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La financiación anónima de la derecha académica: William Volker y Henry Earhart

Uno de los principios fundamentales de la economía de libre mercado es el principio la responsabilidad personal. Las personas son responsables de sus propios actos.

Esto es verdad no solo en el ámbito del propio mercado libre. También se aplica al ámbito de las organizaciones sin ánimo de lucro, como iglesias, fundaciones e instituciones de caridad de todo tipo. Aunque no hay desarrollada una teoría económica asociada con las organizaciones sin ánimo de lucro, porque sin el proceso de mercado no hay sanciones impuestas por los consumidores, las personas que toman una decisión de asignar dinero son sin embargo responsables de sus acciones.

En la historia, tanto del movimiento conservador como del movimiento libertario, tras la Segunda Guerra Mundial no hubo casi defensores de un proceso de libre mercado sin restricciones. La defensa de la propiedad privada había quedado en la cuneta durante la Gran Depresión. Así era en todo el mundo. Era la época en la que los gobiernos centrales del mundo empezaban a interferir con el proceso de mercado, gravando y regulando el proceso en nombre del pueblo.

Hubo unas pocas excepciones. En Gran Bretaña estuvo F. A. Hayek. En Estados Unidos estuvo Henry Hazlitt, que escribía para el New York Times. El libro de Hayek, Camino de servidumbre, aparecía en 1944. El libro de Hazlitt, La economía en una lección, aparecía en 1946. El libro de Ludwig von Mises, Socialismo (1922), se publicó en inglés en Gran Bretaña en 1936. Era casi desconocido en Estados Unidos hasta que Hazlitt lo reseñó en el New York Times (el 9 de enero de 1938). La Segunda Guerra Mundial empezó en Europa el 1 de septiembre de 1939. La guerra borró todo recuerdo de Mises en el mundo académico. Huyó a Estados Unidos en 1940. Vivió de la caridad de sus amigos hasta que se creó la Fundación para la Educación Económica en 1946. En algún momento, la FEE empezó a proporcionarle un mínimo salario.

He escrito acerca de la financiación de Mises en Estados Unidos a partir de 1946. Cuando fue a la facultad como profesor visitante sin salario en la Escuela de Grado de Negocios de la Universidad de Nueva York, había al menos financiaciones unitarias de cinco fundaciones sin ánimo de lucro. Dos de ellas eran fundaciones hermanas: la Fundación Relm y la Fundación Earhart. La tercera era el fondo William Volker. No conozco los nombres de las otras dos. Esto se descubrió en una entrevista de 2008 de Richard Ware, que estaba en puestos directivos tanto en la Fundación Relm como en la Fundación Earhart durante casi 30 años, a partir de 1954. Se convirtió en presidente en 1971. Se jubiló en 1984.

Financiación anónima

Tres hombres fueron cruciales en el auge de los movimientos intelectuales de posguerra del conservadurismo y el libertarismo. No buscaban publicidad: William Volker, su sobrino Harold Luhnow y H. B. Earhart.

Volker no participó activamente en esta financiación. Murió en 1947. En ese año, su sobrino Harold Luhnow asumió las organizaciones de caridad de Volker en Kansas City, Missouri. Fue el responsable de transformar la fundación hacia el apoyo a los investigadores e investigadores en formación del libre mercado. A través de la National Book Foundation, daba libros de mercado libre a las bibliotecas universitarias. Por suerte hay una entrada en Wikipedia sobre él. Hay una breve entrada sobre Henry Boyd Earhart. No hay casi ningún rastro en línea de Relm (no de la Fundación Relm).

La historia del Fondo Volker se conoce mejor que las de Earhart o Relm. Un exempleado del Fondo Volker, Richard Cornuelle, escribió un libro sobre Volker en 1951: Mr. Anonymous. El Fondo Volker se explica en el libro de Brian Doherty, Radicals for Capitalism.  La Fundación Earhart tiene cuatro referencias en relación con la financiación de la Fundación para la Educación Económica. Relm tiene una referencia en una frase.

En términos de financiación del movimiento conservador, Earhart y Relm fueron mucho más importantes que el Fondo Volker. El Fondo Volker se centraba en el libertarismo. Lo mismo pasaba con la Fundación para la Educación Económica. Earhart y Relm apoyaban a intelectuales de ambos movimientos.

Hay una lista de receptores de las Becas Earhart. Esa lista es virtualmente desconocida para el público general. Yo fui becario de Earhart durante dos años a finales de la década de 1960 y solo recibí una copia de esta lista hace dos semanas. No conocía su existencia. En mi opinión, la historia del movimiento intelectual conservador en Estados Unidos tendría que incluir al menos un capítulo sobre las Becas Earhart., la Becas Weaver y el impacto que tuvieron estos receptores sobre el movimiento.

Hay un excelente resumen breve de H. B. Earhart y la Fundación Earhart en First Principles. Se publicó en 2011. Fue escrito por Lee Edwards, el activista e intelectual conservador. Está aquí. Earhart hizo su fortuna en el sector petrolífero: White Star Refining. Hoy es parte de Exxon Mobil. Se jubiló en 1932. Edwards continúa:

Earhart dedicó las últimas dos décadas de su vida a la filantropía y a las fundaciones Earhart y Relm. La Fundación Earhart, fundada en 1929, era una fundación “familiar” que concentró inicialmente su apoyo en causas religiosas y de caridad. Pero pronto amplió su misión para incluir investigación y educación para el liderazgo, lo que “eliminaría” los males sociales en lugar de simplemente “aliviar los resultados de los males sociales”.

En 1949, en respuesta a lo que Harry Earhart consideraba crecientes amenazas al sistema de libre empresa y “el gran legado estadounidense”, se reorganizó su fundación, destacando ahora el apoyo a la investigación sobre la libertad económica como una condición necesaria para una sociedad verdaderamente libre. El año siguiente se creó la Fundación Relm, con una vida corporativa de 20 años y una misión similar. Con los mismos fideicomisarios y personal, las dos fundaciones solo diferían en sus actividades, con Earhart concediendo las Becas H. B. Earhart y Relm siendo responsable de casi todos los programas. En 1977, los fideicomisarios de Relm liquidaron la fundación y transfirieron todos sus activos restantes a la Fundación Earhart para implantar los objetivos filantrópicos de H. B. Earhart.Cita a Richard Ware, un personaje importante en ambas fundaciones después de 1971.

En sus primeros tiempos, Earhart y Relm “estuvieron casi solas” en su patronato del movimiento conservador. Ayudaron a miembros de los tres grupos que constituían entonces ese movimiento: los anticomunistas de la Guerra Fría, los conservadores culturales y los economistas de libre mercado. Sin embargo, como señalaba Richard Ware, presidente durante mucho tiempo de la Fundación Earhart, Earhart y Relm trabajaban con personas y organizaciones “externas”, compartiendo “parte, pero no todo, de la filosofía conservadora”. Becas de alta calidad y una voluntad de permitir “que pase lo que tenga que pasar” han sido las características de las recomendaciones del personal y las decisiones de los fideicomisarios

El ejemplo clásico de esto fue el premio de una beca Earhart para un estudiante de grado marxista de la Universidad de Chicago, Thomas Sowell. Su patrocinador era el mentor de Sowell, George Stigler, que posteriormente ganó el premio Nobel. Según una entrevista con Ware, Stigler dijo a este que Sowell era demasiado inteligente como para seguir siendo marxista. Tenía razón.

Entre los apoyados por Relm-Earhart a lo largo de décadas ha habido seis premios Nobel de economía: F. A. Hayek, Milton Friedman, George J. Stigler, James M. Buchanan, Ronald H. Coase y Gary Becker. Desde principios de la década de 1950, más de 2.500 estudiantes de grado han recibido ayuda como becarios H. B. Earhart. En el campo de la filosofía política, el apoyo se extendió a Leo Strauss y Eric Voegelin. En asuntos internacionales, se financió el trabajo de Peter Bauer, junto con instituciones como la Sociedad Mont Pelerin y el Instituto de Asuntos Económicos en Londres.

Yo recibí becas Earhart en 1966-67 y 1967-68.

En 1964, Earhart empezó a financiar las Becas Weaver, que se concedían a estudiantes de grado por el Intercollegiate Studies Institute, que había sido fundado en 1953 por William F. Buckley, el libertario Frank Chodorov y Vic Milione como Intercollegiate Society of Individualists. Fui becario Weaver en 1969-70.

Becarios Earhart y curva de Pareto

He mirado por encima la lista de receptores de estas becas. Es una lista de 519 páginas. Hay entre seis y siete receptores por página. El resto de la información en las páginas incluye quiénes los patrocinaban, dónde estaban estudiando y cuándo recibieron sus doctorados. Me parece interesante que la información sobre mí era incorrecta en dos sentidos. Primero, me incluyen como estudiante de economía. Es comprensible, pues fui recomendado por dos economistas distintos. Era estudiante de historia. Segundo, me listan obteniendo mi doctorado en 1971. Lo obtuve en 1972.

Lo que me sorprendió mientras leía la lista fue esto: Había oído hablar de pocos de los receptores. Había aproximadamente 3.000. Leí durante páginas sin reconocer ningún nombre. En parte, esto se debe a mi falta de familiaridad con las salidas de las disciplinas académicas.

No es una crítica a los receptores. Es un ejemplo más de algo similar a la ley de la distribución de Pareto. En cualquier lista de personas, en torno al 20% de ellos generará el 80% de la producción. Aproximadamente el 4% generará aproximadamente dos tercios de la producción. Menos del 1% generará la mitad de la producción. Esto pasa en todos los campos. Lo encontramos en la distribución de la riqueza y las rentas en todos los países.

Esto me recordó el hecho inevitable de que la mayoría de lo que entregan las organizaciones de caridad producirá pocos resultados visibles. Pocos programas producirán la mayoría de los resultados. Esta desigualdad es básica al menos para la existencia humana y posiblemente más allá en la naturaleza. A los intelectuales no les gusta hablar de ello, porque no pueden explicarlo. Pero el fenómeno existe.

El empacho de doctorados apareció en 1969. Los administradores académicos sabían que iba a llegar al menos desde hacía cinco años. Lo había advertido el presidente de la Universidad de California, Clark Kerr. Otro administrador importante que lo había visto venir en las disciplinas científicas fue Allan Cartter, el presidente de la Universidad de Nueva York. Después de 1968, se hizo cada vez más difícil, salvo para los graduados de programas de doctorado en las mejores universidades que no tuvieran los mejores contactos, conseguir empleos de enseñanza en universidades, especialmente plazas permanentes.

Muy pocos investigadores con doctorado publicaron algo, salvo tal vez un artículo en la revista relacionado con su tesis. Pueden conseguir una editorial universitaria para publicar una visión modificada de la tesis. Después de eso, su influencia no se extiende más allá del aula.

Conseguir publicar en revistas que se dirijan a conservadores y libertarios siempre es difícil. Se está facilitando con el desarrollo de la World Wide Web, pero esto es algo reciente. Así que la mayoría de los receptores de las becas Weaver y Earhart desaparecieron de la visión del público. Enseñaron y enseñan en universidades y supuestamente tienen influencia sobre aproximadamente el 20% de los alumnos que estudiaron con ellos.

El aprovechamiento de estas becas siempre ha provenido de un puñado de receptores que han sido capaces de encontrar editores que publicaran al menos parte de su material. Algunas de estas revistas las leen legos inteligentes. Un artículo publicado en una revista de investigación apenas lo lee alguien. Los suscriptores no leen la mayoría de ellos. En una conferencia de la Sociedad Philadelphia en Chicago en 1974, Stigler, en el turno de ruegos y preguntas, se puso en pie delante de los investigadores reunidos e hizo esta pregunta retórica: “¿Por qué no encuentro ningún artículo que merezca la pena leer en las revistas académicas?” Yo estaba ahí. Fue una reunión memorable por esta declaración. Robert Nisbet me contaba a finales de la década de 1970 que había dejado de leer revistas profesionales en el campo de sociología años antes.

Recibí mi primera beca Earhart en otoño de 1966. En febrero de 1967 se publicó mi primer artículo en The Freeman. En dinero de Earhart a lo largo de esos dos años me ayudó a financiar indirectamente mi primer libro, Marx’s Religion of Revolution, que apareció en 1968. Fue debido a ese libro por lo que conseguí una Beca Weaver en 1969, Había solicitado la beca en 1968, antes de que se publicara el libro, y no la había conseguido.

Richard Ware había apostado por mí en 1966. Había confiado en la opinión de mi patrocinador, el economista Donald Kemmerer. Mirando atrás, no recuerdo cómo entré en contacto con Kemmerer. Debería, pero no. De alguna manera, también confió en mí.

Por eso invertir dinero en jóvenes investigadores es algo verdaderamente incierto. No hay manera de saber por adelantado qué becario generará cambios de mentalidad. Todo lo que puede hacer el comité es esperar lo mejor. Luego pasa a funcionar la ley de los grandes números. Algunos de estos becarios pasarán a ser enormemente productivos. Cambiarán muchas mentalidades. Salomón daba este consejo hace 3.000 años: “Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás” (Eclesiastés, 11:1). Echamos nuestro pan ( nuestras semillas) con fe.

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