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El pánico de 1819: Rothbard v. Browning

El Pánico de 1819 fue una de las primeras grandes crisis económicas y financieras de la historia de la historia americana. El pánico provocó quiebras bancarias generalizadas, desempleo y angustia, sobre todo en los estados del oeste. Durante décadas, la única obra significativa que ha examinado este acontecimiento en profundidad ha sido la de Rothbard, El pánico de 1819: Reacciones y políticas de Rothbard.  Ahora, Rothbard tiene por fin compañía en el libro de Andrew Browning El pánico de 1819: la primera gran depresión. Y aunque ambos libros se centran en el mismo acontecimiento histórico, sus diferentes énfasis y enfoques hacen que puedan complementarse en muchos aspectos: mientras que la monografía de Rothbard es principalmente un estudio meticuloso de los debates ideológicos y políticos que siguieron al acontecimiento, la obra de Browning es en gran medida una narración amplia de la agitación política, económica y social causada por la crisis.

Diferencias de enfoque

Como obra de síntesis histórica, Browning sitúa el Pánico de 1819 dentro del panorama económico y político más amplio de la América de principios del siglo XIX, rastreando la expansión de la banca, la especulación con la tierra y el comercio que precedieron al pánico. Su obra presta especial atención a las experiencias de los distintos grupos afectados por la crisis —terratenientes, trabajadores urbanos, colonos fronterizos y políticos—, ofreciendo una narración amplia y centrada en el ser humano de las consecuencias del pánico. Browning amplía aún más su ámbito de estudio, dedicando una atención significativa al papel de los factores internacionales, entre ellos el final de las guerras napoleónicas y la disminución de la demanda europea de productos agrícolas americanos, que contribuyeron a la recesión económica. Al tratarse de una publicación académica contemporánea de historia económica, su libro es también muy empírico, recurriendo a abundantes fuentes primarias para ilustrar cómo la crisis se propagó por distintas regiones y clases sociales.

Rothbard, por el contrario, abordó el Pánico de 1819 como un caso práctico de teoría económica y respuesta política, analizando cómo los responsables políticos, los banqueros y los intelectuales debatieron las causas de la crisis y lo que debía hacerse tras ella. Rothbard, por supuesto, vio la crisis como un producto de la inflación monetaria y la expansión crediticia alimentada por el Segundo Banco de los Estados Unidos, y se centró en cómo los diferentes grupos —gobiernos estatales, el gobierno federal y los ciudadanos particulares— reaccionaron ante el pánico, proporcionando una discusión detallada de las propuestas políticas, tales como el alivio de la deuda, las regulaciones bancarias y los aranceles protectores. A diferencia de Browning, más interesado en describir la experiencia vivida durante la crisis, Rothbard se ocupó principalmente de extraer lecciones económicas del periodo.

Puntos de acuerdo

A pesar de sus diferentes perspectivas, Browning y Rothbard comparten algunos puntos en común. Ambos reconocen el Pánico de 1819 como un momento transformador en la historia americana, que puso de manifiesto profundas debilidades estructurales en el sistema financiero y económico del país. Ambos reconocen también la importancia de la especulación con la tierra y el crédito fácil en los prolegómenos de la crisis, así como la gravedad de la recesión económica posterior.

Además, ambos autores destacan cómo la crisis moldeó el pensamiento político y económico americano en los años siguientes. El pánico alimentó una creciente desconfianza hacia los bancos y las élites financieras, contribuyendo al auge de la democracia jacksoniana y al eventual desmantelamiento del Segundo Banco de los Estados Unidos. Tanto Browning como Rothbard consideran la crisis como un momento decisivo en la evolución de las actitudes americanas hacia la banca, la deuda y la regulación económica.

Puntos de desacuerdo

Aunque Browning reconoce que el Segundo Banco de Estados Unidos desempeñó un papel en la crisis, le atribuye incorrectamente la culpa sólo por agravar la crisis mediante préstamos imprudentes y una abrupta política contractiva - asignando la mayor parte de la culpa del inicio de la crisis en sí a las burbujas especulativas del suelo, los cambios en la dinámica comercial y la mala gestión política.

Rothbard, por el contrario, considera correctamente al Segundo Banco de los Estados Unidos como el principal culpable, argumentando que las políticas crediticias inflacionistas de principios de la década de 1810 crearon un auge artificial que condujo a la quiebra de 1819. Para Rothbard, la lección clave es que la intervención gubernamental —especialmente en forma de banca central— distorsiona los mercados, conduce a la inestabilidad económica y que, cuando inevitablemente llega una crisis, son las nuevas intervenciones gubernamentales en respuesta a esa crisis las que prolongan la recesión económica en lugar de aliviarla.

Cómo se complementan ambas obras

Dejando a un lado este serio desacuerdo, los lectores que busquen una comprensión global del Pánico de 1819 harían bien en echar un vistazo a la obra de Browning, ya que ofrece una narración amplia y rica en detalles. Mientras que Rothbard ofrece un análisis económico centrado que sitúa la crisis dentro de un marco teórico más amplio, Browning da a los lectores una idea de lo que se sintió al vivir la crisis.

Tomados en conjunto, estos libros ofrecen una imagen más completa del Pánico de 1819 que cualquiera de ellos por separado. La obra de Browning garantiza que la crisis no se reduzca a una mera abstracción económica, mientras que el análisis de Rothbard pone de relieve las batallas políticas e ideológicas que configuraron la respuesta de la nación. Para los interesados tanto en la historia económica como en la teoría económica, la lectura de estas obras en paralelo proporciona una apreciación más profunda de cómo interactúan los acontecimientos históricos y los principios económicos.

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