En “Los intelectuales y el socialismo”, F.A. Hayek comparaba a los intelectuales con investigadores, pensadores originales y especialistas. El intelectual es un personaje público que es un “tratante de ideas de segunda mano”, que no es necesariamente muy brillante, pero puede hablar y escribir con confianza acerca de un amplio rango de temas de los que tiene poco conocimiento directo o experiencia. Lo que puede hacer tan peligrosa la clase intelectual es su estrechez de miras, combinada con su poder sin precedentes (a través de los grandes medios de comunicación) en las democracias modernas para influir en la opinión pública a largo plazo.
Uno tiene que preguntarse qué habría dicho Hayek de Charles Krauthammer. El expsiquiatra y comentarista conservador murió recientemente el 21 de junio después de una batalla de diez meses contra el cáncer. Decir que los elogios a Krauthammer (que siguen llegando) han sido aduladores sería quedarse corto. “Un genio sin paragón”, “un gigante intelectual” y “brillantez centelleante” han sido solo unos pocos de los superlativos ofrecidos en el canal Fox News y otros medios.
Cuatro ideas que abrazó Krauthammer darán una idea de por qué era tan adorado por la comunidad gobernante y los medios de EEUU.
1. Las sociedades civilizadas no permiten a sus ciudadanos poseer armas de fuego
“Es sencillamente absurdo”, escribía Krauthammer, “para un país tan moderno, industrial, avanzado y ahora poblado como Estados Unidos seguir con la obsesión fronteriza por la armas de fuego. (…) En último término, una sociedad civilizada debe desarmar a sus ciudadanos para tener un mínimo de tranquilidad doméstica del tipo disfrutado en democracias hermanas, como Canadá y Gran Bretaña”.
Krauthammer apoyaba la prohibición de las “armas de asalto”, porque, aunque sabía que no existía esa clase de armas, veía dicha prohibición como el primer paso para la prohibición de todas las armas de fuego: “Su única justificación real no es reducir el delito, sino insensibilizar al público para la regulación de armas como preparación para su confiscación definitiva. Su propósito es alentar el debate, destacar el problema, defender que la carrera armamentística entre delincuentes y ciudadanos es peligrosa al no tener sentido”.
Advertid la negación completa de legitimidad del motivo de los Fundadores de EEUU para escribir y ratificar la Segunda Enmienda: las armas pequeñas como contrapeso a la tiranía del estado. La propiedad masiva de armas de fuego, una reliquia de “la historia fronteriza y la ideología individualista” realmente se refiere a “una carrera armamentística sin sentido y peligrosa entre delincuentes y ciudadanos”.
El intelectual en sentido hayekiano trabaja para la clase dirigente: consigue una renta confortable de diversos medios, vive en una comunidad con baja delincuencia, cerrada y controlada por guardias de seguridad en una capital nacional y raramente caza o dispara por deporte, si es que lo hace alguna vez. Por tanto, no sorprende que vea la propiedad de armas como un anacronismo del salvaje Oeste.
2. Realismo democrático
Krauthammer estuvo a favor de la Doctrina Reagan (1985) de apoyar militar y financieramente a los enemigos del comunismo en el Tercer Mundo y del Realismo Democrático (2004). En la práctica de la política exterior, apoyó la Guerra del Golfo (1991), la invasión de Iraq (2003) y la tortura de los militantes islamistas capturados en busca de información.
El Realismo Democrático no es realismo en política exterior en su sentid usual, que no tiene “ninguna visión (…) ningún fin” ( 18 ). Por todos los medios, invadir y derrocar regímenes y planificar centralizadamente democracias al estilo occidental, pero solo “donde importa” ( 19 ). Sí, esto no era un objetivo habitual y era una forma extraña de coincidir con los intereses de la clase dirigente, Tel Aviv y Riad querían ver las sociedad arrasadas y reconstruidas… con dólares de los contribuyentes y sangre de EEUU, por supuesto.
Hay que reconocer que Krauthammer entendía la hercúlea (si no imposible) tarea de planificar centralizadamente naciones como Iraq para convertirse en democracias al estilo occidental: “La reforma y reconstrucción de una cultura extranjera son tareas abrumadoras. Arriesgadas y, sí, arrogantes” ( 1 ). Aun así estaba entusiásticamente a favor: “No hay ninguna estrategia alternativa única y remotamente factible para atacar al monstruo detrás del 11-S. No es Osama bin Laden: es la mezcla de opresión política, intolerancia religiosa y ruina social en el mundo árabe-islámico: opresión transmutada y desviada por regímenes sin legitimidad hacia un antiamericanismo violento y asesino” (16-17).
Hayek identifica una falacia detrás de esta manera de pensar: “En particular, pocas dudas puede haber de que la manera en que el hombre ha aprendido en los últimos cien años a organizar las fuerzas de la naturaleza ha contribuido mucho a la creación de la creencia en que un control similar de las fuerzas de la sociedad proporcionaría mejoras comparables en las condiciones humanas”.
El otro problema es de nuevo la estrechez de miras. La defensa de la guerra de la clase intelectual es fácil porque muy a menudo no se “juegan el pellejo”. A pesar de las múltiples oportunidades antes de que su lesión en la médula espinal le paralizara de cintura hacia abajo, Krauthammer nunca se enroló en ninguna rama de los servicios militares. Aunque Krauthammer dejó un largo historial de predicciones enormemente erróneas, la más paradójico fue que tendría serios problemas de credibilidad si no se encontraban armas de destrucción masiva (ADM) en Iraq. Incluso él tuvo que quedarse atónito al ver su carrera no solo floreciendo como nunca antes, sino con gobernantes y medios redoblando su promoción como gurú infalible en política exterior.
3. La cartelización de la medicina
Antes de tomarse una excedencia en 2017 para luchar contra su cáncer, a Krauthammer le preocupaba el debate sobre la abolición del Obamacare, en concreto los argumentos planteados por algunos opositores al Obamacare de que la atención sanitaria debería tratarse como cualquier otro servicio y que debía permitirse funcionara libremente que el mercado de la atención sanitaria. Krauthammer se oponía vehemente a esto, argumentando en Fox News que la atención sanitaria era distinta de otros servicios y que esas diferencias requerían una fuerte regulación estatal.
Esta creencia es común entre los profesionales médicos, pero paradójicamente la explicación más convincente de las propiedades únicas de la atención sanitaria fue la del economista Kenneth Arrow en su artículo de 1963 en la American Economic Review (AER), “Uncertainty and the Welfare Economics of Medical Care”.
Arrow, un ferviente intervencionista como Krauthammer, veía las propiedades únicas de la atención sanitaria en cuatro áreas: demanda, oferta, naturaleza intrínseca y prácticas de precios. La demanda es inconstante e impredecible porque se basa en la enfermedad. La oferta está restringida por licencias de trabajo y una educación muy costosa. El producto no puede probarse antes de su compra, la competencia en precio y calidad son casi inexistentes y la incertidumbre acerca de la calidad del producto es muy alta. La fijación de precios es omnipresente y nunca ha estado sometida a las normas antitrust.
Ninguna de estas características es única para la atención sanitaria y todas juntas no suponen ningún alegato a favor de una fuerte regulación estatal. La reparación de autos, viviendas, electrodomésticos y ordenadores también están sujetos a una demanda individualmente impredecible. Muchos bienes no pueden probarse ante de comprarse y tienen una cualidad como producto que es incierta. Las políticas de devolución y garantías se han ocupado al menos de algunos de estos problemas. Las licencias de trabajo y el coste artificialmente alto de la educación médica han sido creados por el sector para servir como barreras de entrada.
Para la clase intelectual, estos detalles no importan. Hayek: “Tal vez lo más característico del intelectual es que juzga las nuevas ideas, no por sus méritos concretos, sino por lo bien que se ajustan a su (…) imagen del mundo que considera como moderna o avanzada, [La visión del mundo actualmente dominante] hará al intelectual dispuesto a aceptar una conclusión y rechazar otra sin una comprensión real de los problemas”.
Los intelectuales en EEUU y Europa pueden equivocarse una y otra vez con consecuencias desastrosas y seguir manteniendo su buena imagen en los medios y entre la clase dirigente. Por otro lado, defender convincentemente la abolición de la Food and Drug Administration (FDA), Medicare, Medicaid o incluso la evidentemente dudosa Administración de Veteranos (AV) es una vía rápida a la irrelevancia y a perder el acceso a los medios de comunicación de masas.
4. El estado del bienestar, no el gobierno limitado ni la tecnología, llevaron a EEUU al mundo moderno
Si hay una característica distintiva de la ideología progresista, es su ferviente creencia en que el estado es la fuente última de civilización y de altos niveles de vida. Krauthammer decía el 24 de julio de 2017:
A mediados de siglo XX, [los demócratas] hicieron grandes cosas por el país. Inventaron la Seguridad Social, decidieron que los ancianos no debían quedar desamparados. Son los que nos trajeron Medicare, Medicaid (…) Durante tres generaciones trabajaron sobre la idea de una red de seguridad, una red social en torno a la gente y apoyada por el gobierno. Nos llevaron al mundo moderno porque antes de FDR en realidad teníamos un gobierno en que no era muy diferente del gobierno de los fundadores.
A nadie le sorprendería oír estos pensamientos de la progresista de extrema izquierda Elizabeth “el estado creó todo” Warren, y aun así fueron expresadas en realidad por el intelectual republicano conservador más adorado de al menos la última década.
La historia está modificada (Medicare [1965] y Medicaid [1965] no eran parte del New Deal [1933-1936] de FDR) hasta ser una completa fantasía (la edad federal de jubilación se estableció originalmente en 65 años [expectativa de vida] para asegurar que las prestaciones de la Seguridad Social serían difíciles de recibir: no era exactamente un programa pensado para evitar el desamparo de los ancianos). Aun así, incluso en una red de televisión conservadora supuestamente amiga del mercado como Fox no se discute este punto de vista ni se realiza ningún intento de educar a la audiencia sobre cómo la política económica federal (incluyendo la creación de la Reserva Federal) llevó a la gran depresión, la que, a su vez, abrió la vía al New Deal.
Como explica Hayek, al intelectual “con toda su disposición, no le interesan los detalles técnicos o las dificultades prácticas. Lo que les atraen son las visiones amplias, la comprensión espaciosa del orden social como un todo que promete un sistema planificado”. Para intelectuales como Krauthammer y Warren, resultaría absurdo que el alto nivel de vida de EEUU procediera de algo que no fuera una rigurosa planificación burocrática estatal.
Conclusión
En Irving Charles Krauthammer vemos el intelectual quintaesenciado en sentido hayekiano. Una de las grandes ironías en una vida llena de ellas es que su carrera acabara poco después escribir un libro titulado Cosas que importan. Lo que ilustran sus ideas es que lo que importa poco para clase intelectual son los hechos, las verdaderas causas y efectos en la historia, una comprensión adecuada de la economía y los millones de personas que sus políticas favoritas ponen en peligro en términos de vida e integridad física. Estas cosas importan todavía menos a los extasiados seguidores de la clase intelectual en los medios y las clases dirigentes. Después de todo, el trabajo de los intelectuales es promover elocuente y hábilmente los intereses de la clase dirigente y eso sin duda lo han hecho bien, igual que Krauthammer, aunque hayan hecho poco más.