El 3 de diciembre de 2024, el presidente surcoreano Yoon Suk-yeol declaró la ley marcial, acusando al Partido Demócrata —el partido mayoritario en la Asamblea Nacional de Corea del Sur— de ser «anti-estatista» y de «colaborar con los comunistas norcoreanos para destruir el país». Yoon desplegó tropas aerotransportadas para neutralizar la Asamblea Nacional y la Comisión Electoral Nacional, intentando consolidar el poder mediante el establecimiento de un órgano legislativo de emergencia que sustituyera a la Asamblea. Aunque el Partido Democrático de Corea se ha enfrentado a críticas por nefastas prácticas legislativas contrarias al libre mercado, el golpe de Estado ilegal de Yoon fue un desastre político estremecedor, inimaginable en un país desarrollado.
Avancemos hasta el 15 de enero de 2025: Yoon se convirtió en el primer jefe de Estado en ejercicio del mundo en ser detenido por su propia agencia de investigación. Acusado de traición, Yoon se enfrenta ahora a un proceso de destitución y a la posibilidad de cadena perpetua —o incluso a la pena de muerte— si es declarado culpable. Su partido político, —People Power— corre el riesgo de ser disuelto por su complicidad en el intento de golpe de Estado.
Este extraordinario suceso pone de relieve la fragilidad de la democracia parlamentaria y los riesgos inherentes a los sistemas presidenciales. Sin embargo, para los libertarios, encierra un giro especialmente irónico: Yoon profesaba admiración por la Escuela Austriaca de economía y Ludwig von Mises, ensalzando las virtudes de la libertad y el libre mercado. Su justificación para el golpe fue, ostensiblemente, la defensa de la libertad frente a un Partido Demócrata al que acusaba de socavarla. Sin embargo, las políticas de Yoon durante su mandato fueron cualquier cosa menos libertarias. Lejos de adherirse a los estrictos principios del laissez-faire de Mises, sus acciones ni siquiera se alinearon con las tradiciones liberales clásicas moderadas y de compromiso de Milton Friedman o Friedrich Hayek.
Los peligros del libertarismo de la periferia
En todo el mundo, los libertarios de Beltway suelen buscar influencia alineándose con los principales partidos conservadores. Pero, como han argumentado pensadores como Murray Rothbard y Lew Rockwell, esta estrategia a menudo conduce a una traición de los principios libertarios, comprometiendo los derechos de propiedad privada y el libre mercado. La experiencia surcoreana ejemplifica estos peligros de forma particularmente cruda, moldeada por la dinámica única del paisaje político del país.
En Corea del Sur, los libertarios del Beltway se han aliado con las fuerzas conservadoras, arraigadas en el legado de regímenes militares autoritarios que en su día defendieron un desarrollismo dirigido por el Estado al estilo de Stalin. Estos libertarios han llegado a rehabilitar a figuras como Syngman Rhee, Park Chung-hee y Chun Doo-hwan —líderes cuyas políticas económicas eran intervencionistas y contrarias al mercado. Han dado cobertura ideológica a los conservadores autoritarios, abogando incluso por políticas contrarias a la libertad.
Quizás el ejemplo más atroz fue su campaña para nacionalizar la publicación de libros de texto de historia para las escuelas públicas, argumentando que el mercado de dichos libros de texto había experimentado un «fallo de mercado». Algunos libertarios de Beltway llegaron a afirmar que el propio Ludwig von Mises habría apoyado tal intervención. Esta tergiversación de las ideas de Mises ha distorsionado su legado en Corea del Sur, presentándolo como un defensor de la dictadura desarrollista dirigida por el Estado en lugar de como un defensor del libre mercado y la libertad individual.
El punto final lógico de esta distorsión fue el ascenso de un líder autoproclamado «libertario» que justificó un golpe militar en nombre de la defensa de la libertad, una trágica ironía para los libertarios.
Consecuencias para la política surcoreana
Es probable que las consecuencias del golpe de Yoon cambien radicalmente el panorama político surcoreano. En un sistema bipartidista como el surcoreano, los principales partidos conservadores suelen servir de contrapeso a las fuerzas de izquierda, defendiendo al menos nominalmente las políticas de mercado. Pero ahora que el movimiento conservador está desorganizado, la izquierda política está dispuesta a dominar en el futuro inmediato.
Este cambio se produce en un momento precario para Corea del Sur, que se enfrenta a un descenso de la natalidad, un lento crecimiento económico y otros problemas sociales. Sin una alternativa creíble orientada al mercado, Corea del Sur puede encontrarse en una trayectoria irreversible de declive.
La solución reside en un retorno a los principios libertarios genuinos, tal y como los articularon Ludwig von Mises, Murray Rothbard y Hans-Hermann Hoppe. Sin embargo, las perspectivas de este renacimiento son escasas. La distorsión de la economía austriaca por parte de los libertarios de Beltway ha empañado la marca libertaria en Corea del Sur, equiparándola con las políticas autoritarias y fracasadas del establishment conservador. La percepción pública asocia ahora el libertarismo con los excesos de un régimen caído en desgracia, lo que hace aún menos probable su aceptación.
Lecciones para los libertarios de todo el mundo
La experiencia coreana nos recuerda crudamente los peligros del compromiso. Rothbard y Mises advirtieron sistemáticamente contra las alianzas con intereses creados que erosionan los valores libertarios fundamentales. La crisis coreana ilustra que incluso un solo paso en contra de los derechos de propiedad privada y el libre mercado puede tener consecuencias catastróficas. Aunque los contextos políticos varían de un país a otro, el principio sigue siendo universal: la libertad no puede prosperar cuando los principios se sacrifican por conveniencia.
Cuando los libertarios reflexionan sobre este caso, el mensaje es claro: el camino hacia la libertad no está en el compromiso, sino en la firme adhesión a los ideales de la libertad individual, la propiedad privada y el libre mercado. Todo lo que no sea eso corre el riesgo de socavar los propios cimientos de la libertad.