En su artículo del martes sobre el extraño e inmoral plan de Trump para Palestina, Tom DiLorenzo conecta el plan con la obsesión del presidente Lincoln de deportar a la población negra de los Estados Unidos a una «colonia» en África o Centroamérica.
El intento de la administración Grant de anexionarse Santo Domingo, lo que hoy se conoce como República Dominicana, constituye un interesante epílogo a todo esto.
Como señala DiLorenzo, Lincoln estaba personalmente obsesionado con su plan de colonización, y que estuvo «trabajando duro hasta el día de su muerte contando cuántos barcos harían falta» para llevar a cabo su plan. Sin embargo, la idea no murió del todo con Lincoln.
Cuando Ulysses S. Grant juró su cargo en 1869, ya estaba apoyando un plan para anexionarse Santo Domingo por varias razones. Este intento de anexionarse el país insular era sólo el último de tres, ya que los EEUU había realizado intentos similares en 1854 y 1866. En los tres casos, la principal motivación política fue la presión ejercida por los grandes intereses comerciales, que creían que las grandes empresas estadounidenses podrían explotar más eficazmente los recursos minerales y agrícolas de la isla.
Aunque el amiguismo y el imperialismo cínico parecen haber sido un factor importante, la administración Grant necesitaba otros aliados para llevar a cabo la anexión. Muchos de los aliados de Grant de estos otros grupos de interés estaban impulsados por factores como la expansión de las capacidades militares de los EEUU en la región. El historiador Harold Pinkett escribe:
Desde el comienzo de su mandato en 1869 el presidente Grant estuvo rodeado de muchas personas que estaban interesadas en la anexión de Santo Domingo. Algunas de estas personas apoyaban la anexión por razones esencialmente patrióticas. Los principales en este grupo de asociados del presidente eran el Almirante Daniel Ammen y el Senador Cornelius Cole de California, quienes deseaban fortalecer la armada de los EEUU y proteger un propuesto canal istmeño mediante la adquisición de bases navales caribeñas. El propio presidente estaba impresionado con la idea de que la expansión territorial aumentaría el prestigio de los Estados Unidos.
En un aparente esfuerzo por reforzar el apoyo de algunos antiguos abolicionistas, Grant también lanzó la idea de que la anexión de Santo Domingo sería útil para «ayudar a aquellas personas que buscaban proporcionar un lugar de refugio para los negros americanos en las Indias Occidentales».
No está claro que hubiera muchos voluntarios. De hecho, es probable que hubiera muy pocos voluntarios, ya que un intento anterior de enviar antiguos esclavos a Santo Domingo había terminado desastrosamente. Específicamente, Lincoln había intentado anteriormente una «colonia» en Santo Domingo como parte de un programa piloto para sus esfuerzos de deportación más amplios. Cabe destacar que el plan, aunque diseñado para lograr el objetivo de Lincoln de limpieza étnica, también ayudó a hacer dinero a algunos especuladores. En 1859, algunos inversores ya estaban comprando tierras con la posibilidad de que Lincoln fuera elegido y aplicara políticas que «fomentaran» la migración de esclavos liberados a la isla. El destino, por supuesto, serían las tierras que ya poseían los especuladores americanos. Pinkett continúa:
En ese año [1859] los dos especuladores se asociaron en un plan para obtener una concesión de tierras del presidente de República Dominicana a cambio de un préstamo y la promoción de la migración a la isla. Se dieron cuenta de la ganancia financiera que podría obtenerse del plan del presidente Lincoln destinado a ayudar a la colonización de los negros emancipados en las Indias Occidentales o Liberia. Así, cuando en 1862 el Congreso asignó fondos para este fin, [los inversionistas] y otros organizaron una compañía conocida como la «Compañía Americana de las Indias Occidentales». Tras una inversión de unos 4.000 dólares en tierras, los promotores publicaron un prospecto en el que afirmaban haber adquirido propiedades valoradas en 2.000.000 de dólares. Estos especuladores convencieron a varios negros para que se establecieran en Santo Domingo. Su asentamiento tuvo resultados trágicos. La mayoría de ellos sucumbieron a la fiebre tropical y al hambre o tuvieron que ser repatriados por el agente comercial americano. Este plan de colonización provocó una condena generalizada.
La oposición al plan de 1868-1870 procedía de varios rincones del país, y el intento de anexión fracasó por falta de apoyo en el Senado estadounidense. (Esto ocurría cuando el presidente no podía hacer lo que quisiera sin tener en cuenta el apoyo del Congreso).
Muchos se opusieron a la idea basándose en las antiguas nociones Jeffersonianas y antiimperialistas de que los Estados Unidos no debería dedicarse a anexionar estados soberanos existentes. Otros se oponían porque no veían pruebas de que los dominicanos apoyaran la idea.
Cualesquiera que fueran las razones aducidas en su momento, es probable que los EEUU esquivara una bala al no anexionarse Santo Domingo en su momento. Por ejemplo, República Dominicana comparte una isla con Haití, y es difícil imaginar que los Estados Unidos se beneficiara de compartir una frontera terrestre con el país más pobre del hemisferio occidental. Asimismo, los dominicanos ya llevaban años envueltos en conflictos tanto con España como con Haití. Santo Domingo era, en muchos sentidos, un país devastado por la guerra. ¿Cuánto tesoro se iba a derramar —y cuántos dominicanos serían asesinados— para «pacificar» a los dominicanos? La historia del imperialismo estadounidense en Filipinas ofrece un cuento con moraleja.
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