Siempre he sido escéptico ante los monopolios e instituciones coercitivas respaldadas por el gobierno. Los seguros —especialmente los seguros de hogar en zonas propensas a los huracanes– son desde hace tiempo un ejemplo paradigmático de este tipo de sistemas. En las últimas semanas de huracanes, cuando los vientos causan una destrucción catastrófica y la lluvia cae a cántaros inundando ciudades enteras, queda al descubierto la verdadera naturaleza del sector de los seguros: un esquema piramidal que se aprovecha de los vulnerables y enriquece a unos pocos a costa de la mayoría.
En zonas propensas a huracanes e inundaciones, los propietarios de viviendas se ven obligados a contratar seguros para cumplir los códigos de construcción locales, los requisitos hipotecarios y las normas de zonificación. Esta cobertura obligatoria crea un mercado cautivo, en el que los particulares se ven coaccionados a comprar un producto que tal vez no necesiten o no quieran. Las compañías de seguros, conscientes de este público cautivo, fijan primas artificialmente altas, sabiendo que los propietarios no tienen más remedio que pagar. No sólo es coercitivo, sino otro ejemplo de cómo el gran gobierno se burla del individuo, regulando a la fuerza su vida.
Las compañías de seguros de hogar prometen proteger a los propietarios de la ruina económica en caso de catástrofe. Sin embargo, en estas zonas propensas a los huracanes, suelen denegar o retrasar las reclamaciones, dejando a los asegurados sin apenas recursos. Por supuesto, no se trata de un problema aislado, sino de una obsolescencia programada arraigada en el modelo de negocio del sector de los seguros.
Las compañías de seguros funcionan según el principio de mancomunación de riesgos, por el que muchos asegurados contribuyen a un fondo colectivo para cubrir los costes de los siniestros. En teoría, esto podría funcionar bien para incidentes menores. Sin embargo, cuando se producen catástrofes como huracanes, el fondo se agota y las compañías se ven obligadas a luchar para cubrir las enormes pérdidas. Otro elemento de su desastroso modelo es que estas compañías —que evalúan el riesgo de daños y pérdidas durante la temporada de huracanes como extremadamente alto— pueden darte de baja de su póliza por razones arbitrarias en cualquier momento, pero no emiten nuevas pólizas ni aumentan los límites de cobertura durante la temporada de huracanes. Esto deja a muchos propietarios —que han pagado primas de seguro durante años— sin cobertura de seguro durante estos meses vitales en los que más la necesitarían.
Si usted está «cubierto» —y no se declaran en quiebra para evitar el pago de siniestros—, las aseguradoras recurren entonces al gobierno para que les rescate, les subvencione o les facilite la regulación. Se crea así un círculo vicioso. Las compañías de seguros se benefician sustancialmente de las primas que han cobrado y se supone que utilizan estos fondos para pagar las reclamaciones, pero sólo después de que se hayan pagado las franquicias y otras tasas. Cuando la cantidad restante suele ser insuficiente para cubrir la totalidad de los daños, los asegurados tienen que hacer frente a importantes desembolsos. Mientras tanto, los beneficios de las aseguradoras siguen disparándose, alimentados principalmente por sus primas artificialmente elevadas y su mercado cautivo.
El seguro de hogar en zonas propensas a huracanes es realmente un requisito injusto por multitud de razones. La primera de ellas es la coacción. Se obliga a los propietarios a contratar un seguro, negándoles la libertad de tomar sus propias decisiones sobre la gestión del riesgo. En segundo lugar, el mercado cautivo permite a las aseguradoras fijar precios sin mucha competencia, lo que se traduce en costes excesivos para los asegurados. Por último, como las aseguradoras suelen dar prioridad a sus beneficios frente a los pagos, cuando se produce una catástrofe, si llegan a «pagar», su plan puede dejar a los asegurados con una indemnización por daños lenta e inadecuada.
Para desmantelar esta estafa piramidal, debemos promover la libertad y la competencia permitiendo a los propietarios de viviendas optar por no contratar seguros, permitiéndoles autoasegurarse o buscar estrategias alternativas de gestión del riesgo. Si elimináramos estos monopolios respaldados por el gobierno y permitiéramos la entrada en el mercado de múltiples proveedores de seguros, podríamos fomentar una mayor competencia y quizás bajar los precios.
Dada la frecuencia y magnitud de las recientes tormentas, es esencial reconocer el esquema piramidal de los seguros como lo que es: un esquema que explota a los vulnerables y enriquece a unos pocos a costa de la mayoría. Promoviendo la libertad, la competencia y la transparencia, podemos crear un sistema en el que las personas puedan tomar sus propias decisiones sobre gestión de riesgos y seguros sin la injusta coacción del gobierno.