Si decimos que la secesión en nombre de la liberación nacional es mala, acabamos apoyando a la Unión Soviética y a todos los imperios o dictadores de pacotilla que consiguen reunir a una variedad de grupos dispares bajo una única bandera nacional.
El concepto de Estado tiene más que ver con la visión del mundo de los antiguos filósofos griegos que con el Imperio romano. Podríamos aprender algunas cosas sobre no-estatalidad de los romanos.
La caída de la Pac-12 es el desafortunado final de una orgullosa institución universitaria. Pero su muerte no es culpa de una codicia incurable, sino de la propia incapacidad de la conferencia para ser competitiva en el juego.
El uso de pactos interestaduales por parte de los estados de EEUU demuestra que los estados no necesitan que el gobierno federal dicte o gestione las relaciones interestaduales.
Una vez que los estados del Sur aceptaron la Decimotercera Enmienda, Lincoln se contentó con que las viejas élites sureñas retomaran sus posiciones de poder y con que muchos negros continuaran en una condición poco mejor que la esclavitud.
Tanto la derecha como la izquierda piden un divorcio nacional amistoso. En realidad, los estados nunca estuvieron «amarrados», al menos no según cualquier definición plausible de matrimonio.
David Gordon explora cómo la opinión declarada de Abraham Lincoln sobre la secesión era fundamentalmente hobbesiana, cínica y violenta.
Los intelectuales occidentales y sus aliados políticos empujan sin descanso hacia un mundo unipolar. La libertad está en la dirección multipolar.
Grupos disidentes están formando micronaciones para liberarse de gobiernos anquilosados. No cabe duda de que esta tendencia continuará.
Ryan McMaken ha presentado un serio argumento a favor de la secesión como medio para contrarrestar el totalitarismo. David Gordon explica por qué es así.
