Muchos medios de comunicación destacan la discriminación como el principal obstáculo para los logros de las mujeres, captando una atención generalizada a pesar de las pruebas empíricas que sugieren lo contrario. Las soluciones propuestas suelen incluir cuotas de género, leyes antidiscriminación y otras intervenciones destinadas a abordar el sexismo institucional. Sin embargo, los responsables políticos siguen desconcertados por la infrarrepresentación de las mujeres en determinados campos y la persistencia de la supuesta «brecha salarial de género».
Esta desconexión se debe a que las políticas públicas de muchos países occidentales se centran en lograr la igualdad de resultados sin tener plenamente en cuenta las distintas preferencias. Las diferencias profesionales y de ingresos entre hombres y mujeres responden más a diferencias medias de intereses que a sesgos sistemáticos. Por ejemplo, se espera que los hombres ocupen más puestos físicamente exigentes, como el de leñador. Estas distintas preferencias determinan las opciones profesionales y no deben considerarse automáticamente problemáticas.
Además, el llamamiento a acabar con la segregación ocupacional suele dirigirse selectivamente a los campos dominados por los hombres y mejor pagados. Pocas voces cuestionan el predominio de las mujeres en profesiones como los recursos humanos o la veterinaria. En cambio, la defensa de la diversidad de género sólo se intensifica cuando se trata de campos de alto estatus y dominados por los hombres. Por ejemplo, son pocas las voces que abogan por un mayor número de mujeres ingenieras de saneamiento, ya que esta función —aunque está dominada por los hombres— no genera ingresos elevados. Aunque es un objetivo loable animar a las mujeres a trabajar en campos prestigiosos, puede que no se corresponda con los intereses y preferencias más generales que guían sus elecciones profesionales.
La investigación también subraya estas preferencias, sobre todo en los campos STEM. En un estudio sobre la participación de las mujeres en las carreras STEM, los investigadores descubrieron que el interés de las estudiantes —y no su receptividad a las calificaciones— era el principal factor que afectaba a la permanencia. No se sugirió ajustar las normas de calificación, ya que las tasas de permanencia no estaban relacionadas con la capacidad. Además, un estudio similar muestra que las mujeres prefieren las asignaturas abstractas y dan más prioridad a la conciliación de la vida laboral y familiar que los hombres. Asimismo, otro estudio reveló que las mujeres que se licencian en disciplinas STEM tienen menos probabilidades que los hombres de seguir una carrera en esas áreas y prefieren puestos con jornadas más cortas y horarios flexibles.
Las disparidades salariales también parecen estar más ligadas a las responsabilidades asistenciales que a la discriminación. Un estudio realizado en 2023 por Valentin Bolotnyy y Natalia Emanuel indica que la diferencia salarial entre hombres y mujeres se debe en gran medida a las funciones asistenciales de las mujeres y a las estructuras inflexibles de muchos lugares de trabajo. Este desajuste, más que un sesgo intencionado, limita los ingresos de las mujeres.
Numerosos estudios cuestionan la idea generalizada de la discriminación antifemenina, presentando a las empresas como actores racionales. Históricamente, los hombres son más propensos a negociar salarios más altos, lo que puede aumentar la masa salarial de una empresa. Esta dinámica salarial ha dado lugar a una brecha de género en los despidos, que en realidad perjudica a los hombres, un hallazgo confirmado en un reciente estudio económico.
Además, los prejuicios contra las candidatas han disminuido significativamente en la última década, mientras que ha aumentado la preferencia por las candidatas en campos tradicionalmente dominados por las mujeres. En particular, las investigadoras tienen ahora más probabilidades de ser contratadas incluso cuando los candidatos masculinos tienen más publicaciones. Si se hicieran afirmaciones similares sobre el éxito de los hombres en las entrevistas, probablemente se les acusaría de sexismo.
En contra de la opinión generalizada, las mujeres prosperan profesionalmente y su infrarrepresentación en determinados campos refleja más las preferencias que la discriminación. Aunque no cabe duda de que la discriminación existe, los nuevos datos indican que es más probable que afecte a los hombres que a las mujeres en contextos específicos.