En los días y semanas posteriores a la caída del Muro de Berlín hacia finales de 1989, los alemanes occidentales vieron algo muy curioso: los residentes en Alemania Oriental, por fin capaces de viajar un poco, inundaron las calles y carreteras occidentales con sus Wartburg y Trabant. Como tantos vehículos fabricados en Europa Oriental y la Unión Soviética durante los tiempos del comunismo, eran un retroceso a tiempos pasados del automóvil europeo de posguerra.
Los Wartburg y Trabant fueron objeto de una especial curiosidad. Tenían motores de tres cilindros y dos tiempos que producían al tiempo grandes cantidades de humo y ruido en sus tubos de escape y los alemanes orientales que querían uno tenían que esperar una media de 12-15 años para la entrega. Como cabría esperar, los coches eran cuadrados, lentos, poco confortables y propensos a las averías, pero en la Alemania Oriental de 1989, al menos no estaban obsoletos. En Occidente era completamente diferente, ya que este tipo de coches hacía tiempo que se habían “remplazado” por vehículos que funcionaban mucho mejor que sus equivalentes fabricados por comunistas.
Socialistas y críticos del mercado afirman que uno de los males del capitalismo es que promueve la “obsolescencia programada”, que, según el sito de noticias AFP, “es una práctica comercial ampliamente criticada en la que los fabricantes incluyen la expiración de sus productos de forma que los consumidores se verán obligados a remplazarlos”. La idea subyacente es sencilla, lógica… y en buena parte errónea.
La gente que cree en la obsolescencia programada como una herramienta para “obligar” a los consumidores a remplazar los modelos actuales comprando nuevos parece adoptar la creencia en que la única razón por la que una empresa presenta nuevas características en sus productos a lo largo del tiempo sería hacer inútiles los modelos actuales en un periodo corto de tiempo. Por ejemplo, muchos hechos comprado computadoras portátiles sabiendo que en menos de un año los nuevos modelos tendrán nuevas características o tendrán un mejor rendimiento del que acabamos de comprar. En menos de un año, tendremos que elegir entre aferrarnos a lo que ya tenemos (al menos por un tiempo) o comprar una nueva máquina.
Hay muchas razones por las que las empresas están en una situación constante de desarrollo y no son perversas, a pesar de lo que puedan afirmar los críticos de izquierdas. Por desgracia, a veces acusaciones mal dirigidas pueden llevar a consecuencias graves.
Apple admitía recientemente que había “ralentizado intencionadamente” algunos de sus modelos iPhone más antiguos, ostensiblemente para “animar” a la gente a comprar nuevos productos. En respuesta, fiscales en París han empezado una investigación a Apple para ver las acciones de la empresa merecen acusación e incluso acusaciones penales para algunos de sus directivos. Sin embargo, como explica un sitio web, la razón para la ralentización era técnica, no comercial:
Probablemente hayáis oído que Apple ha ralentizado intencionadamente algunos de sus modelos más antiguos de iPhone, como habían estado diciendo algunos teóricos de la conspiración todos estos años. Es verdad y Apple lo ha admitido. Pero la empresa no está ralentizando los iPhones para convencerte de que cambies a un modelo más nuevo. Por el contrario, es para prevenir caídas inesperadas en dispositivos antiguos operando a la máxima potencia. Aunque sí, estaría de acuerdo en que algunas personas pueden sencillamente decidir actualizar sus iPhones a un modelo mejor en lugar de usar un dispositivo más lento.
De hecho, Apple incluso ha fabricado una nueva batería disponible para usuarios de iPhones antiguos y, por 29$, es considerablemente más barata que un teléfono nuevo. A pesar de todo, continúan las acusaciones de que Apple “planeaba” hacer obsoletos los antiguos iPhones para vender más, igual que Ralph Nader hace más de 50 años acusaba a los fabricantes de automóviles de EEUU de “obsolescencia programada” para “obligar” a los estadounidenses a comprar coches nuevos.
No es sorprendente que el análisis económico sí responda a preguntas lanzadas por aquellos convencidos (o que tratan de convenceros al resto) de que el capitalismo no solo desperdicia, además de estar construido sobre el racismo y la esclavitud, sino asimismo de que genera la creación de bienes inferiores que la gente no compraría por sí misma si los capitalistas en connivencia no le forzaran en la negociación. La primera réplica viene de los economistas Armen Alchian y William Allen, que señalaban que la “obsolescencia programada” para conseguir más ventas sería una política autodestructiva.
Apuntando al análisis financiero, los autores escribieron en su texto Exchange and Production: Competition, Coordination, and Control que un menor valor de reventa de un bien generará un precio menor para un bien nuevo. La depreciación rápida también significa que su precio o, en términos financieros, “valor presente” será menor del que tendría si el precio esperado de reventa del bien fuera más alto. En otras palabras, los productores que simplemente cambian partes componentes o se aseguran de que su producto perderá rápidamente utilidad no solo perderán rentabilidad ante una venta, sino que también se arriesgarán a perder clientes ante empresas que fabriquen productos que duren más.
A pesar de las acusaciones de Nader, si la obsolescencia programada fuera realmente el objetivo de las empresas automovilísticas, entonces los coches hoy no durarían mucho más que hace medio siglo y funcionarían aún peor que antes. En la década de 1960, era raro el automóvil que podía circular 100.000 millas sin reparaciones importantes. Yo aprendí a conducir en 1969 en un Pontiac Tempest de 1967, que tenía un cambio Hurst de tres marchas en el suelo y un carburador de cuádruple cuerpo. (No era un GTO, pero era divertido de conducir).
Conseguimos hacer con él unas 100.000 millas, pero eso implicó reconstruir dos veces el motor y hacer varias reparaciones importantes más. Comparemos eso con la furgoneta Honda Odyssey 2002 que conducía hasta el verano pasado. Tenía casi 330.000 millas sin ninguna preparación importante del motor o la transmisión. Todavía estaría conduciéndola si mi hija menor no hubiera abollado el bastidor cuando atropelló a un ciervo en nuestra carretera.
Estoy seguro de que a los líderes de Honda les habría encantado que comprara un Honda nuevo antes, pero si hay que creer la llamada “obsolescencia programada”, habría parecido que, con el paso del tiempo, Honda y otros fabricantes de automóviles estarían fabricando coches que continuarían averiándose después de llegar a las 100.000 millas. Por el contrario, los dueños de automóviles esperan que sus vehículos duren mucho más de 100.000 millas y para algunos automóviles, como los Volvo, la longevidad es parte de sus argumentos de venta. No es sorprendente que coches como Volvo y BMW, de los que se espera que funcionen bien durante muchos años, se vendan con precios superiores a los de otros automóviles.
(Nos damos cuenta de que un coche de GM, que tiene una expectativa menor de vida que un Volvo no es un sustitutivo perfecto de ese vehículo y de que los Volvo tienen características que no se encuentran fácilmente en la mayoría de los automóviles de GM o Ford o los importados más baratos, como Kia o Hyundai. A pesar de todo, es compatible con los principios de la economía y las finanzas de que los precios relativamente altos de reventa de estos coches también reflejan sus altos precios como coches nuevos).
¿Se aplican los mismos principios a los teléfonos móviles o las computadoras portátiles? Claro que sí. En las últimas décadas, hemos visto caer rápidamente los precios de la informática al mejorar exponencialmente la tecnología que la soporta. Por poner esto en perspectiva, en 1982 mi difunto padre compró una computadora Digital de dos discos con 64K de memoria y una pantalla en blanco y negro que usaba un sistema operativo CP/M, junto con una impresora matricial, todo por 4.000$. Eso son aproximadamente 10.500$ en dólares actuales.
Una búsqueda reciente en Amazon encuentra una computadora portátil nueva con impresora, muy superiores en rendimiento a cualquier cosa que mi padre pudiera haber comprado en 1982, por unos 500$. Los productos disponibles son enormemente superiores incluso para portátiles e impresoras en venta hace cinco años.
Nadie argumentará que los consumidores están peor porque ya no pueden usar los grandes discos blandos o incluso los más pequeños discos HD en los que almacenaba mi tesis doctoral en 1999. Los cambios en la tecnología informática a lo largo del tiempo han hecho a los modelos viejos tan obsoletos como la inyección de combustible ha hecho de los carburadores historia antigua del automóvil, pero los investigadores públicos ahora están investigando a General Motors porque no se pueden usar los mismos filtros de aire en un Chevrolet Camaro de 2018 que llevaba un modelo de 1968 del mismo vehículo.
Todo esto nos devuelve a los automóviles de Alemania Oriental que empezaron a pasar a Alemania Occidental a finales de 1989. No había mucha diferencia entre las versiones de 1989 y 1959: las primeras versiones no eran muy distintas de los famosos “escarabajos” de Volkswagen que querían emular las autoridades de Alemania Oriental. Sin embargo, para cuando se vino abajo el Muro de Berlín, los coches comunistas hacían que el Modelo T pareciera fiable y cómodo.
Si se llevara la lógica de las autoridades de París hasta su conclusión lógica, todo fabricante de automóviles fuera de los antiguos países comunistas estaría bajo investigación penal. De hecho, cualquier fabricante de cualquier bien que use tecnología cambiante y cuyos productos mejoren con el tiempo puede ser acusado de aplicar “obsolescencia programada”.
El que el propio concepto de “obsolescencia programada” no tenga sentido económico y sea poco más que una excusa para los agentes públicos para acosar (y abatir) a los empresarios innovadores no significa nada para el gobierno, los medios de comunicación y las élites intelectuales. Eso no debería ser una sorpresa, dado que las mismas élites durante décadas han afirmado que el sistema que dio a la gente automóviles Wartburg y Trabant es superior en todos los sentidos a los “horrores” de la propiedad privada y los mercados libres.