Durante décadas, Ludwig von Mises (1881–1973) fue el principal portavoz de la Escuela Austriaca de economía. Defensor de los mercados libres y crítico de la interferencia pública, defendió la cooperación pacífica y voluntaria. Siempre que pudo, habló a favor de la libertad individual. Aun así, creció en Europa cuando el socialismo estaba en auge y la gente quería que se regulara a los capitalistas con «ganancias excesivas», que «explotaban» a los trabajadores. ¿Cómo adquirió Mises, escolarizado en un entorno así, ideas de libre mercado?
Mises nació en la Austria-Hungría anterior a la Primera Guerra Mundial y creció en Viena. De joven, Ludwig indudablemente tuvo un sano interés por la diversión y los juegos, pero también era un concienzudo estudiante. Con siete años, ya leía periódicos y coleccionaba ediciones extra de periódicos. Su primer interés fue la historia. Pero cuando leyó los Principios de economía política (1871) de Carl Menger y descubrió la teoría de la utilidad marginal subjetiva, se dio cuenta de que la economía no era historia, sino una ciencia de razón y lógica. Como escribió más tarde Mises, Menger hizo de él un economista.
Estando aún en el Gymnasium, el equivalente al instituto, el joven Ludwig adoptó un lema de Virgilio: «No te rindas ante el mal, sino combátelo siempre con coraje». La explicación de Menger de que los valores subjetivos guían las acciones de los individuos permitió a Mises darse cuenta de que el «bien», por el que lucharía «con coraje», era lo que promoviera la libertad de los individuos para lograr sus valores subjetivos. Y cualquier cosa que impidiera a las personas perseguir sus objetivos personales elegidos subjetivamente era el «mal» ante el que rechazaría rendirse. Así que una comprensión de la teoría subjetiva del valor hizo a Mises un defensor de la libertad individual.
Darse cuenta de que las acciones de todos estaban siempre guiadas por sus valores subjetivos, permitió a Mises explicar todos los fenómenos económicos como consecuencia de su intento, como decía Mises, de «aliviar alguna incomodidad sentida». Precios, salarios, división del trabajo, trueque, medios de intercambio, comercio, tipos de interés, incluso los propios mercados, evolucionan a medida que las personas actúan, se adaptan y readaptan como mejor les parece dadas las circunstancias, cada uno esperando alcanzar sus diversos objetivos personales. Así que los fenómenos subjetivos que suponemos como «dados y sobre los que basamos nuestras acciones son la consecuencia no pretendidas de incontables acciones voluntarias de individuos».
Una vez pregunté a Mises con qué idea original había contribuido. Su respuesta: «Todo lo que he escrito y dicho lo aprendí de otro». Es verdad, sin duda. Pero el genio de Mises, como el de un inventor o emprendedor, reside en crear algo nuevo y original desarrollando más algo ya conocido. Al añadir algo a teorías anteriores, hizo al menos tres grandes contribuciones. Primero, desarrolló la economía como ciencia lógica y la integró con todo el resto del conocimiento. Segundo, apuntó que una teoría socialista, sin dueños de propiedad privada compitiendo entre sí, no podría descubrir dónde, cuándo y cómo utilizar mejor la propiedad en la producción. Y tercero, razonando a partir de la teoría de Knut Wicksell de que un «tipo natural de interés» prevalece en el mercado entre posibles prestadores y prestatarios, Mises explicaba el ciclo económico como debido a tasas de interés forzadas artificialmente a la baja, distorsionando el «tipo natural de interés», perturbando el mercado del préstamo y causando altivos empresariales extendidos.
Al darse cuenta de que todos los individuos, siempre y en todo lugar, actúan basándose en sus valores subjetivos, Mises explicaba no solo fenómenos económicos, sino también cómo las personas se adaptan y ajustan cuando fuerzas fuera del mercado perturban y distorsionan este. Así que Mises creó a partir de la teoría del valor subjetivo y le añadió conocimiento. ¡Ese fue el genio de Mises!