Las sociedades son más prósperas cuando los ciudadanos producen e innovan sin la intervención del gobierno. Sin duda, las regulaciones pueden frenar el progreso de la innovación y, por extensión, el crecimiento económico. Dado que las sociedades económicamente libres permiten la creación eficiente de riqueza, no es de extrañar que el Instituto Fraser y la Fundación Heritage hayan documentado una relación positiva entre la libertad económica y el crecimiento de la renta.
Sin embargo, lo que menos se aprecia es que la libertad económica mejora el bienestar de maneras que no se pueden calcular fácilmente en ningún libro de cuentas. Los mayores ingresos permiten a las personas adquirir servicios de alta calidad, lo que enriquece su calidad de vida. Cuando el aumento de la riqueza permite a las personas asegurarse una mejor atención sanitaria y escuelas superiores, pueden esperar vivir más tiempo y conseguir trabajos lucrativos. Al no tener que preocuparse por las necesidades básicas de la vida, la gente puede dedicarse al ocio e invertir en la creación de relaciones de calidad.
Como era de esperar, Belasen y Hafer (2012) sostienen que, en todos los estados americanos, las mejoras en la libertad económica condujeron a mayores niveles de bienestar, incluso después de controlar otros factores. La libertad económica da a las personas una sensación de control sobre sus asuntos al garantizar la realización de proyectos empresariales sin las trabas de las regulaciones gubernamentales. Por ello, las sociedades económicamente libres fomentan el optimismo. En un artículo de 2017, Boris Nikolaev y Daniel L. Bennett afirman que las personas que residen en sociedades económicamente libres son más propensas a manifestar sentimientos positivos. Los autores señalan, además, que estas personas también son propensas a manifestar sentimientos de entusiasmo, éxito y júbilo. Curiosamente, las personas que viven en estas sociedades también son menos propensas a sentirse inquietas, aburridas o solas.
De hecho, al aumentar los ingresos, la libertad económica nos ofrece nuevas oportunidades más allá de las meras posesiones materiales. Lo cierto es que tener dinero aumenta nuestra propensión a comprar experiencias que valen la pena. De hecho, las investigaciones relacionadas indican que el grado de libertad económica en los estados de EEUU tiene un efecto positivo tanto en la felicidad individual declarada como en la felicidad media del estado. Estos resultados son predecibles, ya que la libertad económica aumenta la satisfacción vital al permitir a las personas trazar su propio camino.
Otro canal a través del cual la libertad económica mejora la sociedad es la tolerancia. Los mercados abiertos permiten que la gente se relacione y haga negocios con los de fuera, lo que genera confianza y respeto por las diferencias culturales. Nicolas Berggren y Therese Nilsson, en su artículo de investigación «Economic Freedom as a Driver of Trust», afirman que en las sociedades económicamente libres las personas están motivadas para ser dignas de confianza y entablar relaciones con extraños para tener éxito en el mercado. Además, hacer negocios con extraños nos obliga a apreciar la diversidad y a abrazar nuestra humanidad universal. Además, hay que tener en cuenta que la ausencia de regulaciones gubernamentales garantiza que las personas interactúen entre sí como individuos con preferencias únicas y no como agentes impersonales. En general, la normativa gubernamental crea barreras a las interacciones comerciales.
Asimismo, las investigaciones de Thomas Coyle, Heiner Rindermann y Dale Hancock demuestran que en las economías libres y abiertas, las personas innovadoras son más productivas con los recursos humanos disponibles.
Obviamente, cuando la normativa gubernamental no obstaculiza la innovación, es más probable que la gente se embarque en empresas arriesgadas. Adam Thierer, en Permissionless Innovation, opina que la start-up americana Free World Dialup (FWD) fracasó porque solicitó la aprobación de la FCC para operar, mientras que los fundadores de Skype se saltaron las aprobaciones reguladoras de Estados Unidos, lo que permitió a la empresa crear una base de usuarios, por lo que a largo plazo pudo superar a FWD.
Pero la libertad económica no sólo es útil en el ámbito económico. La investigación revela que mitiga los efectos de las pandemias. Vincent Geloso y Jamie Pavlik, en un fascinante trabajo que explora los efectos de la libertad económica en la pandemia de 1918, afirman que los países con mayores niveles de libertad económica atenuaron los daños inducidos por la pandemia porque se les permitió recuperarse más rápidamente que las economías reguladas, cuyas políticas frenaron la recuperación. Curiosamente, investigaciones más recientes han confirmado las conclusiones de Geloso y Pavlik al sostener que las economías abiertas de Europa demuestran una mayor capacidad de adaptación a la crisis del covid-19.
A pesar de los desplantes de reguladores y políticos, la libertad económica es una estrategia ideal para crear sociedades prósperas y resistentes. Si no nos atenemos a los principios de la libertad económica, nos perjudicará, porque es la solución para garantizar una sociedad fuerte, no el problema.