The Free Market 16, no. 6 (June 1998)
El escritor, poeta y filósofo G.K. Chesterton dijo que la familia es una institución anarquista. Con esto quería decir que no es necesario ningún decreto del Estado para que exista. Su existencia fluye naturalmente de las realidades contenidas en la naturaleza del hombre, se forma siendo reforzada por el desarrollo de las normas sexuales y por el avance de la civilización.
Esta observación es consistente con el análisis brillante de la familia hecha por Ludwig von Mises en su magistral obra Socialismo, publicado en 1922. ¿Por qué Mises abordó la familia y el matrimonio en un libro de economía que refutaba el socialismo? Él comprendió -a diferencia de muchos economistas hoy en día- que los opositores de la sociedad libre y voluntaria tienen un gran proyecto que por lo general comienza con un ataque a esta institución (la familia) que es la más crucial en cualquier sociedad.
“Propuestas para transformar las relaciones entre sexos tienen muchas similitudes con los planes para la socialización de los medios de producción”, dice Mises. “El matrimonio debe desaparecer junto con la propiedad privada… El socialismo no sólo promete bienestar -riqueza para todos-, sino también la felicidad universal en el amor .”
Mises señaló que el libro de August Bebel (alemán fundador del Partido de la Social Democracia Alemana), Mujer en el Socialismo, un himno al amor libre publicado en 1892, fue el tratado izquierdista más leído de su época. Este vínculo entre socialismo y promiscuidad tenía una propuesta táctica. Si usted no cree en el engaño de una tierra prometida donde la prosperidad surge por arte de magia, entonces usted podría al menos tener la esperanza de que hubiese una liberación de madurez sexual y responsabilidad.
Los socialistas proponen un mundo en el que no habría impedimentos sociales al ilimitado placer personal, siendo la familia y la monogamia los primeros obstáculos a ser derrumbados. ¿Este plan funcionaría? No hay posibilidad, dijo Mises: “el programa socialista para el amor libre es tan imposible como el programa para la economía. Ambos van en contra de las limitaciones inherentes en el mundo real”.
La familia, así como la estructura de la economía de mercado, no es un producto de las políticas; es un producto de la asociación voluntaria, necesaria por las realidades biológicas y sociales. El capitalismo reforzó el matrimonio y la familia, ya que es un sistema que depende del consentimiento y el voluntariado en todas las relaciones sociales.
Así, tanto la familia como el capitalismo comparten los mismos fundamentos éticos e institucionales. Cuando se trata de abolir estas bases, los socialistas reemplazarían una sociedad basada en contratos por una basada en la violencia. El resultado sería el colapso social total.
Cuando los socialdemócratas Sidney y Beatrice Webb viajaron a la Unión Soviética, una década después del lanzamiento del libro de Mises, relataron una realidad diferente. Ellos encontraron mujeres liberadas del yugo de la familia y del matrimonio, viviendo vidas felices y plenas. Era una fantasía tan grande -de hecho, una sangrienta fantasía- como su afirmación de que la sociedad soviética se estaba convirtiendo en la más próspera de la historia.
Actualmente, ningún intelectual sano aboga por el socialismo económico total; pero una versión aguada del programa socialista para la familia es la fuerza impulsora de las diversas políticas sociales más famosas en todo el mundo. Este programa va de la mano con la restricción de la economía de mercado en otras áreas.
No es casualidad que el surgimiento del amor libre haya acompañado el auge y el pleno desarrollo del Estado del bienestar. La idea de la emancipación de la necesidad de trabajar (y de ahorrar e invertir) y de la emancipación de nuestra naturaleza sexual proviene del mismo impulso ideológico: superar las realidades de la naturaleza establecidas. Como resultado de ello, la familia sufrió -tal como Mises predijo que sucedería.
Mientras que los defensores de la familia y los defensores del capitalismo deberían estar unidos en un único programa político destinado a aplastar al Estado intervencionista, por lo general no lo están. Los defensores de la familia, incluso los conservadores, a menudo condenan al capitalismo financiero como una fuerza alienante, y defienden políticas irreflexivas tales como tarifas, monopolios sindicales y programas de salarios mínimos para las personas casadas.
Al mismo tiempo, los partidarios de la libre empresa tienen poco interés en relación con las preocupaciones genuinas de los partidarios de la familia. Y ambos no parecen estar interesados en los ataques radicales a la libertad y a la familia que las políticas gubernamentales como las leyes sobre el trabajo infantil, las escuelas públicas, la seguridad social, los altos impuestos y la medicina socializada representan. En opinión de Mises, esta separación es perjudicial.
“No es casualidad que la propuesta para tratar a hombres y mujeres radicalmente iguales, de tener al Estado regulando las relaciones sexuales, de colocar a niños en guarderías públicas y asegurar que los niños y los padres permanecen casi desconocidos entre sí, tenga su origen en Platón”, a quién le importaba muy poco la libertad.
Tampoco es casualidad que estas mismas propuestas hoy en día estén en manos de personas que no tienen la más mínima consideración por la familia y por las leyes económicas.
Traducido por Josep Purroy.