¿Por qué los particulares pagan precios más altos por unos bienes que por otros? La respuesta habitual hace referencia a las leyes de la oferta y la demanda, pero ¿cuáles son esas leyes? La respuesta se encuentra en la ley de la utilidad marginal decreciente.
La mayoría de los economistas explican esta ley describiendo la satisfacción que se obtiene al consumir un producto como un cucurucho de helado. La satisfacción derivada del consumo de un segundo cucurucho puede ser menor que la derivada del primero, y así sucesivamente. Los economistas convencionales concluyen que cuanto más consumimos de un bien en cada periodo, menos satisfacción o utilidad obtenemos de cada unidad adicional, por lo que el precio que estamos dispuestos a pagar por unidad también disminuye.
Al cuantificar la utilidad, los economistas pueden introducir aquí las matemáticas para determinar la satisfacción adicional y así determinar la utilidad total. Así, la ley de la utilidad marginal decreciente se deriva de la disminución de la satisfacción de consumir un bien concreto. Después de consumir varios conos de helado, un individuo se siente saciado, lo que hace que la acción humana dependa de las necesidades biológicas, no de la razón. Según Ludwig von Mises, «es imposible describir cualquier acción humana si no se hace referencia al significado que el actor ve en el estímulo, así como al fin que persigue con su respuesta.»
La explicación de Menger
Según Carl Menger, fundador de la escuela austriaca de economía, los individuos clasifican los distintos fines que consideran importantes para satisfacer sus necesidades. Los fines que las personas consideran más importantes para mantener la vida reciben la clasificación más alta, mientras que los fines menos importantes reciben una clasificación más baja.
Consideremos a Juan, el panadero, que produce cuatro barras de pan, que son el medio para satisfacer sus necesidades. Supongamos que su mayor prioridad es tener una barra de pan para consumo personal, dejando otras tres barras para otros usos.
La segunda hogaza permite a Juan asegurarse su segundo fin más importante, que es consumir cinco tomates, y encuentra a un agricultor de tomates que acepta cambiar cinco tomates por una hogaza de pan. Juan utiliza la tercera hogaza para canjearla por el tercer fin más importante, que es una camisa. Por último, Juan destina su cuarta hogaza a alimentar pájaros silvestres.
Para alcanzar el segundo y el tercer fin, Juan cambió sus recursos —panes— por bienes que sirvieran a sus fines. Juan cambió su barra de pan porque no le era tan útil como una camisa. Así, la primera barra de pan asegura el fin más importante, la segunda barra de pan el segundo fin más importante, y así sucesivamente.
El extremo menos importante fija la norma de valoración
Juan da a cada hogaza el valor imputado del fin menos importante, que es alimentar a las aves silvestres. ¿Por qué hace esto? (Los cuatro panes de Juan son intercambiables. Esto implica que cada pan tendrá el mismo valor en lo que respecta a Juan). Ahora supongamos, en cambio, que Juan utiliza el fin más importante como norma para asignar valor a cada hogaza de pan, lo que significa que valora la segunda, la tercera y la cuarta hogazas más que los fines que asegura.
Si este fuera el caso, ¿por qué iba a cambiar algo que se valora más por algo que se valora menos? En tales circunstancias, no se produciría ningún intercambio después del primero. Sin embargo, como Juan sigue intercambiando, los tres panes restantes deben tener un valor decreciente.
Recuerda que la cuarta barra de pan es la última unidad de la oferta total de Juan. También se denomina unidad marginal. Esta hogaza asegura el fin menos importante, lo que significa que, en lo que respecta a Juan, la unidad marginal proporciona el menor beneficio.
Si Juan tuviera sólo tres barras de pan, esto significaría que cada barra se valoraría en función del fin alcanzado por la tercera barra: tener una camisa, porque se valora más que alimentar a los pájaros silvestres. De ello se deduce que, a medida que disminuye la oferta de pan, aumenta su utilidad marginal. Cada barra de pan se valora más que antes a medida que disminuye la oferta de pan. A la inversa, a medida que aumenta la oferta de pan, su utilidad marginal disminuye y cada barra de pan adicional se valora ahora menos que antes de que se produjera el aumento de la oferta.
En el caso de John, la barra de pan menos importante determina el valor del pan de una oferta dada. A medida que aumente la oferta de pan, su valor unitario disminuirá porque la barra de pan marginal sirve para el objetivo menos importante.
La gente no se fija objetivos arbitrarios
Los individuos no persiguen fines arbitrarios, sino que buscan mantener la vida y el bienestar, utilizando los medios disponibles a su alcance. En cambio, buscan satisfacer sus necesidades más apremiantes antes de buscar objetivos menos importantes. Por ejemplo, si Juan hubiera destinado arbitrariamente la mayor parte de sus recursos a alimentar a las aves silvestres, no tendría suficiente para alimentarse a sí mismo.
Además, la utilidad marginal no es, como presenta la perspectiva dominante, una adición a la utilidad total, sino la utilidad del extremo marginal. La utilidad no tiene que ver con las cantidades, sino con las prioridades o la clasificación establecida por cada persona. Evidentemente, se pueden asignar valores cardinales a las prioridades. Dado que la utilidad total no existe como tal, los métodos matemáticos que se introdujeron en economía y en la moderna teoría de carteras para medir la utilidad total y la utilidad marginal son cuestionables.
Conclusión
El núcleo de la determinación de precios es la ley de la utilidad marginal decreciente. Según la corriente económica dominante, esta ley está vinculada a la intensidad de la satisfacción del individuo con respecto a un bien concreto, que disminuye con el aumento de la oferta de ese bien. Por lo tanto, la intensidad de la satisfacción es la clave para determinar el precio de un bien.