Se cree que los monopolios socavan el bienestar de los individuos, entre otras cosas por ser la causa de grandes subidas de los precios de bienes y servicios. Según Jean Tirole, Premio Nobel de Economía 2014, los monopolios socavan el funcionamiento eficiente de la economía de mercado al influir en los precios y la cantidad de productos, empeorando la situación de los consumidores.
Así, los monopolios supuestamente hacen que las condiciones del mercado se desvíen del estado ideal de «competencia perfecta». Por tanto, para controlar los monopolios es necesaria una aplicación eficaz de la normativa gubernamental. Tirole ha ideado métodos para reforzar la regulación de las industrias dominadas por unas pocas grandes firmas.
El modelo de ’competencia’ perfecta
En el mundo de la competencia perfecta, un mercado se caracteriza por los siguientes rasgos:
- Hay muchos compradores y vendedores en el mercado.
- Se comercializan productos homogéneos.
- Compradores y vendedores están perfectamente informados.
- No hay obstáculos ni barreras para entrar en el mercado.
En el mundo de la competencia perfecta, compradores y vendedores no controlan el precio del producto. Son tomadores de precios. El supuesto de información perfecta y, por tanto, de certidumbre absoluta, implica que no queda margen para la actividad empresarial. En el mundo de la certidumbre no hay riesgos y, por tanto, no hay necesidad de empresarios. Si esto es así, ¿quién y cómo introduce nuevos productos?
Según los defensores del modelo de competencia perfecta, cualquier situación real en un mercado que se desvíe de este modelo se considera subóptima para el bienestar de los consumidores. Se recomienda que el gobierno intervenga siempre que se produzca tal desviación.
En contra de esta forma de pensar, sugerimos que la competencia surge no por un gran número de participantes como tal, sino por una gran variedad de productos.
Competencia de productos, no de firmas
Cuanto mayor sea la variedad, mayor será la competencia y, por tanto, más beneficios para los consumidores. Una vez que un empresario introduce un producto, adquiere el 100% del mercado recién establecido.
Un producto que genera beneficios atrae a la competencia. Los productores de productos antiguos deben aportar nuevas ideas y nuevos productos para captar la atención de los consumidores. La opinión popular de que un productor que domina el mercado podría explotar su posición subiendo el precio por encima del nivel realmente competitivo es errónea. El objetivo de toda empresa es obtener beneficios, pero los productores deben ofrecer a los consumidores un precio adecuado y, si es posible, conseguir un precio que permita vender con beneficio la cantidad producida.
Según Henry Hazlitt, «En una economía libre, en la que los salarios, los costes y los precios se dejan al libre juego del mercado competitivo, la perspectiva de beneficios decide qué artículos se fabricarán y en qué cantidades — y qué artículos no se fabricarán en absoluto. Si no hay beneficio en la fabricación de un artículo, es señal de que el trabajo y el capital dedicados a su producción están mal orientados: el valor de los recursos que deben emplearse en la fabricación del artículo es mayor que el valor del propio artículo.»
Para fijar un precio adecuado, el productor-empresario debe considerar cuánto dinero es probable que gasten los consumidores en el producto. También tiene que considerar los precios de los productos de la competencia y sus costes de producción.
Cualquier intento del supuesto productor dominante de ignorar estos hechos le ocasionará pérdidas. Además, ¿cómo se puede establecer si el precio de un producto cobrado por un productor dominante está por encima del llamado nivel de precios competitivo? ¿Cómo se puede establecer cuál se supone que es el precio competitivo?
Murray Rothbard escribió: «En el mercado no hay un precio competitivo discernible e identificable, y por lo tanto no hay forma de distinguir, ni siquiera conceptualmente, cualquier precio dado como ‘precio de monopolio’. El supuesto ‘precio competitivo’ no puede ser identificado ni por el propio productor ni por el observador desinteresado.»
Además, «no hay forma de definir el ‘precio de monopolio’ porque tampoco hay forma de definir el ‘precio competitivo’ al que debe referirse el primero».
Además, «en el mercado libre no hay forma de distinguir un ‘precio de monopolio’ de un ‘precio competitivo’ o un ‘precio subcompetitivo’ ni de establecer los cambios como movimientos de uno a otro. No se puede encontrar ningún criterio para hacer tales distinciones. Por lo tanto, el concepto de precio de monopolio distinguido del precio competitivo es insostenible.»
Definición de monopolio
Rothbard escribió «Volvamos a la expresión clásica del gran jurista del siglo XVII, Lord Coke: Un monopolio es una institución o concesión por parte del rey, mediante su otorgamiento, comisión o de otro modo... a cualquier persona o personas, cuerpos políticos o corporativos, para la compra, venta, fabricación, trabajo o uso exclusivo de cualquier cosa, mediante la cual se busca restringir a cualquier persona o personas de cualquier libertad que tuvieran antes, o impedirles su comercio legal...»
«En otras palabras, según esta definición, el monopolio es una concesión de un privilegio especial por parte del Estado, que reserva un determinado ámbito de producción a un individuo o grupo concreto. La entrada en el campo está prohibida a los demás y esta prohibición es aplicada por los gendarmes del Estado».
Y concluía: «Por lo tanto, el monopolio nunca puede surgir en un mercado libre, sin interferencias del Estado. En la economía libre, pues, según esta definición, no puede haber ‘problema de monopolio’».
Es obvio, pues, que el monopolio nunca puede surgir en un mercado libre. Si los funcionarios del gobierno intentan imponer un precio más bajo, este precio podría acabar con el incentivo para producir el producto. Así que, en lugar de mejorar el bienestar de los consumidores, las políticas gubernamentales sólo empeorarán mucho las cosas.
De nuevo, en contraste con el modelo de competencia perfecta, lo que da lugar a un entorno más competitivo no es un gran número de participantes en un mercado concreto, sino una variedad de productos competitivos. Las políticas gubernamentales, en el espíritu del modelo de competencia perfecta, están destruyendo la diferenciación de productos y, por tanto, destruyendo la competencia.
Idea errónea de productos homogéneos
La idea de que los proveedores deben ofrecer un producto homogéneo no es defendible. Puesto que la diferenciación de productos es lo que pone en marcha el libre mercado, significa que cada proveedor de un producto tiene el 100% del control en lo que respecta a su producto, lo que le convierte en monopolista. Lo que da lugar a una diferenciación de productos es que cada empresario tiene ideas y talentos diferentes. Esta diferencia se manifiesta en la forma de fabricar el producto, la forma de envasarlo, el lugar en el que se vende y la forma de ofrecerlo al cliente.
Por ejemplo, una hamburguesa que se vende en un bonito restaurante es un producto diferente de una hamburguesa que se vende en una tienda de comida para llevar. Por tanto, si el propietario de un restaurante adquiere una posición dominante en la venta de hamburguesas, ¿debe ser restringido por ello?
¿Debería entonces modificar su modo de funcionamiento y convertir su restaurante en una tienda de comida para llevar para cumplir con el modelo de competencia perfecta? Lo único que ha ocurrido aquí es que los consumidores han expresado una mayor preferencia por cenar en el restaurante en lugar de comprar en la tienda de comida para llevar. ¿Qué hay de malo en ello?
Si los consumidores abandonaran las tiendas de comida para llevar y compraran hamburguesas sólo en el restaurante, ¿significa esto que el gobierno debe intervenir? La cuestión del monopolio perjudicial carece de relevancia en el entorno del libre mercado.
Es probable que surja un monopolio perjudicial cuando el gobierno, mediante licencias, restringe la variedad de productos en un mercado. (Los burócratas del gobierno deciden qué productos deben suministrarse en el mercado). Al imponer restricciones y limitar así la variedad de bienes y servicios ofrecidos a los consumidores, el gobierno restringe las opciones de los consumidores, menoscabando así su bienestar.
Conclusión
La idea de que el gobierno puede regular los monopolios para promover la competencia es una falacia. En todo caso, tal intervención sólo ahoga la competencia en el mercado y reduce el nivel de vida. Además, lo que importa para el bienestar de los individuos no es el número de firmas, sino la variedad de bienes y servicios. En un mercado libre no pueden surgir monopolios perjudiciales. En cambio, podemos esperar que surjan monopolios cuando los gobiernos regulan fuertemente una industria y se involucran en la producción y en la concesión de licencias a firmas y ocupaciones individuales.