[Este es un extracto del libro de texto Einführung in die Grundlagen der Nationalökonomie de Richard von Strigl de 1937, que se encuentra en el capítulo 3, parte 5: «Die Lehre vom wirtschaftlichen Werte». El traductor, Pedro Almeida Jorge, del Instituto Mises Portugal, agradece al Dr. Eduard Braun, de la Technische Universitat Clausthal, por su amable reseña de un borrador anterior, comparándolo con la edición original alemana. Se consultaron otras ediciones, concretamente en francés y español].
La economía del intercambio, tal como la conocemos hoy en día, es una circunstancia histórica; fue precedida en el pasado por una economía que conocía poco o nada del intercambio. Es posible (aunque no muy probable) que algún día la evolución nos lleve a una economía completamente desprovista de intercambios. Por dos razones, la teoría económica ha dado una importancia renovada a la consideración de una economía sin intercambio, una consideración que se ha desarrollado más estrechamente en la doctrina del valor económico. En primer lugar, porque, como resultado de la posibilidad de concebir una economía sin intercambios, la teoría más general de la economía sólo puede ser la que incluya en su ámbito de aplicación todo tipo de circunstancias económicas, es decir, no sólo la economía cambiaria, sino también la economía sin comercio. Además, una segunda razón es que el desarrollo de la teoría del valor económico proporciona una base más satisfactoria para los postulados económicos generales que la que proporciona la teoría de los precios. Nos ocuparemos en un breve resumen de la teoría del valor con los aspectos más relevantes para el propósito de nuestro estudio, postulando, de antemano, que todo lo que hemos dicho anteriormente sobre la estructura del ingreso debe ser aplicable también a una economía sin intercambio.
1. Todo agente económico se enfrenta a una insuficiencia de medios para la consecución de sus fines, lo que le obliga a elegir entre los distintos fines que puede alcanzar. Esta circunstancia constituye la economía, es decir, la necesidad de economizar. En la medida en que los medios son completamente suficientes (por ejemplo, el caso del agua, en tiempos normales), estos medios ya no son «bienes económicos». El empleo de un determinado tipo de medios se realizará de tal manera que los objetivos «más importantes» (es decir, los que el agente «prefiere») se alcancen «primero». El empleo cesará en el objetivo «menos importante» que pueda lograrse con la ayuda de los medios disponibles. Dado que ese uso menos importante «depende» de una unidad tomada de un determinado suministro de bienes similares, es este «empleo marginal» el que determinará el valor de cualquier unidad individual («valor marginal» – Según una formulación adoptada con mucha frecuencia: La utilidad que proporciona una unidad concreta a partir de la suma disponible de productos similares, es decir, su contribución a la «satisfacción de una necesidad», es diferente en cada situación. La utilidad mínima que se puede alcanzar con un determinado suministro, la «utilidad marginal», es decisiva para la valoración de cualquier unidad tomada del conjunto).
2. El valor de un medio de producción se «deriva» siempre y exclusivamente del valor del producto. La «imputación de valor» se realiza calculando primero la parte del producto que depende de la utilización de ese medio de producción (el producto marginal). El valor de los medios de producción es entonces igual al valor del producto marginal. (Si sólo se utiliza un medio de producción, su valor es igual al valor del producto. Sin embargo, un problema más difícil surge cuando consideramos el trabajo combinado de varios medios de producción «complementarios», una situación que encontramos en la mayoría de las actividades productivas y con la que hemos tratado en nuestras discusiones sobre la teoría de la renta) Cuando se disponga de un «medio de producción» en cantidad suficiente para hacer posible cualquier empresa prevista (por ejemplo, en determinadas condiciones, en el caso del agua), ninguna parte de la renta dependerá de este medio y, por lo tanto, se considerará que no tiene valor («económico»), aunque pueda ser «técnicamente» indispensable para el proceso de producción. La distribución de los medios de producción entre las distintas actividades productivas será tal que el valor del «producto marginal» sea el mismo en cada empleo.
3. De este postulado de imputación, podemos inferir que el valor de un medio de producción es independiente de los costos previamente incurridos para adquirirlo. Este hecho será importante en nuestro debate sobre los bienes de capital. Por cierto, también está claro que la valoración de un producto acabado no se realiza en función de la magnitud de los costes incurridos (quizás bajo falsos supuestos), sino sólo en relación con la posibilidad de «satisfacer una necesidad» con el suministro de bienes dado.
4. El valor económico de un bien sólo puede entenderse como un «valor subjetivo», es decir, siempre está relacionado y depende de los fines efectivos de un determinado agente económico (aunque el agente puede, por supuesto, tener en cuenta los intereses de varios individuos a la hora de fijar sus fines, como es el caso, por ejemplo, de un padre de familia). En la economía del intercambio, el valor también puede depender de la posibilidad de adquirir otra mercancía a través de la bolsa, en cuyo caso hablamos de «valor de cambio». Una fórmula que habla de un «valor social» (una estimación económica realizada por la sociedad), por otra parte, no puede ser útil en la teoría económica. La razón es que la valoración económica, como tal, sólo tiene sentido cuando está relacionada con los posibles empleos de un bien económico y sólo puede ser realizada por un «agente económico» (si hablamos de la valoración realizada por la administración central, dentro de la estructura de un sistema comunista, el principio del valor subjetivo sigue siendo plenamente aplicable, aunque en relación con los objetivos propuestos por los responsables de dicha valoración).