A principios del mes pasado, el gobernador de Texas, Greg Abbott, anunció que pondría fin al mandato de máscara del estado y permitiría a la mayoría de las empresas funcionar al 100% de su capacidad.
La respuesta de los medios de comunicación corporativos y de la izquierda era previsible. El gobernador de California, Gavin Newsom, declaró que la medida era «absolutamente imprudente». Beto O’Rourke llamó al GOP un «culto a la muerte». Joe Biden calificó la medida de «pensamiento neandertal». Keith Olbermann insistió en que «Texas ha decidido unirse al bando del virus» y sugirió que a los tejanos no se les debería permitir tomar la vacuna contra el covid. Vanity Fair publicó un artículo con el título «Los gobernadores Republicanos celebran el aniversario del COVID con un audaz plan para matar a otros 500.000 americanos».
Otros estados han seguido la estela de Texas, y Mississippi, Alabama, Florida y Georgia son ahora estados en los que las restricciones al covid van de débiles a inexistentes.
Georgia y Florida, por supuesto, destacan por poner fin a los confinamientos y a la restricción mucho antes que muchos otros estados. Y también en esos casos, los gobiernos estatales fueron criticados por sus políticas, de las que se dijo que eran imprudentes y que seguramente conducirían a una muerte sin precedentes. La política de Georgia fue denunciada como un experimento de «sacrificio humano».
Sin embargo, en las últimas semanas, estas predicciones sobre el destino de Texas han resultado ser espectacularmente erróneas. Además, muchos de los estados con el peor crecimiento de los casos de covid —y los peores historiales de recuento de muertes en general— han sido estados que han tenido algunos de los confinamientos más duros. El fracaso de la narrativa de los confinamientos en este caso ha sido tan abrumador que la semana pasada, cuando se le preguntó sobre la situación de Texas, Anthony Fauci sólo pudo sugerir unas pocas líneas poco convincentes sobre cómo tal vez los tejanos están usando voluntariamente máscaras y cerrando con más fuerza que la gente en otros estados. En la débil explicación de Fauci vemos una narrativa que simplemente no explica los hechos reales del asunto.
Texas contra Michigan
La situación de Texas es sólo una pieza de un panorama estatal que es devastador para la narrativa de que los confinamientos salvan vidas.
Por ejemplo, veamos el número de casos de covid a partir del 20 de abril.
El número de casos es una de las métricas favoritas de los defensores de las órdenes de permanencia en el hogar, los confinamientos de empresas, los mandatos de mascarilla y las medidas represivas en nombre del control de la enfermedad.
En Texas, el total de nuevos casos (media móvil de siete días) a 20 de abril era de 3.004. Esto supone aproximadamente 103 por millón.
Ahora, miremos a Michigan, donde continúan una serie de estrictos mandatos de máscara y confinamientos parciales. La capacidad de los restaurantes sigue siendo del 50%, y el estado sigue emitiendo edictos sobre el número de personas que se puede invitar a cenar.
En Michigan, la media móvil de siete días de nuevas infecciones hasta el 20 de abril era de 790 por millón, casi ocho veces peor que en Texas.