Durante sus primeros días como presidente, Barack Obama prometió proteger a los delatores del gobierno. De hecho, Change.org incluso destacó su postura diciendo: «A menudo la mejor fuente de información sobre derroche, fraude y abuso del gobierno es un funcionario público comprometido con la integridad y dispuesto a hablar. Esos actos de valentía y patriotismo, que a veces pueden salvar vidas y a menudo ahorran dólares del contribuyente, deberían ser respaldados en lugar de perseguidos».
Extrañamente, o de forma muy conveniente, esta sección de la página web desapareció pocos días después de la primera ronda de filtraciones de Edward Snowden.
El presidente electo Donald Trump ha dejado su opinión sobre los delatores dolorosamente clara en comentarios realizados durante la campaña, llegando incluso a sugerir que «matemos al traidor» en referencia al delator Edward Snowden.
Sin embargo, mientras que reclamar la ejecución Snowden se ajusta a la caricatura de Trump de un «extremista de derecha», si hay algo que sabemos con seguridad es que a menudo hace declaraciones radicales y luego rápidamente cambia su postura si ve que decrece su popularidad. Ya hemos visto esto con su cambio de postura en casi todos los aspectos, excepto por supuesto en su disposición a construir un muro y hacer que México lo pague, lo que ha sido constante a lo largo de todo su circo de 2016.
Trump no es un ideólogo, lo que significa que cabe la posibilidad de influir en él para bien, si esto mejora su imagen como presidente.
Para muchos seguidores de Trump (así como el resto del país) el Estado de vigilancia es una de las peores abominaciones para la libertad individual vistas en nuestra vida y eso incluye a la aprobación de la Ley Patriota y todas las agencias regulatorias que se crearon tras el 9/11. Sin una postura firme contra el establishment y contra el «gran hermano», secar el pantano no solo es improbable, es sencillamente imposible.
Por supuesto está el tema de Julian Assange. No hace tanto o que los Republicanos reclamaron la ejecución de la soldado Chelsea Manning y el fundador de Wikileaks, Julian Assange.
Sin embargo, desde que Wikileaks inició una campaña atacando a Hillary Clinton en las semanas finales de las elecciones, estos mismos Republicanos ahora ven a Assange como un héroe.
Trump también ha alabado a Assange, como parece apropiado, ya que está claro que se benefició de las cifras decrecientes de votantes de Hillary. De hecho, no está del todo injustificado atribuir al menos una porción de la victoria de Trump en la noche electoral a las docenas de correos de Podesta filtrados y que fueron publicados durante las últimas semanas.
Ahora que Trump ha calificado públicamente a Assange como un héroe por hacer esencialmente lo mismo que hizo Snowden (y ganado la presidencia como resultado de las filtraciones) ¿es posible que el presidente Trump considere perdonar a Edward Snowden?
Repito que en este momento nadie sabe cómo funcionará esta próxima administración. Mientras que nombres como John Bolton, Rudy Giuliani y Chris Christie no hacen mucho por aliviar el temor a una política exterior excesiva, un Estado policial tiránico y el típico compadreo con el gobierno, perdonar a Edward Snowden sería una postura firme contra el establishment.
Si el presidente Trump hace honor a su promesa de restaurar relaciones pacíficas con Rusia, donde Edward Snowden ha estado exiliado en los pasados tres años y medio, podría convertirse en una pieza de negociación. Por supuesto, en este momento todo son especulaciones, pero como antiintervencionistas buscando la paz solo podemos esperar que una mejora de relaciones con Rusia no se produzca la costa del delator más heroico de nuestros tiempos.
El legado de Trump como presidente es una pizarra en banco, que podría ir hacia cualquier lado. Si quiere mantener su actual base de apoyo y demostrar que se equivocan sus escépticos, sería inteligente perdonar a Edward Snowden y lanzar el primer golpe real hacia el establishment durante sus primeros días en el cargo.
