incluidos los de la Reserva Federal, saben muy bien que existe una relación directa entre las tasas de interés y el valor de los activos de capital.
Para estos activos, las tasas de interés actuales y futuros son factores clave para calcular su valor. Consideremos el modelo de descuento de dividendos, una ecuación utilizada en inversiones y finanzas corporativas para obtener el valor actual de un activo que produce ingresos. La ecuación es muy sencilla:
P = D/k-g
Dónde:
- P es el precio o valor del activo.
- D es el dividendo del primer año, o flujo de caja.
- k es el tipo de descuento, esencialmente el coste de capital vigente.
- g es la tasa de crecimiento de D.
Si la tasa de descuento es del 10% y la tasa de crecimiento es del 2%, una corriente perpetua de flujos de caja anuales que comienza en 100 $ vale hoy 1.250 $. Supongamos que este flujo de caja procede de los beneficios de una empresa, cuyos detalles no importan.
Supongamos además que, al día siguiente de nuestro cálculo inicial, todo lo relacionado con esta empresa —equipo directivo, línea de productos, tecnología, etc.— sigue igual, pero la Reserva Federal sorprende a los mercados recortando los tipos de interés, de forma que el tipo de descuento baja del 10% al 7%. Recalculando con esta nueva información, la empresa vale ahora 2.000 dólares, un 67% más que el día anterior.
Es importante señalar que el ritmo de aumento de las valoraciones de los activos (es decir, la segunda derivada de los precios de los activos) se acelera a medida que bajan los tipos de referencia. En el ejemplo anterior, el valor de los activos aumentó un 67% de un día para otro cuando el tipo de descuento bajó un 3% — del 10% al 7%.
¿Y si vuelve a bajar un 3%, del 7% al 4%? En ese caso, el valor del activo aumentaría de 2.000 a 5.000 dólares, un incremento adicional del 150% basado en la ausencia de cambios en los fundamentos del negocio. Es esta dinámica la que caracteriza los precios parabólicos de los activos, incluidos los recientes picos de burbuja durante la era de la ZIRP.
Obsérvese que ni siquiera es necesario que los tipos cambien para que afecten al valor de los activos. La subida de los precios de los activos puede deberse a la expectativa de una bajada de las tasas de interés, de ahí las constantes exhortaciones de la Reserva Federal a bajar los tipos para estimular los precios de los activos y el volumen de transacciones. Este último punto es una consideración adicional cuando los burócratas inflan las burbujas de activos utilizando tipos de interés artificialmente bajos. Los agentes de Wall Street, y los intermediarios de situación similar, ganan comisiones cada vez que se mueve dinero, y pocas cosas mueven el dinero como las tasas de interés bajas.
Las tasas artificialmente bajas son la «DEI» de los mercados de capitales
En un mercado libre, uno de los principales retos a los que se enfrentan las empresas es la asignación del capital — dónde y cómo invertir. Para utilizar el capital de forma eficaz, debe invertirse en áreas que proporcionen rendimientos superiores al coste del capital. Esto debe hacerse repetidamente y a largo plazo. Por lo tanto, para tener éxito hay que combinar un agudo sentido empresarial con una baja preferencia temporal. Como subproducto de esta dinámica, las áreas más productivas de una economía reciben una cantidad adecuada de capital y las menos productivas son rechazadas.
Por otra parte, unas tasas de interés artificialmente bajas reducen el coste del capital de tal manera que el reto de la asignación de capital se deforma. Zonas que antes no eran rentables se convierten en marginalmente rentables en virtud de los tasas bajas y reciben capital que de otro modo no recibirían. Naturalmente, las zonas que son marginalmente rentables sólo gracias a los tipos bajos no son empresas intrínsecamente productivas y, por lo tanto, atraen a personas de menor capacidad en lugar de a empresarios cualificados. En pocas palabras, las tasas artificialmente bajas subvencionan la incompetencia.
(Fuente: Adaptado por el autor a partir de https://www.forbes.com/sites/greatspeculations/2010/11/17/artificially-low-interest-rates-do-permanent-economic-damage/?sh=5a6102787c73)
Como prueba de este fenómeno, basta con mirar al mercado de las inversiones en apartamentos en los últimos años, pero existen muchos casos similares, como los vehículos eléctricos, la tecnología no rentable en serie y varias estafas con criptomonedas.
«Los cuatro jinetes del dinero barato»
Las tasas de interés artificialmente bajas provocan mala inversión, burbujas de activos, exceso de financiarización y empresas zombi —todo lo cual prevalece a raudales hoy en día. Sin embargo, la Reserva Federal y nuestra clase política están empeñados en más de lo mismo, anunciando en voz alta recortes de tasas inminentes a pesar de que los precios de los activos están en máximos históricos o cerca de ellos en muchas categorías, incluidas las acciones, los bonos y la vivienda.
Para aquellos que no tienen acceso político, que no cosechan los beneficios primarios de los tipos artificialmente bajos, entiendan que la destrucción de su riqueza conduce directamente al aumento de la riqueza de aquellos que tienen dicho acceso. Para los burócratas del dinero y la clase privilegiada, ésta es una característica muy codiciada del dinero fiduciario. Como Michael Burry señaló una vez,
«La política de tasas de interés cero rompió el contrato social de generaciones de trabajadores americanos que ahorraron para su jubilación, sólo para descubrir que sus ahorros no son ni de lejos suficientes.»
El ahorro, el trabajo duro y la responsabilidad personal solían bastar para asegurarse una vida decente para uno mismo y su familia. Eso ya no es así. Bajar artificialmente los tasas de interés creando dinero ex nihilo en el proceso, no puede producir riqueza, pero puede redistribuirla, y de hecho lo hace —directamente de tus bolsillos a los de la clase privilegiada.