Power & Market

Cómo los aranceles bloquean el descubrimiento empresarial y paralizan el progreso

El argumento económico estándar contra los aranceles es que, al eliminar la competencia extranjera, simplemente suben los precios para los consumidores. Aunque es cierto, este argumento apenas araña la superficie del problema y pasa por alto una realidad crítica: los aranceles y las políticas proteccionistas hacen mucho más que simplemente subir los precios —bloquean el proceso de descubrimiento empresarial que es esencial para el progreso.

El problema de esta perspectiva es que está arraigada en una visión estática de la competencia, extraída de los modelos económicos dominantes de competencia perfecta. Este modelo define la competencia como un mercado con numerosos productores que venden bienes homogéneos, en el que ninguno tiene influencia sobre el precio. Se considera a las empresas como meros tomadores de precios, que responden a las condiciones del mercado en lugar de moldearlas activamente. En este marco, se supone que las barreras a la entrada sólo elevan los precios, —ya sea reduciendo la oferta o aumentando los costes de producción— sin alterar fundamentalmente la dinámica del mercado.

Sin embargo, se trata de una concepción profundamente errónea de la competencia porque supone una información perfecta, —es decir, que todos los participantes en el mercado poseen ya un conocimiento completo de los precios, los productos y las oportunidades. Al suponer que todo el conocimiento relevante es ya conocido, este marco elimina la necesidad misma del descubrimiento empresarial, el proceso a través del cual los individuos detectan las lagunas del mercado y actúan sobre ellas, introduciendo innovaciones que impulsan el progreso.

Frente a la visión estática de la competencia perfecta, la teoría de la competencia dinámica —promovida por Israel Kirzner y Jesús Huerta de Soto— demuestra que los mercados del mundo real se rigen por el descubrimiento empresarial, no sólo por la fijación de precios. Los empresarios no operan en un mundo de conocimiento perfecto, sino que descubren y crean constantemente nueva información a través de sus acciones.

Kirzner y de Soto sostienen que los mercados están llenos de ineficiencias inadvertidas y lagunas ocultas, donde las necesidades insatisfechas y los recursos desaprovechados permanecen desconectados. La maravilla del proceso de mercado es que traduce estas ineficiencias en oportunidades de lucro. La competencia, en este marco, es el proceso de exploración alerta del mercado en busca de oportunidades pasadas por alto. Y una vez que un empresario descubre y explota una oportunidad, ésta deja de existir para los demás. De este modo, descubren constantemente nuevas soluciones.

Pero aquí está la clave: el conocimiento necesario para el descubrimiento empresarial no es estático, explícito ni está disponible de forma centralizada. Es subjetivo, tácito, disperso y está en constante cambio, lo que significa que no puede buscarse deliberadamente de la misma forma que se busca información en una base de datos. Entonces, ¿cómo la encuentran los empresarios? Esta es otra maravilla del mercado: transmite el conocimiento empresarial a través de los precios. Las fluctuaciones de precios señalan dónde pueden existir oportunidades, guiando a los empresarios hacia ineficiencias que esperan ser resueltas.

¿Qué tiene esto que ver con los aranceles y el proteccionismo? Los aranceles perturban el proceso dinámico de descubrimiento empresarial de dos maneras fundamentales: en primer lugar, al distorsionar las señales de precios, obstruyen el flujo vital de información empresarial; en segundo lugar, al proteger a las industrias nacionales de la competencia, ahogan la creación de nuevos conocimientos que impulsan la innovación y el progreso.

Al crecer en Irán, he visto de primera mano las devastadoras consecuencias de las políticas proteccionistas. El gobierno ha justificado durante mucho tiempo los aranceles y las barreras comerciales en nombre de la autosuficiencia, insistiendo en que no necesitamos la competencia extranjera para prosperar. Pero el resultado siempre ha sido el mismo: la supresión del descubrimiento empresarial, que impide el progreso económico.

La industria automovilística iraní, fuertemente protegida, es un buen ejemplo. Durante décadas, los elevados aranceles han protegido a fabricantes nacionales como Iran Khodro y Saipa de la competencia extranjera. ¿Cuál es el resultado? Automóviles de baja calidad y precio excesivo y una tasa de mortalidad por accidentes de tráfico significativamente superior a la media mundial. Sin fabricantes de automóviles extranjeros que impulsaran el mercado, los productores nacionales no tenían incentivos para innovar. Permanecieron ciegos ante las nuevas tecnologías, los métodos de producción eficientes y la evolución de las preferencias de los consumidores. Este mismo patrón se extiende a la agricultura y otras industrias.

Pero el daño real va más allá de la ineficacia y los precios altos —son las innovaciones y mejoras perdidas que nunca llegaron a producirse. Al bloquear la competencia, el proteccionismo impide que los aspirantes a empresarios entren en el mercado con mejores ideas, dejando a la sociedad estancada en lugar de progresar. 

Irónicamente, la defensa gubernamental de la autosuficiencia sigue la misma lógica utilizada para desestimar el impacto de las sanciones internacionales. Se nos dice que las sanciones no importan porque Irán es rico en recursos y puede producir todo lo que necesita. Pero en realidad, las sanciones han cortado los intercambios cruciales de conocimientos y tecnología que podrían haber hecho avanzar nuestras industrias. El resultado es el declive económico, no por falta de recursos, sino por falta de acceso al proceso de descubrimiento empresarial que permite la competencia.

En este sentido, los aranceles son sanciones internas —barreras autoimpuestas que bloquean el flujo de conocimientos, ahogan el emprendimiento y sabotean el progreso económico. Se derivan de la misma mentalidad autárquica que ha mantenido a Irán económicamente estancado a pesar de su riqueza natural.

Si comprendemos plenamente la importancia de la función empresarial, nos daremos cuenta de que suprimirla es una tragedia que significa que las lagunas seguirán pasando desapercibidas y las necesidades seguirán sin satisfacerse. Toda restricción al comercio y a la competencia es una restricción al proceso humano de descubrimiento —el proceso que ha sacado a las sociedades de la pobreza y ha creado una prosperidad sin precedentes allí donde se le ha permitido florecer.

Las dificultades económicas de Irán no son sólo el resultado de sanciones externas, sino de barreras internas que funcionan de la misma manera. Los aranceles no protegen —sino que paralizan. No fortalecen una economía, la bloquean. Y lo peor de todo es que garantizan que las soluciones a nuestros problemas permanezcan en lo desconocido, sin descubrir y sin realizar. La experiencia de Irán demuestra que el progreso económico no viene del proteccionismo —sino de la libertad de descubrir...

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