Ludwig von Mises y F.A. Hayek, dos de los economistas más conocidos de la escuela austriaca en el siglo XX, pueden haber seguido la misma escuela de pensamiento, pero diferían enormemente en su trabajo. En la consideración de la acción humana, los dos hombres diferían en su metodología: Mises abogaba por un uso puro de la razón a través de la praxeología, y Hayek, en cambio, defendía el método compositivo.
En lo que respecta al proceso de mercado y a la iniciativa empresarial, las opiniones de Mises y Hayek no sólo son diferentes, sino opuestas. Hayek, en sus artículos «Economía y conocimiento» y «El uso del conocimiento en la sociedad», destacaba el papel del conocimiento en el proceso social y cómo el sistema de precios es una institución que difunde información sobre los mercados. Mises, por su parte, afirmaba que lo importante no son los precios realizados en el pasado, sino los precios futuros que orientarán las decisiones, los planes de acción y la asignación de recursos.
Evidentemente, las discrepancias en las opiniones de Mises y Hayek sobre el mercado guiaron sus diferentes posturas sobre el socialismo. Hayek hizo hincapié en el problema del conocimiento, señalando que existe un tipo de conocimiento relacionado con circunstancias particulares que no puede centralizarse. Por el contrario, Mises, como expuso Joseph T. Salerno en sus artículos «Ludwig von Mises as a Social Rationalist» y «Reply to Leland B. Yeager on ‘Mises and Hayek on Calculation and Knowledge‘», concebía que, aunque todo el conocimiento pudiera centralizarse, persistiría un problema en el cálculo económico, ya que la acción humana está orientada al futuro y el mundo social se construye a través de acciones individuales soberanas y subjetivas que miran al futuro.
Mientras que Hayek consideraba que los cambios y las diferencias de precios eran la fuerza que guiaba los cambios y el comportamiento económicos, Mises destacaba el papel del cálculo empresarial. Con Hayek, los individuos no son actores sino reaccionarios a la información dictada por los precios. Mises, sin embargo, escribió que los empresarios son la fuerza motriz de la economía. Sin derechos de propiedad ni emprendimiento, es imposible asignar los recursos de forma eficiente. En una economía de planificación centralizada, todas las decisiones son arbitrarias y no siguen criterios económicos.
Las diferencias se acentúan cuando se examina el modo en que Mises y Hayek analizan las instituciones. Para Hayek, las instituciones (u órdenes espontáneos) se desarrollan en un largo proceso apenas comprensible como resultado de la acción humana, pero no del diseño humano; la gente acepta y sigue las instituciones de forma automática y no reflexiva. Mises, sin embargo, creía que las instituciones proceden de la comprensión, la reflexión y la deliberación humanas. Las instituciones no surgen mágicamente y sin comprensión humana. Los individuos forman parte del desarrollo institucional, y cada acción formará parte del cambio institucional.
Como señaló Salerno, cuando Mises explicó la aparición de la familia moderna, afirmó una perspectiva de acción. Los individuos ven otras familias, sus beneficios, y deciden formar sus propias familias con sus parejas. No afirman pasivamente que las familias son una institución dada que surgió con el tiempo y que, por tanto, hay que seguir. Para Mises, los individuos son actores activos; para Hayek, los individuos son reactores pasivos.
Para Mises, la ideología desempeña un enorme papel en cualquier aspecto social. Los individuos no se limitan a reaccionar a los cambios de precios como árbitros, sino que, con sus valores, crean el futuro. Creencias, valores, prejuicios y concepciones guían las decisiones y acciones humanas. Para Mises, las perspectivas sociales erróneas pueden tener efectos perniciosos, obstaculizando la libertad, la propiedad y el desarrollo económico. Y ésa es precisamente la relevancia de la difusión de buenas ideas que guíen las acciones éticas, el respeto por la propiedad y la libertad de los demás y, posteriormente, la evolución de la sociedad y la economía de una nación.
Al surgir sin deliberación, las instituciones no son órdenes espontáneos. Las instituciones son órdenes orgánicos, construcciones ascendentes a lo largo del tiempo que dependen de las decisiones humanas, de la reflexión humana sobre el proceso social y de la comprensión timológica del comportamiento de los demás. Un conjunto erróneo de creencias no sólo obstaculizaría el desarrollo económico y social, sino que podría, de hecho, destruir la coordinación social.
Esa es la situación a la que se enfrenta ahora la sociedad occidental. El posmodernismo, el relativismo y el progresismo son creencias erróneas (como expliqué en mis artículos anteriores) que están perturbando el proceso y la coordinación social. Son un conjunto de creencias que distorsionan la interpretación de los fenómenos sociales, asumiendo un enfoque constructivista de la realidad. Los individuos con tales creencias no son individuos sino armas para una pretendida revolución a través del choque de géneros, razas, clases y similares.
En este escenario, hay que destacar la posición de Mises. Estas ideologías contemporáneas que obstaculizan las acciones éticas llevan décadas destruyendo las instituciones. La gente está tomando decisiones erróneas, y no debemos quedarnos sentados, esperando una corrección de planes a largo plazo. La gente está reflexionando sobre los hechos y eligiendo a propósito direcciones equivocadas al seguir su marco de análisis.
La civilización no debe confiar en un proceso hayekiano de selección a largo plazo en el que los planes y las acciones se corrijan mágica y pasivamente. No sucederá y, mientras tanto, el progreso se verá obstaculizado al verse atacados el emprendimiento y el proceso de mercado.
Para salvar a la civilización occidental de un destino trágico, los individuos deben defender las ideas que apoyan la libertad individual, los derechos de propiedad individual y la iniciativa empresarial individual. Los individuos deben participar en el proceso social, denunciando y combatiendo los efectos maliciosos de las ideologías contemporáneas.
Los individuos deben abandonar sus espacios seguros en los que se limitan a su vida privada y formar parte de un proceso en el que se combate el colectivismo, el intervencionismo y el socialismo. El lema de Mises, de la Eneida de Virgilio, lo expresa perfectamente, Tu ne cede malis, sed contra audentior ito, que significa «No cedas al mal, sino procede cada vez más audazmente contra él».