Los fines principales de las incorrectamente llamadas “políticas monetarias no convencionales” son devaluar la moneda, avivar la inflación y hacer más competitivas las exportaciones. Imprimir dinero pretende resolver desequilibrios estructurales haciendo más débiles las divisas.
En esta carrera hacia la nada en las guerras monetarias globales, hoy los bancos centrales están “imprimiendo” más de 200.000 millones de dólares mensuales a pesar de que la crisis financiera pasó hace mucho tiempo.
En las guerras monetarias nadie admite está librándolas, sino que todos quieren luchar en secreto. El objetivo es promover las exportaciones a costa de los socios comerciales.
La realidad demuestra que las guerras monetarias no funcionan, ya que las importaciones se hacen más caras y otras economías abiertas se convierten en más competitivas mediante la tecnología. Pero a los bancos centrales les siguen gustando las divisas débiles: ayudan a evitar decisiones duras de reforma y crean una transferencia de riqueza de ahorradores a deudores.
El alza del euro
¿Cómo deben sentirse entonces los funcionarios del Banco Central Europeo (BCE) cuando ven el alza del euro frente al dólar de EEUU y todas las divisas de los países con los que comercia habitualmente en más de un 12% en un año, a pesar de toda la palabrería sobre más flexibilización? El BCE seguirá comprando 60.000 millones de euros en bonos mensualmente, manteniendo su política de tipos cero de interés y sosteniendo este “estímulo” todo el tiempo necesario hasta que el crecimiento de la inflación y el crecimiento del PIB sean estables.
Sin embargo, contrariamente a los deseos del BCE, un euro fuerte está justificado por varias razones. Primero, el superávit comercial de la Unión Europea está en máximos históricos y el 75% del comercio de la Eurozona se realiza entre países de la Eurozona. Las mayores exportaciones y la continua recuperación de la demanda interna en los países europeos miembros fortalecen al euro.
La tercera razón es la percepción de debilidad del gobierno de EEUU y su incapacidad de impulsar reformas clave. Esto ha debilitado al dólar y por definición fortalecido a las otras dos grandes divisas comerciales, el euro y el yen japonés. El segundo factor importante es el alza por el alivio después de las elecciones francesas y holandesas. El miedo a una ruptura del euro se ha eliminado o al menos retrasado, al haber ganado partidos políticos a favor de la UE.
Los problemas de un euro fuerte
Sin embargo, un euro fuerte tiene implicaciones muy importantes para la economía de la UE y la política del BCE.
El euro fuerte pone en riesgo las exportaciones hacia sus principales socios comerciales en el exterior: Estados Unidos (20,8% de exportaciones en 2016) y China (9,7%). A pesar de la política monetaria extremista del BCE y un euro cotizando casi a la par con el dólar, las exportaciones a países fuera de la UE se han detenido desde 2013. Las estimaciones de crecimiento del PIB están cayendo debido a una menor contribución de las exportaciones netas.
La divisa también tiene un alto impacto en los ingresos fiscales en Europa. La correlación entre el tipo de cambio euro-dólar y las ganancias estimadas de las mayores multinacionales representadas en el índice Stoxx Europe 600 es muy alta.
Según nuestras estimaciones, un aumento del 10% del euro con respecto al dólar es equivalente a una caída de 8% en las ganancias y lleva a menores ingresos en el impuesto a las empresas. Desde una perspectiva de inversión, al caer las ganancias la bolsa europea pasa de ser relativamente barata a convertirse en más cara.
Inversores y economistas tienen que prestar atención a estos factores. Si el euro continúa fortaleciéndose, la recuperación económica de la UE estará en riesgo. Así que la Eurozona está atrapada entre la espada y la pared. No puede detener el estímulo, porque los gobiernos que están gastando en déficit no pueden soportar costes financieros más altos, y aumentar el estímulo para debilitar la moneda simplemente ha dejado de funcionar.
La única salida son las reformas estructurales, pero la mayoría de los gobiernos las temen incluso en los buenos tiempos, no digamos cuando las cosas se ponen difíciles.