¿Recuerdan la Edad de Oro del Laissez-Faire, la gran época que terminó trágicamente con la crisis de COVID-19, que puso al descubierto sus fracasos para que todos los vieran? Yo tampoco.
Y sin embargo, la Nueva Narrativa ya se está escribiendo. «The Era of Small Government Is Over», escribe Jamelle Bouie en el New York Times. El gasto del gobierno federal, Estatal y local de EEUU fue del 32% del PIB en 1980, 37% en 2018. Llegó a un máximo de 39% durante el estímulo de Obama y nunca cayó por debajo del 31% durante este período. ¡Demasiado para el consenso neoliberal!
No importa cómo se mida la intervención del gobierno, número de páginas en el Registro Federal, la carga fiscal, el tamaño de la fuerza de trabajo federal, la cantidad de búsqueda de rentas y los contratistas privados en el subsidio de desempleo del gobierno, o simplemente cualitativo, las evaluaciones subjetivas del papel del Estado en la vida privada, hemos tenido un gran gobierno desde que cualquier persona viva puede recordar. Y aún así, como el ex alcalde de Chicago Rahm Emanuel, puede estar seguro de que los expertos, políticos y profesores no dejarán que la crisis actual se desperdicie.
Después de promocionar una variedad de nuevos y expandidos programas gubernamentales para combatir la crisis, Bouie nos advierte, aparentemente sin ironía, que «algunas personas están usando esta crisis para impulsar sus ideas preferidas». Señala las propuestas de recorte de impuestos de los «ideólogos del lado de la oferta» Art Laffer, Stephen Moore, y Steve Forbes (la mayoría de los cuales son en realidad favorecidos por los economistas). Gracias a Dios que las propuestas del Sr. Bouie se basan en la ciencia pura.
La prolífica Mariana Mazzucato escribe en The Guardian que deberíamos «usar esta crisis como una forma de entender cómo hacer el capitalismo de manera diferente». Específicamente, ella quiere que el gobierno juegue un papel más activo en la conformación de la economía y la sociedad:
Desde los años ochenta, se ha dicho a los gobiernos que tomen un asiento trasero y dejen que los negocios dirijan y creen riqueza, interviniendo sólo con el propósito de arreglar los problemas cuando éstos surjan. El resultado es que los gobiernos no siempre están debidamente preparados y equipados para hacer frente a crisis como la del Covid-19 o la emergencia climática. Al asumir que los gobiernos tienen que esperar hasta que se produzca una enorme conmoción sistémica antes de decidirse a tomar medidas, se hacen preparativos insuficientes a lo largo del camino.
En lugar de ello, nos dice, los gobiernos «deberían avanzar hacia la configuración y creación activa de mercados que proporcionen un crecimiento sostenible e inclusivo». También deberían asegurarse de que las asociaciones con empresas que impliquen fondos gubernamentales estén impulsadas por el interés público, no por el beneficio».
Sin duda, los gobiernos que dominan los estados de bienestar socialdemócratas y corporativos en todos los países podrían ser más grandes y más intrusivos de lo que son. La mayoría de nosotros estamos agradecidos por los pequeños bolsillos de libertad que quedan. Sin embargo, si no tenemos cuidado, como señalé la semana pasada, estos bolsillos pueden desaparecer pronto.