La Escuela Austriaca de Economía representa un enfoque metodológico heterodoxo de la economía que difiere significativamente de las enseñanzas ortodoxas representadas por la corriente económica dominante. El enfoque de la Escuela Austriaca es multidisciplinar y comprende no sólo a economistas, sino también a historiadores, sociólogos, juristas y filósofos que pretenden explicar los fenómenos sociales derivados de la acción humana, que sirve de pilar fundamental de la escuela. A continuación, exploraremos algunas de las discrepancias sustanciales entre estas escuelas de pensamiento y ofreceremos una conclusión sobre la relevancia de la Escuela Austriaca en la actualidad.
Metodología
Las principales herramientas de la Escuela Austriaca están representadas por el individualismo metodológico y el apriorismo. El individualismo metodológico es un enfoque sistemático que se centra en el individuo como unidad fundamental de estudio en economía y en cómo los objetivos y acciones individuales trascienden la esfera personal e influyen en la sociedad. Se diferencia del colectivismo, que se centra en el colectivo como objeto principal de estudio, relegando al individuo a una mera parte del todo. El individualismo metodológico no niega el impacto agregado de los grupos sobre los individuos, pero sostiene que los grupos sociales, o el colectivo, están compuestos en última instancia por individuos con sus propias metas y objetivos, cuya convergencia fomenta la formación de dichos grupos. En otras palabras, los grupos colectivos son, en última instancia, varios individuos que actúan.
El apriorismo sostiene que el conocimiento humano más básico es innato, basado en ciertas estructuras lógicas incrustadas en la mente que permiten un razonamiento válido sin necesidad de datos empíricos. Por tanto, este conocimiento es válido y cierto en todos los contextos. Un ejemplo destacado y relevante aquí es el de la acción humana, que no puede negarse sin la acción humana, y otras leyes económicas consecuentes.
En contraste con el apriorismo, el empirismo es empleado por la corriente dominante a través del método científico. El empirismo se caracteriza por utilizar hipótesis y pruebas para generar nuevos conocimientos derivados de la información sensorial. Al poner a prueba una hipótesis mediante la experimentación, ésta se valida o se descarta; en el primer caso, se forman temporalmente teorías científicas. El principal problema del empirismo en el campo de las ciencias sociales radica en la ausencia de constantes, la singularidad de los acontecimientos históricos, el elemento de la elección humana, así como las cuestiones éticas relacionadas con los sujetos experimentales. Mientras que las constantes son útiles en las ciencias naturales, el uso de las matemáticas, la física o la estadística es improductivo en el contexto de las ciencias sociales y la acción humana. Las conclusiones extraídas no aportan conocimientos útiles, sino que informan de que, en determinadas condiciones, se produjo un hecho concreto e irrepetible debido a la ausencia de dichas constantes. Por tanto, sus conclusiones no son generalizables. Nunca podrá haber un conocimiento económico cierto.
El papel del empresario en la sociedad
Para los seguidores de la Escuela Austriaca, la función empresarial representa una acción de especial interés, ya que impulsa el progreso humano. Según el profesor Jesús Huerta de Soto, la función empresarial se define de la siguiente manera: «En un sentido amplio, la función empresarial coincide con la propia acción humana. En este sentido, podría decirse que toda persona que actúa para modificar el presente y conseguir sus objetivos en el futuro ejerce la función empresarial.»
La esencia de la acción humana —y, por tanto, de la función empresarial— es alcanzar objetivos (fines) utilizando medios para aliviar o reducir el malestar que siente el individuo. En un sentido más estricto, la función empresarial se define como una actitud persistente de alerta ante diferentes oportunidades de mercado que pueden aprovecharse, no sólo en beneficio propio, sino también en el de otros participantes en el mercado. Al descubrir nuevas oportunidades, el empresario gestiona información que se transmite al resto de la sociedad, lo que permite corregir los desequilibrios entre los precios de los factores y la demanda subjetiva de los consumidores. Esta actividad empresarial tiene una función equilibradora. Sin embargo, esto no implica que la sociedad esté o pueda estar nunca en equilibrio permanente; a medida que se corrigen estos desequilibrios, surgen otros nuevos, que pueden ser aprovechados por otros individuos wokeistas, generando un círculo virtuoso de explotación de oportunidades.
Para beneficiarse de sus acciones en el mercado, los empresarios deben ofrecer las mejores condiciones para que los consumidores sientan la necesidad de adquirir su producto o servicio. Así surge el concepto de soberanía del consumidor. En general, en ausencia de intervención estatal, las empresas que prevalecen son las que ofrecen mejores productos o condiciones a los consumidores. Esto no significa que tener éxito una vez en el mercado garantice la protección frente a los competidores; el éxito pasado no garantiza el éxito futuro.
En cambio, la economía dominante menciona a los empresarios o el emprendimiento, pero los relega a un papel secundario. A menudo, sin embargo, los empresarios y su función se descuidan por completo. Los empresarios son considerados actores (o autómatas) que, dadas unas condiciones preexistentes, buscan el mejor curso de acción para explotar las oportunidades. La diferencia entre ambas perspectivas radica en el papel de la información y el emprendimiento en la economía. Los economistas ortodoxos critican las acciones empresariales cuando sus resultados no se ajustan a los resultados «óptimos». No perciben que los empresarios actúan racionalmente ex ante pero pueden cometer errores ex post. Los empresarios pueden cometer errores porque la información no viene dada, sino que está dispersa y debe ser creada por el empresario. Los errores se producen cuando la información que poseen carece de valor para los consumidores o cuando otras actividades se vuelven más urgentes para unos recursos escasos.
Consumo, ahorro e inversión
Sin ahorro, no puede haber inversión. Esta frase se considera una máxima del pensamiento austriaco y deriva de axiomas fundamentales de las leyes económicas. Si no se acumula capital o recursos, es imposible llevar a cabo una inversión que requiera tales insumos. Un ejemplo sencillo es la construcción de una cabaña en el bosque. Para este proyecto, hay que reunir y manipular materiales como la madera; sin producción y ahorro, la cabaña no puede terminarse. Lo mismo se aplica más ampliamente al capital y a la acumulación monetaria. Para los austriacos, el capitalismo —entendido como un sistema económico que garantiza la propiedad privada y se caracteriza por la acumulación de capital— es fundamental. En cualquier caso, el ahorro es esencial. Así, para los economistas austriacos —junto con la función empresarial— el ahorro es esencial para un crecimiento económico estable.
Para los keynesianos (que también forman parte de la corriente dominante), la fuerza motriz se desplaza al consumo. Sostienen que la demanda agregada permite el crecimiento económico y debe estimularse por cualquier medio si el consumo flaquea. Esto fomenta el endeudamiento de la sociedad para impulsar el consumo (y la inversión) y desincentiva el ahorro, que sigue siendo necesario pero disminuye con el tiempo. Más allá de los efectos económicos, esta perspectiva influye en los valores morales, promoviendo el cortoplacismo a expensas de la planificación a largo plazo y la responsabilidad, reforzando potencialmente el papel y las intervenciones del Estado.
Conclusiones
El papel de la Escuela Austriaca es cada vez más importante, con un número creciente de estudiantes, educadores, empresarios, filósofos, sociólogos, historiadores e incluso políticos que desempeñan un papel fundamental en la difusión de las ideas de una economía sólida y praxeológica en la sociedad. Es necesario, en mi opinión, criticar constructivamente las ideas propagadas por socialistas, neoclásicos, keynesianos y otros teóricos de la corriente dominante, que han causado un gran daño no sólo a la ciencia económica sino también a las ciencias sociales en general. Creo que es esencial que cualquiera que se llame a sí mismo economista reflexione sobre las ideas presentadas en este artículo y no se conforme con una única perspectiva. El debate es una herramienta poderosa que, —en buenas manos— permite a la sociedad avanzar hacia un futuro mejor.