Ser franciscano y discípulo de Guillermo de Ockham no evitó que el gran científico y filósofo francés Jean Buridan de Bethune (1300-1358), nacido en la Picardía, futuro rector de la Universidad de París, hiciera la siguiente contribución importante al pensamiento económico en la tradición tomista esencial. En sus Quaestiones, un detallado comentario sobre la Ética de Aristóteles, Buridan continuó el análisis tomista-aristotélico del valor de intercambio de bienes, determinado por la necesidad o utilidad del consumidor. Pero Buridan siguió adelante para apuntar que una casa nunca se cambiará por una prenda de ropa, pues el constructor tendría que entregar el equivalente a un año de comida por un bien mucho menos valioso. Buridan se acercaba a tientas a un concepto de coste de oportunidad del coste de producción y su influencia en la oferta.
Es más importante que Buridan continuó la iniciativa de Ricardo de Mediavilla (Richard of Middleton) analizando el beneficio mutuo que cada parte obtiene necesariamente en un intercambio. Al explicar el intercambio, Buridan advierte que ambas partes se benefician y que el comercio no es, como mucha gente cree, una especie de guerra en la que una parte se beneficia a expensas de otra. Además, Buridan procede a un sofisticado análisis en el que demuestra dramáticamente que las dos partes de intercambio de dos bienes pueden beneficiarse incluso si dicho intercambio es inmoral y tenga que condenarse ética o teológicamente. Así Buridan propone ésta provocativa hipótesis:
«Si Sócrates entregó a su mujer a Platón voluntariamente y con el consentimiento de ella para cometer adulterio a cambio de diez libros, ¿quién sufrió una pérdida y quién ganó? (…) Ambos sufrieron un daño en lo que a su alma concierne (…) [pero] en lo que se refiere al bien externo, cada uno ganó porque tiene más de lo que necesita».
Para Buridan como para la mayoría de los escolásticos, el precio justo era el precio del mercado. Buridan ofrece asimismo un análisis sofisticado de cómo el hombre común necesita la utilidad que generan los precios del mercado. Cuanto mayor sea la necesidad y por tanto la demanda, mayor será el valor; igualmente una reducción en la oferta de un producto causará que aumente su precio en el mercado. Además, un bien es más caro donde no se fabrica que donde sí, pues hay una mayor demanda en el primer lugar; de nuevo el concepto marginal es todo lo que se necesita para completar el análisis de la demanda, la oferta y el precio. Hay asimismo atisbos en Buridan de diferentes valoraciones por los distintos participantes en el mercado generando un solo precio, con distintos excedentes psíquicos en consumidores y productores.
Pero la principal contribución a la economía de Jean Buridan fue su virtual creación de la teoría moderna del dinero. Aristóteles había analizado las ventajas del dinero y su superación del problema de la doble coincidencia de deseos del trueque, pero su opinión se nubló por su hostilidad esencial hacia el comercio y el hacer dinero. Por tanto, para Aristóteles el dinero no era una convención natural sino artificial y por tanto una criatura del Estado o de la poli. La teoría del dinero de Santo Tomás de Aquino estaba limitada básicamente por las trabas aristotélicas. Fue Jean Buridan quien se libró de estas trabas y fundó la teoría «metalista» o de las materias primas del dinero, es decir, que el dinero se origina naturalmente como un producto útil en el mercado y que éste escogerá el medio de intercambio, casi siempre un metal, si está disponible, que posea las mejoras cualidades para servir como dinero.
Por tanto, el dinero, para Buridan es una materia prima del mercado y el valor del dinero, igual que en otros productos del mercado, «debe medirse por la necesidad humana». Igual que los valores de los bienes intercambiables «son proporcionales a la necesidad humana. Luego serán proporcionales al dinero, siendo éste mismo proporcional a la necesidad humana». Así, Buridan sorprendentemente fija el proceso para determinar el valor o precio del dinero, sobre los mismos principios de utilidad que determinan los precios de los bienes en el mercado: un proceso que sólo se completará seis siglos después en 1912 por parte del austriaco Ludwig von Mises, en Teoría del dinero y del crédito.
Presagiando a los austriacos Menger y von Mises, Buridan insistía en que un dinero que funcionara efectivamente debe estar compuesto de un material que posea un valor independiente de su papel como dinero, es decir, debe consistir en un producto del mercado originalmente útil para fines no monetarios. Buridan continuaba catalogando aquellas cualidades que llevan al mercado a elegir un producto como medio de intercambio o dinero, como portabilidad, alto valor por unidad de peso, divisibilidad y durabilidad—cualidades que poseen más evidentemente los metales preciosos oro y plata. De esta forma Buridan empezó la clasificación de las cualidades monetarias de productos que ha de constituir el primer capítulo de los incontables libros de texto sobre dinero y banca hasta el fin de la era del patrón oro en la década de los treinta.
Así, Buridan no sólo fundó la teoría del dinero como fenómeno de mercado: lo libró así de la mística de ser sólo una creación del Estado y lo puso a la par con otros bienes como un producto del mercado.
Posdata: el asno de Buridan
Una derivación no muy feliz de la teoría de la volición de Buridan apareció en la década de los treinta como parte del análisis de la curva de indiferencia. Buridan proponía un asno perfectamente racional que se encontraba a sí mismo equidistante entre dos montones de heno igualmente atractivos. Al ser indiferentes las dos alternativas y ser por tanto incapaz de decidir, el asno perfectamente racional no elegía ninguno y por tanto moría de hambre. Lo que este ejemplo pasaba por alto es que hay una tercera elección, que es probablemente la que el asno deseara menos: morirse de hambre. Así que era por tanto «perfectamente racional» no morirse de hambre y elegir uno de los dos montones, incluso al azar (y luego proceder con el segundo montón).1
- 1Sobre el análisis de Buridán y la indiferencia moderna, véase Joseph A. Schumpeter, History of Economic Analysis (Nueva York: Oxford University Press, 1954), págs. 94n, 1064. Para una crítica, véase Murray N. Rothbard, Man, Economy and State (Los Angeles: Nash Publishing Co., [1962] 1970), vol. 1, págs. 267-68.