Será breve, adecuada al tema que nos ocupa. Consiste en una cita de Milton Friedman que se encuentra en el excelente libro de Joseph Salerno, Money: Sound and Unsound:
Si el dinero nacional consiste en una mercancía, [como] el patrón oro puro o el patrón cuenta de cauri, los principios de la política monetaria son muy sencillos. No hay ninguno. El dinero mercancía se ocupa de sí mismo. (énfasis añadido)
Imagínate. Si tenemos dinero sano, no necesitamos la Fed. O al Congreso. Sólo necesitamos dinero sano.
Fin del ensayo.
Posdata:
El economista Nouriel Roubini atacó en su día el patrón oro:
Roubini plantea la siguiente pregunta: Si se tiene un patrón oro, o un patrón oro modificado, ¿qué se hace en caso de corrida bancaria, si no se tiene suficiente oro para respaldar totalmente la moneda?
Traducido: ¿Qué pasa si los bancos han creado pagarés falsos por el oro de sus depositantes? Sugerencia: Que los acusen de fraude. El oro no «respalda» nada. Es el dinero. Los bancos emiten pagarés por el dinero. Cuando emiten más pagarés de los que tienen en oro, están haciendo trampa.
En mi opinión, emitir promesas de pago a la vista por un importe superior al de los bienes disponibles es simplemente un fraude, y así debe ser considerado por el ordenamiento jurídico. ...
Esto es falsificación legalizada; esto es la creación de dinero sin necesidad de producción, para competir por los recursos contra los que han producido.
En resumen, creo que la banca de reservas fraccionarias es desastrosa tanto para la moralidad como para las bases e instituciones fundamentales de la economía de mercado.
Roubini también dice que un «patrón oro limita la flexibilidad y el abanico de medidas que pueden tomar los bancos centrales». Cree que es un defecto, pero que sólo eso debería recomendarlo.
Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, los gobiernos beligerantes abandonaron el patrón oro para poder librar la guerra más sangrienta de la historia de la humanidad. El oro, al no poder crearse bajo demanda, habría limitado gravemente la «flexibilidad y el abanico de acciones» que podían emprender los gobiernos.
El dinero sano no es producto de las decisiones políticas de los bancos centrales. Pero, ¿a quién le importa el dinero sano cuando se quiere llevar a cabo una masacre humana masiva?
Más recientemente, Roubini dijo: «El mundo está en un choque de trenes a cámara lenta».
El patrón —moneda de oro sin trabas evita el choque de trenes,«Dr. Doom», manteniéndose en la vía.
Un patrón oro no necesita a Roubini. No necesita a Jerome Powell. No necesita al Congreso. No necesita al Banco Mundial ni al Fondo Monetario Internacional. No necesita al FEM, al FOMC ni al COA.
Sólo hay que dejarla en paz.
El patrón oro «no exige otra cosa que el gobierno se abstenga de sabotearlo deliberadamente», escribió Ludwig von Mises en La teoría del dinero y del crédito.
Lo que todos los enemigos del patrón oro desprecian como su principal vicio es precisamente lo mismo que a los ojos de los defensores del patrón oro es su principal virtud, a saber, su incompatibilidad con una política de expansión del crédito. El núcleo de todas las efusiones de los autores y políticos contrarios al oro es la falacia expansionista.
La expansión del crédito —inflación— es indispensable para un gobierno en crecimiento. De Human Action:
El patrón oro elimina del ámbito político la determinación de los cambios en el poder adquisitivo inducidos por el dinero en efectivo. Su aceptación general requiere el reconocimiento de la verdad de que no se puede enriquecer a toda la gente imprimiendo dinero. El aborrecimiento del patrón oro se inspira en la superstición de que los gobiernos omnipotentes pueden crear riqueza a partir de pequeños trozos de papel.
Si se pudiera crear riqueza a partir de trozos de papel o su equivalente digital, la pobreza en el mundo sería cosa del pasado.
Recuerden, el dinero mercancía cuida de sí mismo —y de nosotros también, si se lo permitimos.
