En las clases universitarias de Organización Industrial se suele enseñar cómo el mercado puede acabar teniendo un resultado no eficiente o no competitivo. Por ejemplo, que una firma se quede con la mayor parte de un mercado, lo que se considera un resultado no eficiente porque la firma tiene poder para recortar el llamado «excedente del consumidor» y ampliar su «excedente del productor». Tomar decisiones basadas en estos «excedentes» es problemático porque no existe una medida del valor que un consumidor otorga a un determinado objeto.(1) El nivel de suposiciones necesario para realizar estos cálculos aleja la línea dominante de la economía de la realidad. Normalmente, el tipo de solución que proponen estos economistas para los resultados no eficientes es regular el mercado, para proteger al consumidor y «garantizar la eficiencia y la competencia».
Estas regulaciones cada vez mayores en los mercados de las diferentes industrias tienden a reducir la competencia, actuando como una barrera de entrada para las nuevas empresas. Como dijo Mises:
«[...] hoy en día los impuestos (regulaciones) suelen absorber la mayor parte de los beneficios «excesivos» del recién llegado. No puede acumular capital; no puede ampliar su negocio; nunca se convertirá en una gran empresa y en un rival para los intereses creados. Las viejas firmas no tienen que temer su competencia; están protegidas por el recaudador de impuestos». (2) (Paréntesis añadido).
Esta afirmación no sólo se aplica a los impuestos, sino también a las normativas: a medida que un mercado se regula más, las empresas tendrán que dedicar más tiempo, dinero y recursos a cumplir estas nuevas normativas. Añadir más regulaciones a un sector es, pues, una forma de gravar ese sector, porque los beneficios excesivos de las empresas se verán reducidos al tener que cumplir las nuevas regulaciones.
Los llamados «expertos» tratarán de vender sus iniciativas como acciones científicas, exactas y afinadas, que tendrán cero efectos externos, la experiencia nos ha enseñado cómo esto no es cierto, múltiples veces. Los economistas principales tienden a no tener en cuenta los costes de regulación mencionados anteriormente: como funcionarios del gobierno, no suelen considerar la gama completa de efectos que tienen sus acciones, algo que fue señalado por Bastiat hace siglos, y sin embargo seguimos luchando con ello.
Entonces, ¿cómo se restringe la competencia?
Cuando una industria está excesivamente regulada, como es el caso de la mayoría de las industrias que llegan a millones de consumidores, los costes que supone para los recién llegados el cumplimiento de la normativa vigente son enormes. Por lo tanto, los costes de regulación impuestos a las empresas son lo suficientemente grandes como para actuar como una barrera de entrada: la inversión inicial es más alta de lo que habría sido en ausencia de la normativa, lo que afecta gravemente a la rentabilidad de muchas firmas.
Para las firmas ya establecidas, que tienen una buena parte de la cuota de mercado del sector, estas normativas tienen un coste relativamente bajo: ya han acumulado capital antes de que la normativa entrara en vigor, por lo que estas nuevas normativas tendrían un pequeño efecto negativo en sus estados financieros. Lo contrario ocurre con los recién llegados: prácticamente no tienen cuota de mercado, ya que acaban de entrar en el sector, por lo que el cumplimiento de la normativa supondrá una parte relativamente alta de sus costes totales, consumiendo la rentabilidad de la firma.
El resultado general de esto es el siguiente: las firmas existentes tendrán una posición más protegida, ya que se reduce la posibilidad de tener nuevos competidores. Si la incertidumbre de su posición en el mercado es lo suficientemente pequeña, dejarán de preocuparse por los clientes y tenderán a ceñirse a las normas mínimas establecidas por la normativa: El mercado de la industria estaría gestionado de facto por el gobierno, ya que ha creado monopolios poniendo barreras de entrada, y si se producen nuevos cambios en estas industrias, va a ocurrir a través de los mandatos del gobierno.
La próxima vez que escuche a un político proponer un proyecto de ley o una iniciativa para «proteger al consumidor», piense en lo que «no se ve» y sea escéptico sobre los resultados que prometen. Las regulaciones para hacer que los mercados sean «mejores» actúan como barreras de entrada para las nuevas empresas. Éstas han destruido la competencia en el último siglo, a medida que el tamaño y el alcance de la burocracia gubernamental se han expandido más allá de los límites que nadie podría haber imaginado. Vamos camino de una economía dirigida por el Estado, tal y como dijo Mises en su famoso texto «La mitad del camino lleva al socialismo». (3)
(1) Rothbard, M. 1962. Man, Economy and State. Capítulo 4: Prices and Consumption. Parte 4: The Gains from Exchange.
(2) Von Mises, L. 1966. Human Action: A treatise on economics. Capítulo XXII: Confiscation and Redistribution.
(3) Von Mises, L. 1952. The Middle of the Road Leads to Socialism. Planning for Freedom and Sixteen other Essays and Addresses.