La explicación psicológica del trueque ha adelantado la teoría de la utilidad marginal, lo cual es su gran mérito. De acuerdo con esta teoría, la valoración subjetiva de cualquier bien económico decrece en proporción al número de objetos de la misma clase que posee el mismo propietario. Cuando dos poseedores se encuentran, y cada cual tiene cierto número de objetos similares, acordarán de buen grado el trueque, siempre y cuando los medios políticos estén prohibidos, es decir si ambas partes son igualmente fuertes y bien armadas, o bien —en un estadio muy temprano— pertenecen al círculo sagrado de la relación. Por medio del trueque cada cual percibe propiedad de muy alto valor subjetivo en lugar de propiedad de muy bajo valor subjetivo, así que ambas partes ganan en la transacción. En este estadio, el hombre no valora sus propios bienes, sino que codicia los que pertenecen a extraños, y es raramente afectado por consideraciones económicas calculadas.
Por otro lado, no debemos olvidar que hay pueblos primitivos para los que el trueque no ejerce ninguna atracción:
Cook relata que hay pueblos en Polinesia con los que no era posible intercambio alguno, ya que los regalos no les causaban ninguna impresión y los tiraban; todo lo que se les mostraba, lo miraban con indiferencia y sin deseo de poseerlo, mientras que no compartirían sus propias cosas; de hecho, no tienen el concepto ni del comercio ni del trueque.
Así que Westermarck tiene la opinión de que «el trueque y el comercio son invenciones comparativamente tardías». En esto, se alinea en oposición a Peschel que mantiene que el hombre en los estados tempranos del desarrollo, hacía trueque. Westermarck dice que no hay prueba
… De que los habitantes de las cavernas del Perigord del periodo del reno obtuvieran sus cristales de roca, conchas del Atlántico y cuernos de antílope saiga de la (moderna) Polonia por medio del trueque.
A pesar de estas excepciones, que podrían admitir otra explicación —quizá que los nativos temían a la brujería— la historia de los pueblos primitivos muestra que el deseo de comerciar e intercambiar es una característica humana universal. Puede, a pesar de todo, tener lugar solamente cuando al encontrarse con extranjeros a estos hombres primitivos les son ofrecidos objetos nuevos y atractivos, ya que en el círculo inmediato de los parientes de su propia sangre todos tienen las mismas clases de propiedades, y en su comunismo natural, por término medio tienen casi las mismas cantidades.
Pero incluso entonces, el trueque, el comienzo de todo comercio regular, puede tener lugar solamente cuando el encuentro con extranjeros es pacífico. ¿Pero existe posibilidad de encuentro pacífico con extranjeros? ¿No está el hombre primitivo, a lo largo de su vida entera, y especialmente en el periodo en que comienza el trueque, todavía bajo el temor de que todos los de un grupo diferente son enemigos que han de ser temidos como el lobo?
Una vez que se desarrolla el intercambio, como regla general es influenciado por “medios políticos”. «El comercio sigue al robo» Pero sus primeros inicios son principalmente el resultado de medios económicos, la consecuencia de relaciones pacíficas, no belicosas.
Las relaciones internacionales de unos con otros entre los primitivos cazadores no deben ser confundidas con las que existen ya sea entre cazadores o pastores y agricultores, o entre los pastores mismos. Existían, sin duda, venganzas o disputas a causa de mujeres raptadas o quizá a causa de la violación de los territorios establecidos de caza; pero a todas estas querellas les falta ese fuerte incentivo que es solo consecuencia de la avaricia, es decir, el deseo de despojar a otros de los productos de su trabajo. Así pues, las “guerras” de los cazadores primitivos son raramente verdaderas guerras, sino más bien refriegas y combates de uno contra uno, llevadas a cabo frecuentemente —como en los duelos estudiantiles alemanes— de acuerdo con un ceremonial establecido y prolongadas solamente hasta el punto de la incapacidad para luchar, como se suele decir “hasta que se ha vertido el vino”. Estas tribus, numéricamente muy débiles, limitarían sabiamente el derramamiento de sangre al mínimo indispensable —por ejemplo, en el caso de una venganza familiar— y así evitarían nuevas venganzas.
Por esta razón, las relaciones pacificas con sus vecinos en una escala económica igual son mucho más fuertes y también más libres del incentivo para utilizar medios políticos, tanto entre los cazadores y los primitivos campesinos como entre los pastores. Hay numerosos ejemplos en los que éstos últimos encuentran formas de explotar pacíficamente los recursos naturales en común.
Todavía en estadios primitivos de civilización se reúnen grandes masas de gente de cuando en cuando, en los lugares donde se encuentran objetos útiles. Los indios de la mayor parte de América del Norte hacían peregrinaciones regulares a los terrenos donde se encuentra el sílex; otros se reunían anualmente en la época de la cosecha en las marismas de Zizania en los lagos del Noroeste. Los australianos, que viven esparcidos por el distrito de Barku, se reúnen desde todas direcciones para los festivales de la cosecha en las cuencas pantanosas productoras del cereal Marsilicae. Cuando los árboles bonga—bonga de Queensland producen una cosecha superabundante, y hay a mano mayor cantidad para guardar que lo que la tribu puede consumir, se permite a tribus extranjeras compartirlo.
«Varias tribus se ponen de acuerdo sobre la propiedad común de ciertas franjas del terreno y asimismo de las canteras de fonolita con las que hacen sus azuelas.» Numerosas tribus australianas mantienen consultas comunes y sesiones de los más ancianos para los juicios. En estos, el resto de la población forma parte de los espectadores, una costumbre similar al Umstand germánico en la primitiva Asamblea del pueblo.
No es más que natural que tales encuentros produzcan trueque. Quizá esto explica el origen de aquellas «ferias semanales que tenían los negros del África central en medio de los bosques primarios donde se ampliaban acuerdos especiales para la paz» y de la misma manera las grandes ferias que se dice eran muy antiguas, de los lejanos cazadores del extremo Norte, los Chukchi.
Todas estas cosas presuponen el desarrollo de formas pacíficas de intercambio entre grupos vecinos. Estas formas se encuentran casi universalmente. Pueden haberse desarrollado muy fácilmente en este periodo, ya que no se había descubierto aún que los hombres pueden ser empleados como motores de trabajo. En este estadio, el extranjero es tratado como enemigo solamente en casos dudosos. Si se acerca con intención aparentemente pacífica, es tratado como amigo. Así pues, creció un completo código de ceremonias de ley pública que intentaban demostrar que el recién llegado tenía intenciones pacíficas. Uno baja las manos y muestra una mano desarmada, o envía por delante heraldos, que son siempre inviolables.
Está claro que estas formas representan cierta clase de argumentos de hospitalidad, y de hecho es por este derecho de huésped que se hizo primeramente posible el comercio. El intercambio de regalos de huésped precede, y parece que sirve para introducir el trueque propiamente dicho. Entonces, es necesario investigar cuáles son las fuentes de la hospitalidad.
Westermarck, en su reciente trabajo monumental “Origin and Development of Moral Concepts” (1907) establece que la costumbre de la hospitalidad surge por dos causas: la curiosidad por las noticias de fuera que trae el extranjero y todavía más por el miedo de que el extranjero esté dotado de poderes de brujería, que se le imputan precisamente por ser extranjero. En la Biblia, la hospitalidad se recomienda por la razón de que uno no puede saber si el extranjero no es un ángel. Las razas supersticiosas temen a sus maldiciones (las Erinias de los Griegos) y por ello se apresura a aplacar al extranjero. Habiendo sido aceptado como huésped, este se convierte en inviolable y disfruta del derecho sagrado del grupo de personas relacionadas por la sangre, y se le mira como si perteneciera a él mientras dura su estancia. Así, comparte los beneficios del comunismo original que reina en el grupo y comparte su propiedad. El anfitrión pide y obtiene lo que reclama y el extranjero obtiene a su vez lo que ha pedido. Cuando el intercambio pacífico se hace más frecuente, la entrega mutua de regalos de visita puede convertirse en un acuerdo de comercio, porque el comerciante regresa con gusto al sitio donde encontró buenas atenciones e intercambio provechoso y donde está protegido por las leyes de la hospitalidad, en vez de buscar nuevos sitios donde, a menudo con peligro para su vida, primero ha de adquirir el derecho a la hospitalidad.
La existencia de una división «internacional» del trabajo se presupone, claro está, antes de que empiece a desarrollarse una relación de comercio regular. Tal división de trabajo existe desde mucho antes y en una mayor medida de lo que generalmente se cree.
Es bastante erróneo suponer que la división del trabajo tiene lugar solamente a una gran escala de desarrollo económico. Existen en el interior de África aldeas de herreros, los nay, los cuales solamente producen cuchillos arrojadizos; Nueva Guinea tiene aldeas de alfareros, Norteamérica, de fabricantes de puntas de flecha.
De tales especializaciones se desarrolla el comercio, ya sea mediante mercaderes errantes o por regalos a los huéspedes de uno, o por donativos de paz de tribu a tribu.
La obsidiana se empleaba universalmente para puntas de flecha y cuchillos; en Yellowstone, en el Sanake River en Nuevo Méjico, pero sobre todo en Méjico. Desde allí, el precioso artículo era distribuido por todo el país, hasta Ohio y Tennessee, una distancia de casi dos mil millas.
De acuerdo con Vierkandt
De los productos puramente hechos a mano de los pueblos primitivos, surge un sistema de comercio totalmente distinto al que prevalece bajo las condiciones modernas (…) Cada tribu individualmente ha desarrollado aptitudes especiales que llevan al intercambio. Incluso entre las comparativamente incivilizadas tribus indias de América del Sur encontramos tales diferenciaciones (…) Mediante tal comercio, los productos se pueden distribuir hasta distancias extraordinarias, no en una vía directa a través de comerciantes profesionales, sino a través de un pasar gradual de tribu en tribu. El origine de tal comercio —como ha demostrado Bueeher— debe rastrearse desde el intercambio de regalos de visita.
Junto a este intercambio de regalos de visita, puede crecer un comercio de las ofrendas de paz que los adversarios cambian después de una pelea como signo de reconciliación. Sartorius reporta que en Polinesia:
Después de una guerra entre distintas islas, las ofrendas de paz para cada grupo fueron una novedad; y si el regalo y el regalo de vuelta complacían a ambas partes, tenía lugar una repetición, y así otra vez una vía para el intercambio de productos quedaba abierta .Pero estas, en contraste con los regalos de visita, eran los cimientos de intercambios continuados. Aquí, en lugar del contacto de individuos, se encontraban tribus y pueblos. Las mujeres son el primer objeto de intercambio; ellas forman el lazo de conexión entre tribus extrañas y, de acuerdo a la evidencia de muchas fuentes, las mujeres se cambian por ganado.
Encontramos aquí un objeto de comercio, intercambiable incluso sin “división internacional del trabajo”. Y parece como que el intercambio de mujeres fuera, en muchos sentidos, lo que allana el camino para el tráfico de mercancías, como que fuese el primer paso hacia la pacífica integración de tribus, que acompañó a la belicosaintegración de la formación del Estado. De todos modos, Lippert cree que el intercambio pacífico de fuego antecedió a este trueque. Concediendo que se trata de una costumbre muy antigua, a pesar de todo él solamente la rastrea a partir de rudimentarias reglas y de la ley; y puesto que no hay prueba accesible, no seguiremos más adelante con la cuestión en este lugar.
Por otro lado, el intercambio de mujeres se observa universalmente, y sin duda ejerció una influencia extraordinariamente fuerte en el desarrollo de la relación pacífica entre tribus vecinas y en la preparación del trueque de mercancías. El relato de las mujeres de los Sabinos, que se interpusieron entre sus hermanos y maridos cuando estos iban a enzarzarse en un combate, debe haber sido una realidad en mil ocasiones en el curso del desarrollo de la raza humana. Por todo el mundo, el matrimonio de parientes cercanos es considerado un ultraje, como “incesto” por razones que no están en el objeto de este libro. Esto dirige el deseo sexual hacia las mujeres de tribus vecinas y así convierte el botín de mujeres en una parte de las relaciones primarias entre tribus. Y en casi todos los casos, a menos de que poderosos sentimientos de raza lo contrarresten, el rapto violento de mujeres se conmuta gradualmente por el trueque y la compra, surgiendo la costumbre por la relativa no—deseabilidad de las mujeres de la propia sangre en comparación con las esposas que se pueden obtener de otras tribus.
Allí donde la división del trabajo hace imposible el intercambio de bienes, las relaciones entre las tribus se hacen como consecuencias prácticas para ello; los grupos exogámicos gradualmente se fueron acostumbrando a encontrarse regularmente de manera pacífica. La paz, que originalmente protege a la horda de relaciones consanguíneas, desde entonces se extiende sobre un círculo más amplio. Un ejemplo entre muchos:
Cada una de las dos tribus de Camerún tiene sus propios «países del matorral», lugares en los que los propios miembros de la tribu comercian y donde, por medio del matrimonio mixto tienen parientes. Aquí también la exogamia muestra su poder para ligar a las tribus.
Estas son las principales líneas de crecimiento del trueque y del tráfico pacífico; desde el derecho de hospitalidad y el intercambio de mujeres, quizá también del intercambio de fuego, hasta el comercio de bienes de consumo. Por añadidura, lo mercados y las ferias, quizá también los comerciantes, se veían como protegidos por un dios que preservaba la paz y vengaba su quebrantamiento.
Así pues, hemos mostrado los fundamentos de este importantísimo factor social hasta el punto en el que el medio político irrumpe como causa de perturbación, lo reorganiza y desarrolla y afecta a las creaciones de los medios económicos.
Este artículo es un extracto de The State: Its History and Development Viewed Sociologically (1908), capítulo 4, sección a, “Tráfico en tiempos prehistóricos”. Las notas y citas no han sido incluidas y pueden encontrarse en el original.