[Reimpreso por cortesía de Barron’s National Business and Financial Weekly, del número del 1 de noviembre de 1973 y con permiso del Dr. Henry Hazlitt]
El pasado sábado fue el 92 cumpleaños de Ludwig von Mises, el mejor economista analítico de su generación. También ha sido uno de los defensores más capaces de la empresa privada y el mercado libre de este siglo.
Esos 92 años han sido asombrosamente fructíferos. Al otorgarle su premio de Miembro Distinguido en 1969, la American Economic Association atribuía a Mises ser el autor de 19 libros, si contamos solo las primeras ediciones, pero son 46 si se cuentan todas las ediciones revisadas y traducciones extranjeras.
En estos últimos años, Mises ha recibido otros honores. Así ha nombrado Dr. Honoris Causa en derecho en el Grove City College en 1957, Dr. Honoris Causa en derecho en la Universidad de Nueva York en 1963, Dr. Honoris Causa en ciencias políticas en la Universidad de Friburgo en 1964. Además, le han dedicado dos Festschrifts: On Freedom and Free Enterprise en 1956, que contenía ensayos en su honor de 19 escritores, y Toward Liberty, un libro en dos tomos publicado en 1971 con ocasión de su 90 cumpleaños, con contribuciones de 66 autores.
Pero esos honores, incluso tomados en conjunto, parecen escasamente proporcionados a sus logros. Si un hombre se ha merecido alguna vez el premio Nobel de economía, es Mises. Pero, en sus pocos años de existencia, ese premio ha ido a parar a un puñado de los llamados “economistas matemáticos”, uno sospecha que en gran medida porque solo un desfile ecuaciones matemáticas ininteligibles impresiona a los pulgares responsables de encontrar laureados, al parecerles verdaderamente “científicas” y tal vez porque concedérselo a economistas principalmente por su capacidad matemática evita que los donantes parezcan tomar partido en los asuntos políticos y económicos esenciales de nuestro tiempo: el mercado libre frente a los controles públicos y la “planificación”, el capitalismo frente al socialismo, la libertad humana frente a la dictadura.
Ludwig von Mises nació el 29 de septiembre de 1881 en Lemberg, entonces parte del Imperio Austrohúngaro. Entró en la Universidad de Viena en 1900, estudió con el gran Eugen von Bohm-Bawerk y consiguió su doctorado en derecho y economía en 1906. El de 1909, se convertían consejero económico de la Cámara de Comercio de Austria, un puesto que mantuvo hasta 1934.
En 1913, tras la publicación de su Teoría del dinero y del crédito el año anterior, fue nombrado profesor de economía en la Universidad de Viena, un puesto prestigioso, pero no pagado, que también mantuvo durante 20 años. Su famoso seminario en Viena atrajo e inspiró, entre otros, a brillantes estudiantes como F. A. Hayek, Gottfried Haberler y Fritz Machlup.
En 1934, previendo la posibilidad de que Hitler se anexionara Austria, Mises huyó, aconsejando a sus estudiantes que hicieran lo mismo. Fue primero profesor de relaciones económicas internacionales en el Instituto de Grado de Estudios Internacionales en Ginebra. En 1940, llegó a Estados Unidos.
Mises ya era el autor de más de media docena de libros, incluyendo tres obras maestras, pero sólo uno de ellos, Socialismo, se había traducido al inglés. Así que Mises era aquí prácticamente desconocido y como la ideología económica de moda era entonces el keynesianismo y su retoño, el New Deal, no se le hizo caso por considerarlo un reaccionario.
Le resultaba difícil obtener un nombramiento académico. Recurriendo a los libros, escribió Gobierno omnipotente, una historia y análisis del desplome del liberalismo alemán y el ascenso del nacionalismo y el nazismo. Hasta 1945 no se convirtió en profesor visitante en la Escuela de Grado de Administración de Empresas de la Universidad nueva York, un puesto que mantuvo hasta 1969.
El conjunto de sus obras es grande e impresionante. Pero aquí podemos limitarnos a considerar dos de sus tres grandes obras maestras, que son La teoría del dinero y del crédito, que apareció por primera vez en alemán en 1912; Socialismo, originalmente en alemán en 1922, y La acción humana, que derivó de una primera versión alemana que se publicó en 1940.
Las contribuciones de Mises a la teoría monetaria ha sido demasiado numerosas como para hacer una lista completa. Por ejemplo, consiguió integrar la teoría del dinero con la teoría económica. Antes de él, la teoría económica General y la teoría del dinero se mantenían separadas, casi como si no tuvieran relación.
Mises también apreció las mentiras en las propuestas de los llamados monetaristas: que “el nivel de precios” podía o debía ser estabilizado por gestores públicos que incrementarían cada año la cantidad de dinero en cierto porcentaje. Vio que la inflación no podía controlarse automáticamente, que, debido a sus efectos cambiantes sobre las expectativas, un aumento en la cantidad de dinero, en sus primeras etapas, tiende a aumentar los precios menos que proporcionalmente y, en sus etapas posteriores, más que proporcionalmente.
Mises también rechazaba el concepto simplista del “nivel de precios”. Señalaba que los aumentos en la cantidad de dinero no aumentan proporcionalmente todos los precios: el nuevo dinero va a personas o sectores concretos, aumentando primero sus precios y rentas. El efecto de la inflación es siempre redistribuir riqueza y rentas de formas que distorsionan los incentivos y la producción, crean injusticias evidentes e incitan el descontento social.
Además, Mises presentaba en este libro, por primera vez, al menos los rudimentos de una explicación satisfactoria del ciclo económico. Demostraba que el auge y declive no eran en modo alguno propios del capitalismo, como insistían los marxistas, sino que tendían a ser propios de las prácticas monetarias y crediticias que prevalecían en ese momento (y en buena parte después de él). El sistema de reserva bancaria fraccionaria y el apoyo proporcionado por los bancos centrales tienden a promover el exceso de expansión del dinero y del crédito. Esto aumenta los precios y rebaja artificialmente los tipos de interés, haciendo aumentar así las inversiones insensatas. Finalmente, por diversas razones, la pirámide invertida del crédito encoge y se viene abajo y produce pánico o depresión.
Socialismo, de Mises, es un clásico económico escrito en nuestros tiempos. Es el análisis más devastador del sistema nunca escrito. Examina esa filosofía desde casi todos los aspectos posibles: su doctrina de la violencia, así como la de la propiedad colectiva de los medios de producción; su ideal de igualdad; su solución propuesta al problema de la producción y la distribución; su posible en funcionamiento tanto bajo condiciones estáticas como dinámicas; sus consecuencias nacionales e internacionales.
Es con mucho la mejor y más dañina refutación del socialismo desde que Eugen von Böhm-Bawerk publicó su memorable Karl Marx y el cierre de su sistema,1 en 1898. Es todavía mejor. Böhm-Bawerk se limitaba principalmente a un examen de la economía técnica de Marx. Mises analizaba el socialismo todos sus horribles aspectos.
Su principal contribución fue señalar que el socialismo debe fracasar porque es incapaz por su propia naturaleza de resolver “el problema del cálculo económico”. Un gobierno socialista no sabe cómo distribuir de la mejor manera su trabajo, capital, tierra y demás factores de producción. Como no sabe qué se está produciendo con un beneficio social y qué con una pérdida social, no sabe cuánto planificar de cada producto o servicio.
En resumen, la mayor dificultad para funcionamiento del socialismo, en opinión de Mises, es intelectual. No es un simple asunto de buena voluntad poder voluntad de cooperar con energía sin recompensa personal. “Ni siquiera los ángeles, si solo dispusieran de la razón humana, podrían formar una comunidad socialista”. El capitalismo resuelva este problema del cálculo económico a través de los precios monetarios y los costes monetarios tanto de los bienes de los consumidores como de los productores, que se fijan mediante competencia en el mercado abierto.
Sobre la base de este único logro, el veterano Oskar Lange, un economista marxista que posteriormente se convertía miembro del politburó polaco, propuso una vez que los socialistas futuros erigieran una estatua a Ludwin von Mises. Langer decía: “Fue su poderoso reto el que obligó a los socialistas a advertir la importancia de un sistema adecuado de contabilidad económica que guíe la asignación de recursos en una economía socialista”. Lange tenía que reconocer al menos el problema y pensaba que lo había resuelto. De hecho, la única forma en que los socialistas pueden resolverlo es adoptando el capitalismo.
Al ilustrar no solo la contundencia de su lógica, sino también la profundidad de sus sentimientos, el poder de su liderazgo intelectual y la sorprendente presciencia con la que juzgó el curso de los acontecimientos hace más de 40 años, no puedo dejar de citar un pasaje de la última página de Socialismo, de Mises:
Todos llevamos sobre los hombros una parte de la sociedad y ninguno es relevado por otros de su porción de responsabilidad. Y nadie puede encontrar una salida segura para sí, si la sociedad se dirige hacia la destrucción. Por tanto, todos, por nuestro propio interés, debemos empeñarnos con vigor en la batalla intelectual. Nadie puede quedar a un lado con despreocupación, ya que los intereses de todos dependen del resultado. Lo quiera o no, cada hombre forma parte de la gran lucha histórica, la batalla decisiva en la que ha caído nuestra época.
Como dijo una vez el eminente economista francés Jacques Rueff: “Quienes le han escuchado han quedado a menudo atónitos de apreciar su contundencia del razonamiento en lugares donde, por su temor excesivamente humano, nunca se atrevieron a llegar”.
- 1Reimpreso por Libertarian Press en Shorter Classics of Böhm-Bawerk, con el nuevo título “Unresolved Contradiction in Marxian Economic System”.