[Review of Austrian Economics, 1996]
Mientras empiezo este trabajo para el número de Review of Austrian Economics publicado en honor al recuerdo de Murray N. Rothbard, mi mente se remonta más de 40 años hasta la primera vez que le conocí. Fue en la sesión inaugural del Seminario de Teoría Económica que dirigía el profesor Mises en el semestre de otoño de 1954. Esa ocasión fue también la vez que conocí a Ludwig von Mises y se grabó profundamente en mi memoria.
Dos sentencias de Mises en esa reunión del seminario destacan en mi recuerdo. Una era la primera frase importante de esa tarde. «El mercado», empezaba Mises, «es un proceso». (Ver también la sentencia en Acción humana [1998], p. 258: «El mercado no es un lugar, una cosa o una entidad colectiva. El mercado es un proceso»).
Viniendo como yo de una formación universitaria bastante irregular en economía (y principalmente siguiendo líneas keynesianas), la sentencia de Mises, recuerdo, me dejó completamente confuso. Yo había pensado en el mercado como un lugar, un espacio para intercambios, como una idea abstracta referida a las transacciones voluntarias de intercambio.
No podía entender qué rayos podía significar la observación de que el mercado es un proceso. Ahora, en retrospectiva, considero que toda mi formación e investigación subsiguientes en economía, tanto antes como después de conseguir mi doctorado bajo Mises, ha consistido en aprender a apreciar lo que él quería decir con esta afirmación.
La segunda sentencia de Mises que permanece en mi memoria de esa tarde de septiembre de 1954 es una referencia que hizo Mises a Murray Rothbard. Según parece, Murray había completado recientemente un trabajo que Mises consideraba excelente. Felicitaba breve pero efusivamente a Murray por ese trabajo y expresaba la esperanza y la predicción de que Murray continuara produciendo muchos trabajos futuros de calidad similar.
Los años desde 1954 han confirmado ampliamente la esperanza de Mises y su predicción. La producción de Murray Rothbard durante estas cuatro décadas ha sido ingente. La amplitud de sus lecturas a través de tantas disciplinas ha sido impresionante; su pura energía a la hora de producir miles de páginas de obra publicada ha sido formidable. Es un privilegio contribuir con este trabajo al número de recuerdo dedicado a la memoria de Murray N. Rothbard.
Mi trabajo tendrá que ver con la primera de las dos sentencias de Mises en esa sesión del seminario de Mises de 1954. Me ocuparé de cierta tendencia, presentada en varias exposiciones recientes de la obra de Mises, para quitar importancia (o incluso negar directamente) la idea central del mercado como un proceso en sistema misesiano.
Considero la clasificación de con respecto al carácter del sistema misesiano como de importancia vital para la dirección futura de la economía austriaca moderna y para su capacidad de contribuir fructíferamente a la restauración de la comprensión económica por parte de la profesión económica y de la gente inteligente en general. Y este asunto es, por supuesto, de importancia fundamental a la hora de proyectar una visión general apropiada de las contribuciones del propio Mises.
Aunque en mi argumentación tendré en cuenta varias sentencias importantes de Rothbard, confío en que el lector apreciará que el propósito de este trabajo es sencillamente avanzar en ese mismo legado misesiano al que Rothbard dedicó todo el trabajo de su vida como economista. Es como recuerdo a la coherencia de Murray Rothbard en esto y a su voluntad de soportar los costes formidables para su carrera profesional de no comprometer la honradez de sus exposiciones, por lo que se ha escrito este trabajo.
El propósito de cualquier observación crítica en este trabajo (ya sea dirigida a Rothbard o a otros) indudablemente no es sembrar cizaña dentro del bando austriaco, sino todo lo contrario. Estoy convencido de que una comprensión clara y compartida de la visión esencial de Mises puede aunar a todos los que aprecian el contenido intelectual del legado misesiano. Contribuir a un intento en esta dirección, en honor a la memoria de un destacado exponente de ese legado, es el propósito de este trabajo.
El proceso de mercado misesiano
Mi propia comprensión de lo que quiere decir Mises cuando escribe el mercado como un proceso puede expresarse de forma sencilla.
(1) Mises veía el proceso del mercado como un proceso continuamente correctivo dirigido y constituido por empresarios activos en busca del beneficio puro.
El hecho esencial es que es la competencia de los empresarios con ánimo de lucro la que no tolera la conservación de precios falsos de los factores de producción. Las actividades de los empresarios son el elemento que produciría el estado irrealizable de la economía de rotación constante si no se producen cambios (Mises 1998, p. 335; cursivas originales).
Así que el proceso de mercado consiste en la continua corrección de falsos precios que se produce en el curso de la competencia empresarial. Si no se produjeran cambios exógenos, este proceso correctivo acabaría llevando a una estructura de precios paras los factores de producción y los bienes de consumo en el que se habría exprimido todo el beneficio empresarial.
En el mundo real, en cualquier momento concreto, los factores de producción son capaces de ser comprados a precios falsos, precios que permiten a los empresarios conseguir beneficios empresariales puros. Los precios falsos son falsos en el sentido de que reflejan incorrectamente la urgencia relativa de la demanda de consumo de los diversos productos alternativos posibles que pueden creare con estos factores. Es esta descoordinación entre lo que podría producirse y lo que de verdad se produce lo que ofrece a los empresarios alerta oportunidades de ganancia pura.
Lo que genera beneficio deriva del hecho de que el empresario que juzga los precios futuros más correctamente que otra gente sí compra algunos o todos los factores de producción en precios, que, vistos desde el punto de vista del estado futuro del mercado, son demasiado bajos (Mises [1951] 1962, p. 109).
Los empresarios «son los primeros en entender que hay una discrepancia entre lo que se hace y lo que se puede hacer». Su actividad produce un ajuste sistemático de los precios de los factores. «Ofrecen mayores precios para algunos factores de producción y rebajan los precios de otros factores de producción restringiendo su demanda de ellos».
Su actividad también genera ajustes de precios para los bienes de consumo.
Al proporcionar el mercado aquellos bienes de consumo de cuya venta pueden conseguirse los máximos beneficios, crean una tendencia hacia una caída en sus precios. Al restringir la producción de aquellos bienes de consumo cuya producción no ofrece posibilidades de conseguir una ganancia, producen una tendencia hacia un aumento en sus precios. Todas estas transformaciones se producen incesantemente y solo podrían detenerse si se lograran las condiciones irrealizables de la economía de rotación constante y de equilibrio estático (Mises 1998, p. 333).
Toda esta secuencia incesante de ajustes correctivos de precios constituye el proceso emprendedor del mercado de Mises.
(2) Este proceso correctivo misesiano desde un establecimiento falso de precios hacia un establecimiento de precios completamente ajustados de forma mutua puede rescribirse en los términos en que Hayek entendía el proceso de mercado para constituís un «procedimiento de descubrimiento» (Hayek [1968] 1978, cap. 12).
Los precios «falsos» reflejan las decisiones de empresarios que aún no han entendido las implicaciones correctas de las preferencias de los consumidores (presentes o futuras) para los valores relativos de los recursos al día de hoy. La forma en que la actividad emprendedora tiende a corregir esos precios falsos es a través de su realización de las posibilidades de beneficio propios de dichos falsos precios.
Entender esas posibilidades de beneficio es la forma en que los empresarios expresan sus descubrimientos con respecto a la valoración correcta de los recursos (y así, en efecto, con respecto a mejores maneras en que puede disponerse de los recursos para servir a las preferencias de los consumidores).
La tendencia que genera hacia el equilibrio este proceso emprendedor es así una tendencia de anticipación mutua gradualmente mejorada por parte de los participantes en el mercado. En el límite teórico, en el hipotético estado de equilibrio en el que ningún empresario obtendría ningún beneficio ni sufriría ninguna pérdida, podríamos decir que «todos (…) anticipan correctamente el estado futuro del mercado» (Mises [1951] 1962, p. 108).
Aunque fuera Hayek, más que Mises, el que articulara extensamente la naturaleza del proceso equilibrador del mercado como uno de conocimiento mutuo gradualmente mejorado, no cabe duda de que es válida una interpretación del proceso misesiano en términos de conocimiento mutuo mejorado.
Los precios de desequilibrio son precios «falsos», a medida que el beneficio empresarial empuja a los precios hacia sus niveles correctos, los empresarios se llevan a anticipaciones más correctas con respecto a configuraciones relevantes del mercado futuro.
(3) Lo que hace posible el proceso dirigido empresarialmente de equilibrado es la competencia activa del mercado. Es solo la posibilidad de una entrada empresarial sin restricciones lo que permite a los empresarios más alerta desplegar su visión superior del futuro para corregir las malas asignaciones de recursos reflejadas en los precios falsos que caracterizan el desequilibrio. Es la continua amenaza de esa entrada la que tiene a mantener alerta y siempre preparados a los empresarios afectados.
La razón por la que Mises tenía poca paciencia con el concepto de la competencia perfecta (ver su referencia aprobadora al ensayo pionero de Hayek en esta materia «El significado de la competencia» en Mises 1998, p. 278n), era que este concepto podía relacionarse solo con un estado de equilibrio ya conseguido. No tiene nada que ver ni puede dar ninguna explicación sobre las fuerzas competitivas del mercado que dirigen el proceso emprendedor del mercado.
Al profundizar es su (y nuestra) concepción del proceso competitivo como consistente en un proceso de descubrimiento, Hayek estaba articulando ideas que son, como mínimo, completamente coherentes con la propia comprensión del propio Mises de la competencia emprendedora dinámica, que, para Mises, constituye el núcleo de este proceso de mercado.
La comprensión compartida del proceso de mercado de Mises y Hayek
Prestar atención, como hemos hecho en los párrafos previos, a la comprensión compartida de lo que es evidente en el tratamiento de Mises y Hayek del proceso de mercado no es «homogeneizar» distintos sistemas o «paradigmas» de pensamiento económico.
Es verdad que Mises y hayek son pensadores distintos con visiones diferentes (a veces visiones esencialmente diferentes) sobre muchos asuntos de teoría y método económicos. Hay una contribución concreta a realizar, dirigida a entender correctamente a cada uno de estos dos grandes economistas austriacos, prestando atención a los asuntos en los que estaban en desacuerdo.
Pero, debemos insistir, (a) el carácter general del proceso de mercado no constituye una de esas áreas de desacuerdo y (b) esta área de comprensión compartida es tan esencial para la obra tanto de Mises como de Hayek que nuestra idea de su posición común en esta materia debe definitivamente disipar cualquier sugerencia de la existencia de un «paradigma» misesiano con respecto al proceso de mercado que pueda distinguirse claramente de un «paradigma» hayekiano. Aun así, se han realizado recientemente estas afirmaciones.
¿Mises y Hayek deshomogeneizados?
El profesor Salerno, en varios trabajos recientes (1990, 1991, 1993, 1994), inició una línea de historiografía intelectual dirigida a hacer una cuña entre la comprensión de los mercados de Mises y Hayek.
Murray Rothbard y Jeffrey Herbener (Rothbard 1991, 1992, 1994; Herbener 1991) han alabado la tesis de Salerno diciendo que proporciona bases definitivas para el rechazo por todos los «misesianos» de lo que Salerno, Rothbard y Herbener consideran «errores hayekianos».1
Las diferencias indicadas sobre la base de lo que Salerno declara la existencia de dos paradigmas, uno misesiano y otro hayekiano, pueden resumirse como sigue:
(a) Hayek se educó bajo Wieser y esto equivale a no haber absorbido las ideas mengerianas, que, a través de las enseñanzas de Böhm-Bawerk, madiuraron posteriormente en la postura misesiana (Salerno 1993, p. 114).
(b) Hayek creía que «para que los precios cumplan con sus funciones de diseminación de conocimiento y coordinación de planes la economía debe subsistir en estado de [lo que Salerno llama] ‘equilibrio próximo’, donde los precios entendidos son siempre indicadores bastante ajustados de los precios futuros» (p. 128).
Mises, por el contrario, consideraba el concepto de equilibrio como solo una herramienta mental. «Es imposible determinar y no tiene sentido sugerir que la economía real esté más cerca del estado final de equilibrio y por tanto manifieste una coordinación superior de planes y una mayor eficacia asignativa, en un instante de tiempo de lo que estaba en un instante previo» (p. 129). El papel social desempeñado por los precios no depende de alcanzar o estar cerca de alcanzar dicho estado. Esto lleva directamente al siguiente punto.
(c) Para Hayek, la eficacia asignativa consiste en la coordinación de planes entre los participantes del mercado. Para Mises, por el contrario, la eficacia social lograda por el mercado consiste (y se logra perfectamente siempre) en la «evaluación [ex ante] y asignación de recursos [por empresarios] en estricto acuerdo con las preferencias anticipadas de consumo» (p. 130).
Salerno reconoce que, con respecto a la eficacia ex post, los errores empresariales con inevitables en un mundo de incertidumbre y cambio. Sin embargo, aparentemente el único proceso sistemático que Salerno reconoce en Mises como tendente a corregir esas ineficacias ex post, es aquel en el que empresarios menos astutos resultan desarraigados del sistema a través de sus repetidos fracasos especulativos y sus pérdidas resultantes (pp. 13 y ss.).
(d) Para Hayek, la esencia del proceso de mercado y de su función social está en su superación del «problema del conocimiento» que deriva del conocimiento disperso «entre la multitud de consumidores y productores individuales» (p. 115). Es esta propiedad del mercado, y su ausencia en la economía socialista, la que identifica, para Hayek, la debilidad esencial de la planificación socialista.
Para Mises, por el contrario, afirman Salerno y sus colegas, incluso si los planificadores socialistas pudieran milagrosamente tener una información perfecta, serían sin embargo incapaces de «calcular racionalmente cómo combinar recursos para conseguir que la producción eficaz» (Herbener 1991, p. 43).
En realidad es especialmente la interpretación de la tesis de Mises con respecto a la imposibilidad del cálculo socialista lo que ha sido tal vez el foco central de la tesos de los «dos paradigmas» de Salerno.
Después de varias páginas en las que Salerno (con bastante poco éxito, según debe parecer) busca refutar el trabajo definitivo de Leland Yeager (Yeager 1994) que demuestra que la tesis de Mises, después de todo, requiere que atribuyamos a Mises al menos un reconocimiento implícito del «problema del conocimiento» de Hayek, Salerno lo resume como sigue: «Así que los teóricos de la competencia perfecta orientados al mercado, como Hayek y Yeager, y los teóricos del equilibrio general necolásicos/socialistas son hermanos bajo la superficie» (Salerno 1994, p. 119).2
Tomemos, por tanto el tratamiento de Salerno de las tesis misesianas; esto creo que nos permitirá confrontar los grandes puntos de discusión de Salerno. También creo que podremos de esta manera poner nuestro dedo no solo en el origen de la falacia de los dos paradigmas, pero (al mismo tiempo) también en un elemento importante al que Salerno ha dirigido apropiadamente la atención.
La circunstancia de que el reconomiento de este elemento en Mises por Salerno le haya llevado, a nuestro juicio equivocadamente (a él y a Rothbard) a ver una divergencia fundamental donde no existe ninguna, no debería cegarnos ante el calor de esta idea característicamente misesiana de la comprensión económica austriaca.
Mises y el problema del cálculo
Salerno y Rothbard están plenamente justificados al destacar la sutileza del concepto misesiano del cálculo económico. Este escritor está completamente de acuerdo con mucho de lo que dicen en su exposición de ese concepto. Solo objeta a la conclusión bastante injustificada que deducen de esa exposición en el sentido de que el problema de cálculo misesiano no tenga nada que ver con el problema del conocimiento de Hayek.
Una posible contribución a esa desafortunada confusión se encuentra, creo, en la anterior ambigüedad de Hayek con respecto a la naturaleza de su problema del conocimiento. Este escritor, durante algunos años (ver Kirzner [1984] 1992, p. 149), ha apuntado que el brillante trabajo de 1945 de Hayek, «El uso del conocimiento en la sociedad», estaba gravemente confundido al hacer parecer que la función de los precios en la comunicación del conocimiento era una función que se cumplía, en principio, también en el estado de equilibrio.
Salerno y Rothbard pisarían terreno firme si objetaran, como ha objetado este escritor, a un tratamiento así del equilibrio del ligar del conocimiento y la función de comunicación de precios. Pero la verdad es (como se hace evidente en trabajos posteriores de Hayek, especialmente Hayek [1968] 1978) que el problema del conocimiento de Hayek se relaciona esencialmente con aquellos estados de cosas en los que (precisamente debido al problema del conocimiento) los agentes del mercado están realizando planes que, en el sentido más completo del término, no se entrelazan unos a otros.
Como señalan Salerno y Rothbard, el cálculo se necesita para tasar la inteligencia de la acción prospectiva. Sin la herramienta de los genuinos precios económicos, los agentes económicos se reducirían a comparar bienes sacrificados y bienes recibidos, a la vista de su evidente heterogeneidad e inconmensurabilidad. A ese agente se le pediría, en la práctica (salvo en las economías Robinson más sencillas), tomar decisiones con sus ojos cerrados: no tendría forma de conocer si su resultado representa una ganancia o una pérdida. Los precios de mercado proporcionan la herramienta indispensable para el cálculo.
Como la sociedad socialista no incluye mercados de recursos, sus planificadores centrales deben operar sin conocer los valores de los recursos. Sus decisiones, en la práctica, deben realizarse con los ojos cerrados.
Bajo el capitalismo, los empresarios hacen sus planes basados en su conocimiento emprendedor de los precios de los recursos que deben pagar en el futuro más inmediato y de los precios de los productos que anticipan que podrán pedir en el futuro más remoto.
Estos precios anticipados proporcionan al empresario números cardinales sobre la base de los cuales evalúan la rentabilidad (o su ausencia) de las posibles actividades empresariales. En ausencia de precios de recursos bajo el socialismo, la planificación centralizada racional es literalmente imposible, como indicaba Mises (como muy correctamente Salerno y Rothbard destacan en su interpretación de Mises).
Donde han perdido el rumbo Salerno y Rothbard (como demuestra Yeager),3 es en su rechazo a reconocer que esta imposibilidad del cálculo y la acción racionales bajo el socialismo puede reconocerse instructivamente como derivación de las limitaciones de la mente humana planificadora, en otras palabras, en que consisten en una falta desastrosa de conocimientos que, sin precios de mercado para los recursos, resulta imposible de suplir.
Podemos estar dispuestos a conceder que Mises no articuló su problema del cálculo en términos de conocimiento, pero eso no implica en lo más mínimo que ese problema no pueda verse de forma que consista un problema de conocimiento.
Intérpretes razonables de Mises pueden estar en desacuerdo con si (como este escritor cree rotundamente que es el caso) el problema del cálculo de Mises de verdad se ve más claramente cuando se explicitan sus implicaciones de conocimiento. Pero no hay base alguna para afirmar que, al exponer estas implicaciones del conocimiento del argumento misesiano, se esté distorsionando o falsificando dicho argumento.
Después de todo, ser incapaz de calcular si merece la pena una posible acción realizada en una sociedad de mercado es no conocer la importancia para otros de los bienes y servicios que uno implica en esa acción y la importancia para otros de los bienes que se obtendrán de esa acción.
Es bastante cierto que Mises señalaba (y Salerno y Rothbard citan esto una y otra vez) que el cálculo del problema existiría incluso para una autoridad planificadora socialista que poseyera en sus mesas y en la memoria de sus computadoras toda la información tecnológica de su tiempo, toda la información sobre disponibilidad de recursos disponibles y toda (y de alguna forma unánime) información de la clasificación social de la importancia de los fines. Es así porque, incluso armados con ese «conocimiento» (o tal vez precisamente porque la autoridad estaría sepultada por esa inundación de información), los miembros de la autoridad seguirían sin saber lo que tendrían que saber para poder calcular.
Como ha explicado Leland Yeager, poseer toda esta información no es lo mismo que haberla asimilado y ser capaz de desplegarla (ya sea computando la solución para sistemas simultáneos de ecuación o como sea) para descubrir los valores relativos de los recursos y productos relevantes.
Para Mises (como señalan correctamente Salerno y Rothbard) los precios no son principalmente señales que economicen el coste de comunicar información.4 Su función social consiste en proporcionar a los que toman las decisiones números cardinales con sentido con los que calcular si merecen la pena las acciones futuras. Para que «tengan sentido» no necesitamos que estas cifras cardinales sean aproximadamente iguales o cercanas a valores relevantes de equilibrio. Solo hace falta que, en cada momento, estos números cardinales reflejen la interacción de las decisiones tomadas por las mentes empresariales más perspicaces (así como las menos perspicaces) en la economía de mercado. En todo esto, estoy completamente de acuerdo con Salerno y Rothbard.
Pero es precisamente aquí, creo, donde Salerno y Rothbard, al dirigir adecuadamente la atención a un elemento infravalorado en la postura de Mises sobre el cálculo económico, comente el error.
El elemento al que me refiero aquí es que, para Mises, incluso los precios de mercado que están muy lejos de sus valores de equilibrio desempeñan un papel valioso al permitir calcular a los empresarios.
Dejadme que destaque aún con más claridad el aspecto de este elemento en Mises que parece haber impresionado más a Salerno y Rothbard: Incluso si pudiésemos imaginar que el proceso equilibrador del mercado aún no ha conseguido alentar los precios desequilibrados en absoluto hacia el equilibrio, estos precios siguen desempeñando su papel social en hacer posible el cálculo económico.
Es aparentemente este aspecto de la postura misesiana el que ha enseñado a Salerno y Rothbard que lo que hace posible el cálculo no puede ser y no es que ese proceso de mejora del conocimiento que, para Hayek y otros austriacos, constituye el proceso de equilibrado del mercado.
De esto se deduce, para estos dos intelectuales, que el problema misesiano del cálculo bajo el socialismo no puede ni debe identificarse con el problema hayekiano del conocimiento (que tiende resolverse durante el proceso equilibrador del mercado). Pero no hay razón en absoluto para llegar a entender así (o a entender mal) la postura de Mises.
Precios falsos y precios menos falsos
Como se ha citado antes, Mises indudablemente se daba cuenta de que los precios del mercado desequilibrado son, en cierto sentido, «precios falsos»: reflejan expectativas erróneas (es decir, «conocimiento» erróneo) de empresarios con respecto a las verdaderas preferencias de los consumidores. Es la fuerza equilibradora generadora por el proceso empresarial, como vimos, la que para Mises tendía a remplazar precios falsos por precios menos falsos.
Tenemos todas las razones para creer que cuando Mises ve los precios de mercado como herramientas eficaces para el cálculo empresarial, su visión de los precios resulta como mínimo más benigna por su comprensión de proceso de mercado en el que precios falsos anteriores han tendido a ser reemplazados por precios menos falsos. (Por supuesto, esta tendencia puede verse frustrada por l error empresarial en un mundo incierto y cambiante. No hay garantía de que los precios hoy sean necesariamente menos falsos que ayer. Pero esta posibilidad no elimina la existencia de un proceso sistemático en el que la actividad empresarial de la búsqueda de lucro identifique esos falsos precios que prometen beneficios puros y, al apreciar esos beneficios, tiende a remplazarlos por precios que reflejen más adecuadamente los verdaderos valores de recursos y productos para los consumidores).
Salerno y Rothbard tienen razón en destacar que para Mises los precios que prevalezcan en cualquier momento cumplen su función de hacer posible el cálculo económico. Esto, debemos insistir, no es porque todos los precios, en todo momento sean «precios de liquidación del mercado» en cualquier sentido relevante para nuestra evaluación de la eficacia social del sistema de precios. Después de todo, los precios falsos reflejan planes de producción que están, por definición, en desacuerdo con las verdaderas preferencias de los consumidores.
La idea misesiana de que todos los precios, en todo momento, hacen posible el cálculo económico deriva de dos circunstancias cercanas:
a. En cada instante de tiempo, las ofertas y pujas de precios, y por tanto también los precios realizados, reflejan las expectativas de los empresarios más sagaces en el mercado (de forma que lo que puede que, un día después, con el conocimiento de lo anterior, puede realmente verse como precios falsos, era sin embargo, en términos de la evaluación empresarial más perspicaz del día anterior, en ese momento expresiva de las lecturas más juiciosas, del mejor conocimiento, de las preferencias de los consumidores).
b. En cada instante de tiempo, los precios actuales son los resultados de procesos de correcciones empresariales en busca de lucro de precios todavía anteriores; en ningún momento, en el mundo real, podemos decir que el proceso correctivo del mercado no haya empezado a funcionar. Por tanto, a cada instante, los precios actuales del mercado reflejan las mejores estimaciones concebibles de preferencias relativas de consumidores. Los cálculos que hacen los empresarios refiriéndose a dichos precios (y refiriéndose a esos precios futuros esperados) están por tanto informados por la evaluación del más sagaz de los empresarios, operando bajo el poderoso incentivo de ganar beneficios puros.
Lo que queremos destacar es que la capacidad de los precios del mercado para inspirar actividad económica calculadora se basa firmemente en el grado en el que los precios sí expresen evaluaciones correctas (es decir, el conocimiento relevante correspondiente) de preferencias tanto actuales como futuras de los consumidores y los planes de producción actuales y futuros de otros empresarios.
Como señalaba Mises en sus primeras exposiciones del problema del cálculo (ver, por ejemplo, Mises [1922] 1936, pp. 115–17), los precios del mercado no son herramientas perfectas a este respecto, pero son herramientas extraordinariamente valiosas en todo caso. Su valor sin duda reside en la expresión del mejor conocimiento empresarial disponible con respecto a las condiciones del mercado.
Es bastante cierto que para Mises este «mejor conocimiento empresarial disponible» expresado en los precios actuales del mercado sería valiosamente útil para fines de cálculo, incluso si se pudiera imaginar que estos precios no reflejan ya el proceso empresarial correctivo del mercado que tiende a remplazar precios falsos por precios menos falsos.
Pero la circunstancia de que en realidad los precios actuales del mercado reflejan ese proceso correctivo del mercado (y nuestro convencimiento de que Mises realmente destacaba esta circunstancia con respecto a los precios del mercado) debería convencernos de que una apreciación del papel de los precios del mercado expresado en términos del problema «hayekiano» del conocimiento es simplemente una apreciación articulada de una forma algo diferente para las propiedad calculadoras que Mises nos enseñó a entender que existe en esos precios del mercado.
Algunas observaciones sobre el legado misesiano
Mises tenía una comprensión profunda y sutil del funcionamiento del mercado. En esa comprensión, el carácter del mercado como un proceso en el que los juicios empresariales erróneos tienden a ser remplazados por juicios más correctos (y por tanto en el que los precios falsos son remplazados por precios menos falsos) era una característica esencial.
Hayek también tenía su propia comprensión del funcionamiento del mercado. En ciertos aspectos, particularmente en su explicación del papel del conocimiento y el descubrimiento, esa comprensión puede diferenciarse de la de Mises.
Pero lo esencial del carácter cognitivo-correctivo del proceso de mercado, tanto para Mises como para Hayek no puede ser seriamente objeto de duda. Sean cuales sean las diferencias entre una articulación hayekiana del proceso del mercado y una misesiana, la esencialidad de la idea del proceso correctivo para ambos es la circunstancia crucialmente importante. Es esto lo que debería convencernos de que cualquier expresión de un «paradigma» hayekiano que difiera sustancialmente del «paradigma» misesiano debería rechazarse no solo por reflejar un juicio doctrinal erróneo, sino por reflejar un juicio erróneo con implicaciones potencialmente catastróficas para el futuro de la economía austriaca.
Los austriacos son una minoría acosada en la profesión económica actual. Uno de los asuntos doctrinales que distinguen a la economía austriaca de la corriente principal es que los austriacos entienden el carácter empresarial del proceso de mercado. Aprendimos esto de Mises. De Hayek hemos aprendido ideas adicionales y complementarias. Si queremos conservar y construir a partir del legado misesiano, no debemos generar confusión (tanto entre los austriacos como entre sus oponentes) exagerando diferencias percibidas entre Mises y Hayek, hasta el punto de que ideas esencialmente compartidas por ambos se ven peligrosamente oscurecidas.
- 1Debido al papel inaugurador y prominente de Salerno en la literatura de los «dos paradigmas», esta sección se refiere principalmente a sus escritos. Sin embargo pueden encontrarse fácilmente sentencias similares en los trabajos aquí citados de Rothbard y Herbener.
- 2El sarcasmo mordaz empleado en esta afirmación no es sino un ejemplo suave de los excesos espantosamente retóricos que se encuentran en la literatura de los “dos paradigmas” contra escritores como Hayek, Lachmann y otros acusados de haberse desviado del «paradigma misesiano». Aprovecho esta oportunidad para protestar por el uso de terrorismo verbal en la economía austriaca. Incluso si (lo que está lejos de ser el caso) las críticas efectuadas a Hayek, Lachmann y otros fueran válidas, no habría absolutamente ninguna justificación para la forma en que han sido tratados estos grandes economistas en la literatura bajo discusión. La casi demonización de Hayek y Lachmann por supuestas desviaciones de una supuesta ortodoxia misesiana es un fenómeno muy perturbador. Si los economistas austriacos (y la Review of Austrian Economics) fueran capaces de trabajar constructivamente en la dureza del mercado intelectual, todo lo que se aproxime a una retórica pendenciera debería rechazarse de una vez por todas.
- 3Este trabajo se concentra solo en aquellos aspectos de los trabajos de Salerno y Rothbard que son directamente relevantes para nuestra ubicación del proceso de mercado en el centro del sistema de Mises. Aquí no nos ocupamos de ninguna crítica de varias afirmaciones relacionadas contenidas en dichos trabajos (referidas a: emprendimiento, incertidumbre, el futuro, alertas, descubrimiento y coordinación), que este escritor encuentra desconcertantes, contradictorias o basadas en posibles malas interpretaciones.
- 4Este trabajo se concentra solo en aquellos aspectos de los trabajos de Salerno y Rothbard que son directamente relevantes para nuestra ubicación del proceso de mercado en el centro del sistema de Mises. Aquí no nos ocupamos de ninguna crítica de varias afirmaciones relacionadas contenidas en dichos trabajos (referidas a: emprendimiento, incertidumbre, el futuro, alertas, descubrimiento y coordinación), que este escritor encuentra desconcertantes, contradictorias o basadas en posibles malas interpretaciones.