Los Estados benefactores escandinavos son venerados por la izquierda americana. Muchos piensan que América podría reducir los problemas sociales copiando sus políticas. Para ellos, el éxito de los países escandinavos es la prueba de que el socialismo funciona. La confianza en las políticas de beneficencia de estos lugares es tan grande que los expertos incluso atribuyen la prosperidad de Escandinavia a estas políticas. Pocos se preguntan por qué el socialismo tiene consecuencias desastrosas en otros lugares pero resultados fructíferos en Escandinavia.
Sin embargo, si se examinan realmente las razones del éxito de Escandinavia, resulta obvio que la región ya prosperaba antes de la llegada del Estado benefactor. Países como Dinamarca y Suecia experimentaron aumentos considerables del nivel de vida y del crecimiento económico antes de poner en marcha los Estados benefactores. Esto se debió a que siguieron fases de reformas promercado durante los siglos XIX y XX. En los 1940, Dinamarca ya superaba a sus homólogos. Tras un examen exhaustivo, el economista James Beddy llegó a la conclusión que Dinamarca debía su prosperidad a la apertura comercial y a los altos niveles de productividad industrial.
La prosperidad de Suecia es también consecuencia de la adopción de políticas favorables al mercado, como observa el académico Nima Sanandaji en su libro libro Scandinavian Unexceptionalism: Culture, Markets and the Failure of Third-Way Socialism:
Suecia era una nación pobre antes de los 1870, lo que provocó una emigración masiva a los EEUU. A medida que evolucionaba un sistema capitalista a partir de la sociedad agraria, el país se fue enriqueciendo. Los derechos de propiedad, el libre mercado y el imperio de la ley se combinaron con un gran número de ingenieros y empresarios bien formados. Estos factores crearon un entorno en el que Suecia disfrutó de un periodo sin precedentes de desarrollo económico rápido y sostenido.
La adopción de estas políticas promercado llevó a Suecia a registrar las tasas de crecimiento más elevadas del mundo industrializado entre 1870 y 1936. Sin embargo, la promoción de políticas promercado no es exclusiva de Suecia, ya que nuevas investigaciones han demostrado que, desde 1850 hasta 2020, los países escandinavos han obtenido sistemáticamente buenos resultados en las medidas de libertad económica siendo Dinamarca el país con mejores resultados. Hoy en día, los escandinavos son símbolo de prosperidad gracias a años de duro trabajo y planificación estratégica. Sin embargo, aunque la beneficencia es una característica primordial de los Estados escandinavos, no es la génesis de su éxito.
De hecho, varios resultados asociados a la beneficencia son anteriores a la aparición de los Estados benefactor en Escandinavia. La esperanza de vida es mayor en Escandinavia, pero también era alta antes de la expansión de la beneficencia en los años 1970. Nima Sanandaji explica en su libro libro Debunking the Utopia: Exposing the Myth of Nordic Socialism que los daneses vivían más que los americanos en 1960, cuando la presión fiscal de Dinamarca era inferior a la de los Estados Unidos. Sanandaji también observa este patrón en otros países escandinavos: «Curiosamente, Dinamarca no está sola en este aspecto. Cuando los países nórdicos tenían sectores públicos de tamaño similar al de los Estados Unidos (1960), los suecos vivían 3,2 años más que los americanos, mientras que los noruegos vivían 3,8 años más. Hoy la diferencia se ha reducido a 2,9 años en Suecia y 2,6 años en Noruega».
Además, algunos dicen que la beneficencia está vinculada a la movilidad social en Escandinavia, pero nuevos hallazgos han demostrado que Suecia tenía altas tasas de movilidad antes de establecer un Estado benefactor. Los ingresos en Escandinavia son más iguales, pero también lo eran antes de la expansión de la beneficencia. En Escandinavia, la igualdad de ingresos se explica por similitudes genéticas y culturales. Las personas con genes y culturas similares muestran preferencias y rasgos similares. Por lo tanto, es probable que sus intereses profesionales sean comunes, lo que a menudo conduce a la igualdad de ingresos. Con una mayor diversidad cultural y genética, habrá más variación en los intereses y disparidades en los ingresos. No es de extrañar que los países con mayor diversidad, como América e Inglaterra, sean más desiguales.
La gente parece olvidar que Escandinavia es una región fiable, productiva y homogénea. Como los escandinavos son confiados, los costes de transacción son más bajos, por lo que es más fácil crear instituciones y garantizar el apoyo a políticas importantes. Aún más interesante es que, debido a los altos niveles de confianza, la gente apoyará más la asistencia social porque no imputará intenciones poco escrupulosas a otros beneficiarios.
Además, los escandinavos confían los unos en los otros porque, por término medio, son personas notablemente honradas. Por tanto, el riesgo de que la gente utilice la asistencia social para defraudar al gobierno es sustancialmente menor. Igualmente importante es el hecho de que las sociedades homogéneas apoyan la asistencia social, ya que es menos probable que se beneficien los forasteros. Debido a las peculiaridades únicas de Escandinavia, las políticas de beneficencia que parecen funcionar en esta región fracasarían en otros lugares.
Conseguir que la gente apoye la beneficencia es más difícil en sociedades diversas, por lo que los lugares más diversos no desarrollarían el capital social necesario para engendrar el apoyo a la beneficencia. Los Estados benefactores al estilo escandinavo también son imposibles en los países improductivos, donde la gente está menos orientada al trabajo. Sin la productividad necesaria para generar recursos, nunca podrá haber un Estado benefactor. Así pues, los lugares menos productivos nunca podrán permitirse un Estado benefactor al estilo escandinavo.
A pesar de los elogios que recibe la beneficencia en los Estados escandinavos, Suecia y Dinamarca tuvieron que reestructurar sus economías en los 1990 para frenar los excesos de las políticas estatistas. No cabe duda de que los resultados de Escandinavia son estelares, pero no se deben a las políticas de beneficencia. Los países que quieran seguir los pasos de Escandinavia deberían copiar su cultura y sus políticas de mercado, más que sus iniciativas de beneficencia. Los lugares típicos simplemente no tienen las normas para preservar un Estado benefactor al estilo escandinavo.