En la América contemporánea, el éxito de los inmigrantes se celebra como una fuente de vitalidad americana. De hecho, las élites americanas suelen alabar la inmigración como herramienta para aumentar el crecimiento económico y el nivel de vida. Muchos se maravillan del éxito de los indios y nigerianos americanos, que tienen una educación excelente. Algunos inmigrantes mejoran la prosperidad americana, pero los críticos sostienen que la inmigración masiva tiene un impacto adverso en las instituciones americanas.
Sin embargo, en una serie de nuevos estudios, los economistas sostienen que la inmigración no degrada las instituciones económicas en América. En un trabajo de 2020, Meg Tuszynski y Dean Stansel examinaron la proposición de que los inmigrantes transfieren malas instituciones y políticas de su país de origen al de acogida y concluyeron que la inmigración no está asociada a un deterioro de las instituciones económicas en los Estados Unidos. Su análisis muestra que es probable que los inmigrantes se trasladen a países con mejores instituciones que su país de origen.
El mensaje principal de Tuszynski y Stansel es que las instituciones de alta calidad controlan los efectos corrosivos de la inmigración procedente de países con instituciones defectuosas. Invariablemente, la buena gobernanza en los países más ricos incentiva a los inmigrantes a ser más productivos y respetuosos con la ley. Investigaciones más recientes han demostrado que los países pobres con mayor concentración de inmigrantes y polarización cultural presentan niveles más bajos de calidad institucional. Sin embargo, el impacto en los países con instituciones sólidas es insignificante. Evidentemente, una mejor gobernanza mitiga los efectos negativos de la inmigración.
Otro complemento de estos estudios es un trabajo de 2022 de Alex Nowrasteh y coautores. En este estudio, Nowrasteh y sus coautores ponen a prueba la tesis de que los inmigrantes socavan el dinamismo de las instituciones económicas en América. En lugar de estar de acuerdo con la teoría, sostienen que las instituciones de los países de origen de los inmigrantes han ido mejorando, y que la calidad de las instituciones americanas sería mayor si la economía respondiera mejor a los cambios en la inmigración. Un leitmotiv recurrente en estos estudios es que la fortaleza de las instituciones americanas orienta a los inmigrantes a convertirse en ciudadanos más laboriosos.
Por lo tanto, si las instituciones americanas debilitaran la inmigración, tendría un efecto nocivo en la sociedad americana. Por término medio, los inmigrantes se asimilan en América, pero recientemente se ha producido una campaña para desprestigiar la cultura americana tachándola de racista y hostil a los intereses de los no blancos. Además, los atributos culturales que fomentan el éxito económico, como la puntualidad, el pensamiento científico y la racionalidad, son percibidos como instrumentos de la supremacía blanca por los activistas culturales.
Es evidente que algunas creencias culturales obstaculizan el desarrollo. Dado que resulta políticamente insostenible fomentar la asimilación, ¿cómo podemos afirmar que todos los inmigrantes enriquecen a América? Los estudiosos saben desde hace décadas que la diversidad se asocia negativamente con la confianza, e incluso el Instituto Cato admite que la inmigración frena el crecimiento de la fiscalidad estatal porque la amplificación de la diversidad racial y étnica por los inmigrantes reduce la solidaridad social y disuade a políticos y votantes de apoyar presupuestos más amplios que sirvan a los inmigrantes.
La inmigración no ha logrado socavar la prosperidad de América debido a la fortaleza de sus instituciones. Sin la asimilación de los inmigrantes, estas instituciones seguramente se debilitarán porque los inmigrantes emigran con sus culturas. Los estudios analizados anteriormente demuestran que los inmigrantes tienen un efecto insignificante en la calidad de las instituciones económicas, pero este efecto es ínfimo sólo porque las instituciones americanas son duraderas. Por ejemplo, las investigaciones indican que los grupos procedentes de países con mayor desarrollo económico y con rasgos culturales que favorecen la cooperación tienen un impacto positivo en el producto interior bruto (PIB) por trabajador a nivel de condado en América.
Sin embargo, muchos inmigrantes no procederán de esos países. Si las instituciones americanas implosionan debido a los fracasos de la asimilación, será poco probable que esas personas prosperen en América. En algún momento, los activistas de la inmigración deberán admitir que no todas las personas contribuyen positivamente a América. Por ello, América no debe cortejar a todos los inmigrantes. A los activistas les gusta decir que los inmigrantes son emprendedores, pero la mayoría de los estudios examinan específicamente el ingenio de los inmigrantes europeos.
Del mismo modo, los nigerianos son estrellas en América, aunque algunos nigerianos en su país de origen se dedican a actividades sin escrúpulos. Del mismo modo, los indios que vienen a los Estados Unidos tienden a votar a políticos progresistas, aunque la propia India tiene fama de corrupta, algo contra lo que supuestamente luchan los progresistas. Así pues, a pesar del éxito de algunos americanos de origen indio y nigeriano, también puede haber pícaros que vengan aquí.
Compañías, grupos cívicos e iglesias son libres de patrocinar planes de inmigración a los Estados Unidos, y las personas que deseen residir en América deben hacerlo legalmente demostrando que serán ciudadanos productivos. Sin embargo, los defensores deben desistir de actuar como si todos los inmigrantes fueran deseables, porque nada más lejos de la realidad. La inmigración tiene beneficios, pero no todos los inmigrantes contribuyen por igual a nuestra economía y sociedad.