Los negocios se retratan a menudo como duros y crueles. Según la narrativa popular —la visión del mundo de Charles Dickens— los negocios están llenos de Scrooges de corazón frío, que valoran los beneficios más que la gente. Esto luego se contrasta con la bondad y el altruismo de las organizaciones de caridad, entidades sin ánimo de lucro y gobiernos, que se han creado supuestamente para ayudar a la gente. Las organizaciones de caridad en particular se ven como éticamente superiores a los negocios. Después de todo, ¿qué podría tener un impacto mayor en el mundo que dar a los necesitados?
Esta visión del mundo es corta de miras. Aunque es verdad que la caridad ayuda a la gente, los negocios hacen una contribución mucho mayor a la humanidad. Prácticamente todos los aumentos en el nivel de vida de la sociedad se deben al sencillo comercio y son los pobres en particular los que más se benefician. Para entender por qué, tenemos que examinar las distintas fórmulas bajo las que operan organizaciones de caridad y negocios.
Las organizaciones de caridad buscan la redistribución de la riqueza —coordinando la transferencia de las “sobras” de algunos a las “escaseces” de otros. Los negocios, por el contrario, buscan crear riqueza vendido bienes y servicios que valora la gente.
La creación de riqueza viene primero
Sin esta creación inicial de riqueza, las organizaciones de caridad no tendrían nada que redistribuir. En el mundo desarrollado es fácil olvidar que la pobreza es el estado por defecto de la existencia humana. La riqueza no se encuentra en la naturaleza: debe crearse, y este es precisamente el papel de negocios y empresarios. Son la fuerza que nos saca del estado de naturaleza. Todos los casos de pobreza tienen la misma solución: no la distribución de riqueza, sino la creación de riqueza. No es simplemente un argumento teórico. Es algo de lo que son testigos todos en todo el planeta.
Cuanto más profundizamos, más claro resulta. Consideremos la humilde lavadora. La damos por sentada en el mundo desarrollado, pero esta máquina ha cambiado las vidas de centenares de millones de personas. No es una exageración decir que su inventor ha cambiado el curso de la historia. ¿Cómo es eso? Reduciendo enormemente la cantidad de trabajo manual requerido para la colada. Millones de personas en todo el planeta (mujeres, en particular) se han liberado de incontables horas de lavado de ropa cada semana y su tiempo puede dedicarse a otras cosas.
Tomemos una estimación conservadora y digamos que la lavadora ahorra cinco horas de trabajo semanales. Si cien millones de personas poseen una lavadora, son quinientas horas de trabajo ahorradas por semana: un número tan largo que es difícil de concebir. Son quinientos millones de horas que pueden dedicarse a hacer otras cosas: formarse, dedicar más tiempo a la familia, conseguir más ingresos, trabajar como voluntario en el banco local de alimentos, etc.
El impacto de creación de riqueza y emprendimiento es enorme, incluso aunque el ingeniero que diseñó la lavadora pudiera haber sido egoísta. Su única motivación podría haber sido hacer dinero. O quizá pensara amablemente de sí mismo: «Quiero que las mujeres no tengan que dedicar tanto tiempo de trabajo a la colada». En todo caso, el resultado fue el mismo. El mundo ha cambiado debido a esta invención. Los negocios que venden lavadoras, los ingenieros que diseñan mejores lavadoras, los acereros que encuentran formas más baratas de crear las materias primas necesarias —todos ellos contribuyen a un aumento exponencial en el nivel de vida de la gente.
Los efectos de propagación del emprendimiento
Los beneficios del emprendimiento no son solo inmediatos: crean un efecto mariposa. Consideremos la carga para niños que hayan nacido en familias con lavadoras. Ellos también se benefician del tiempo libre de su madre. Ahora podrían tener una educación y convertirse ellos mismos en ingenieros y productores. ¿Quién sabe? Quizá la invención de la lavadora fuera un paso esencial para la cura del cáncer. Después de todo, los niños que crecerán para convertirse en doctores deben tener un nivel de vida lo suficientemente alto como para acudir a la universidad.
Pero los efectos de propagación no acaban ahí. ¿Piensa en las personas salvadas por el doctor que cura el cáncer! Ellas, y sus familias, también se beneficiarán de la existencia de la lavadora y podrán producir aún más para el resto de la sociedad. En otras palabras, la creación de riqueza es exponencial y literalmente cambia el curso de la historia. Un empresario avaricioso podría preocuparse solo por sí mismo, pero sus inventos y eficiencias acaban beneficiando a la sociedad de forma extraordinaria.
Comparemos esto con la caridad. Dar una lavadora a alguien cambiará su vida, sin duda. E indudablemente crea efectos propios de propagación. Pero crear una lavadora —o vender, diseñar o mejorar una— cambia el mundo. Incluso suministrar las materias primas a la fábrica cambia el mundo. Los trabajadores en la fundición o la camarera que les trae sus almuerzos están directamente implicados en el proceso que saca a la gente de la pobreza.
Esto no elimina el papel de la caridad: también sirve para una función valiosa. Si eres como yo —si no eres un empresario o ingeniero— la caridad es una forma esencial para ayudar a tu semejante. No todos tienen las habilidades necesarias para crear un nuevo invento o convertirse en un empresario de éxito. Pero eso no les impide crear una diferencia positiva en el mundo. Sin embargo, deberíamos ser realistas: una donación de muebles as Goodwill no crea el mismo efecto de propagación como vender comida asequible o herramientas eléctricas a todos.
Muchas verdades económicas funcionan así. Nos apresuramos a alabar lo que se ve fácilmente —como dar una hamburguesa a quien de verdad lo necesita— pero olvidamos o incluso condenamos lo que ocurre tras el escenario y todo el trabajo y cooperación necesarios para hacer y distribuir hamburguesas baratas. El granjero, el carnicero, el conductor de camión, el cocinero, el ingeniero y el empresario debería también ser alabados por su trabajo. Sin ellos, no habría exceso de comida para que la entregue el trabajador de la organización de caridad.